La alianza roja contra el fascismo… ¡funciona!

Son tiempos de excitación social en esta Europa que, a pesar de los sobresaltos se mantiene prendada a la democracia. Este Viejo Mundo es el mejor mundo posible de la órbita mundial presente. Aquí, en tierras irrigadas con la sangre de millones durante milenios, se cosechó también sobre ella la idea, el derecho y la realidad de la libertad. Nunca en la historia de la humanidad, en un lugar en el que cohabitan 447 millones de personas, los seres humanos con más de 24 lenguas distintas y múltiples culturas habían alcanzado tal número de derechos y una convivencia abrigada por el respeto hacia la diversidad. La Unión Europea es el resultado más grande de avance político y social logrado en 10.000 años de civilizaciones conocidas.

He recorrido esta Europa democrática durante 26 años. Tras llegar de un país envuelto en llamas desde mi nacimiento hasta que pisé esta tierra, me encontré de cara, por primera vez, con la democracia. Aquí no solo me topé con el respeto absoluto hacia mí y hacia mi hijo, entonces casi un bebé, sino que también me educaron en el respeto a todos y a todo lo que merece ser respetado.  En esta tierra rápidamente me enseñaron a no ocultar mi ideología de izquierda. Entonces, traía muy pegados a mis sentidos, el esconderlo, por simple cuestión de supervivencia. En 1998 en mi país te desaparecían, encarcelaban, torturaban, violaban y asesinaban por ser de izquierda.  

He visto que, en este continente pequeño y enorme, que se lucha y se legisla en favor de las minorías, que se le abren las puertas a quienes desesperadamente tocan su suelo para salvar sus vidas y las de sus familias. En mi día a día he crecido con el respeto a la diversidad.

Tras el atentado contra las Torres Gemelas en Nueva York, la extrema derecha europea, entonces escondida, camuflada, callada y avergonzada de sí misma, salió de su guarida para esparcir el odio y propiciar la violencia contra los más vulnerables. Rápidamente los mensajes contra las minorías, culpabilizándolas de males inexistentes, se multiplicaron a través de las redes sociales y los medios de comunicación: inmigrantes, refugiados, árabes, negros, homosexuales, mujeres, y políticos defensores de las minorías, fueron puestos en la diana para ser maltratados de palabra y hechos. Y fue solo que sobreviniera una durísima crisis económica para que el fascismo se erigiera como una de las opciones políticas con más músculo en diferentes países de esta Europa democrática y acogedora: en menos de una década la extrema derecha se adueñó del discurso público y rápidamente también, del gobierno de regiones, ciudades y países. Como consecuencia de ese odio encaminado a acabar con el estado de bienestar social, Reino Unido se fue de la Unión Europea, causando un daño enorme al continente, pero sobre todo a su país.

Ahora, Francia y Alemania, los principales motores de la UE, están siendo acechados por el fascismo: quieren acabar esta unión de los 27 y para ello, desde hace años, Vladimir Putin está invirtiendo mucho dinero en partidos ultras en Europa, porque para sus intereses, que las democracias lleguen cerca de las fronteras de Rusia, constituye un enorme riesgo: no sea que los rusos empiecen a reclamarla dentro de su país; una de sus principales razones para destrozar Ucrania.

Marie Le Pen, una de las más grandes líderes fascistas de Europa, es claramente una de las favorecidas por esa política antidemocrática contra Europa del dictador ruso. Y así como con ella, Rusia apoya a todos los jefes fascistas de Europa y trabaja además para conseguir el surgimiento de nuevos líderes ultras en toda Europa, como es el mismísimo Santiago Abascal, el jefe de los fascistas españoles agrupados en el partido Vox. 

Y mientras avanza el fascismo por el continente de los derechos humanos, la izquierda, la única que puede salvar de la extrema derecha a esta parte del mundo, en lugar de unirse, en múltiples casos ha encontrado a sus más acérrimos enemigos, no en los fascistas, sino en sus compañeros de ideología; sus líderes no escatiman esfuerzos en señalar los fallos de ese “monstruoso adversario”, su compañero de ideología, para luego crear numerosos partidos que dividen los votos de la mayoría de izquierdas de los diferentes países del continente. Y así, con sus descalificaciones y persecuciones entre sus integrantes, le están entregando el poder a la extrema derecha.

Pero fue España la primera en poner el famoso cordón sanitario al fascismo actual. Hace ya un año, el Partido Socialista movilizó a la izquierda para atajar a los ultras representados en Vox y el Partido Popular que, tras las elecciones regionales, en menos de un año, llegarían a gobernar a todos los españoles desde La Moncloa: y no pasaron. Después Polonia, con los demócratas unidos, expulsaron del poder a los ultras que habían gobernado durante años. El pasado jueves 4 de julio, la izquierda británica, con una mayoría absoluta aplastante del Partido Laborista, echó del gobierno del Reino Unido a esos conservadores que durante 14 años gobernaron con políticas antisociales y económicas, propias de la ultraderecha. 

Y anoche, fue Francia. Tras la segura llegada de los fascistas al poder a través de la elecciones, por fin la izquierda francesa se unió para atajar al partido de Marine Le Pen: Y LO CONSIGUIÓ. Hoy esa izquierda que se ha caracterizado por sus diversas corrientes y divisiones nos ha demostrado que unida es poderosa. Una gran lección para todas las izquierdas del mundo: si no se unen, el fascismo se toma el poder.

Hoy, aquí en mi casa de Bruselas he amanecido más roja que nunca, y muy pero muy francesa: orgullo de votantes. El rojo es uno de los colores más seductores del mundo y el que identifica desde hace al menos 150 años a la izquierda en el mundo. He sido, soy y seré ROJA por todo lo que me quede de vida. Quiero decirles a mis amigos rojos de todo el mundo que hagan como los rojos franceses: aparquen los egoísmos y rencillas, y luchen unidos por la libertad y la democracia. Solo así, aliados, los rojos, serán el megáfono universal contra el fascismo. Con la bandera y el corazón rojos fusionados, ellos, los fascistas, NUNCA PASARÁN; NUNCA.

OLGA GAYÓN/Bruselas

Ilustración de Niemann (2021)

Sobre el autor o autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial