La depresión, el enemigo invisible

Por YESS TEHERÁN

El pasado 13 de enero se conmemoró el día mundial contra la depresión. Regreso a la fecha porque a pesar de la intención de visibilizar este trastorno de salud mental, son muchos los tabúes que persisten y precario el acceso a información veraz.

En Colombia, según un artículo publicado de la Corporación Universitaria UNITEC (ver aquí),  los intentos de suicidio aumentaron en relación con el mismo periodo del 2021 y 2022; esto, provocado por estrés, angustia o ansiedad. En síntesis, depresión.

Es importante la difusión de información adecuada sobre este padecimiento, no sólo porque un diagnóstico y tratamiento oportuno puede evitar muchas muertes, sino porque ayuda a dejar de normalizar ciertas actitudes o posturas que, muchas veces, empeoran la condición de quien se ve inmerso (o inmersa) en la depresión.

Hemos vivido mucho tiempo en una sociedad que normaliza el sufrimiento, que ve común y a veces con orgullo ser el objeto de maltrato o soportar cargas que muchas veces rebasan cualquier límite. Y sobre todo no pedir ayuda, pues suele verse como un referente digno a seguir el de quien más tenga capacidad de aguante sin quejarse, repitiendo frases como “échale ganas”, “ponte la camiseta”, o la inane comparación de que alguien más pasó por algo peor sin emitir un solo lamento.

A veces ni siquiera es necesario pasar por un momento terrible para caer en depresión: hay quienes despiertan cada mañana sin hallarle sentido al mundo, a levantarse o a hacer cualquier otra actividad, pues la sienten como carente de significado vital. Entonces todo comienza a hacerse pesado, hasta el acto mismo de ingerir alimentos se convierte en una enojosa obligación. Y aumenta la ansiedad, que se instala como un íncubo en el pecho, sin dejarte respirar.

Nunca he sido diagnosticada con depresión, pero sí he estado cerca de personas que la han padecido. Como ser humano he pasado por momentos de ansiedad y tristeza que bien se parece a lo que dijo Milán Kundera sobre el vértigo: “es algo diferente a la caída, significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados”.

Y es ese espanto el que me han narrado aquellos con quienes he podido conversar sobre la depresión. Resulta difícil puntualizar sobre ese enemigo, porque es invisible y, como Freddie Krueger, ataca donde es difícil defenderse: en el pensamiento, en los sueños, en la conciencia.

Esta falta de visibilidad constituye un conflicto, es difícil combatir lo que no puede verse, más si no se tienen herramientas para enfrentarla. Precisamente sobre esto nos habla Phil Stutz en su documental Stutz (disponible en Netflix). No sólo es importante acudir a ayuda profesional, sino contar con herramientas como tratamiento para la depresión.

Y esto me lleva a otro punto: la terapia. En Colombia buscar ayuda psicológica está satanizado a tal punto que quienes acuden, llegan a sentir vergüenza de hacerlo. Decidirse a dar ese paso significa vencer el tabú de que los psicólogos son “loqueros”, o el temor a ser señalado como caso perdido e incurable. Pero es necesario recibir asistencia profesional, incluso debería formar parte de la canasta familiar: son muchos los motivos por los que se debe acudir a terapia, no hace falta un escenario catastrófico para recibir la ayuda necesaria.

«Un ejemplo de la batalla contra la depresión se ve en El gato con botas 2: lucha por por encontrarle valor a la vida, con la muerte simbolizada en un lobo que acecha en la oscuridad».

Continuando con el documental citado, Jonah Hill y Phil Stutz conversan durante hora y media sobre la necesidad de recibir asistencia psicológica y lo importante del uso de herramientas como tratamiento, la sensación de avance en ese peso emocional invisible. Toda la vida luchamos con lo que Phil Stutz denomina el “Factor X”: éste se encarga de desaprobarte todo el tiempo, mina todas tus intenciones, la esperanza de mejorar, hace crecer tus sombras y desafortunadamente, aunque logremos silenciarlo, nunca se va.

Es la voz que te dice que sobras en el mundo, invalida todos los esfuerzos que has hecho y haces a diario y, en casos extremos, el que te hace luchar con la muerte; y ese es un pensamiento difícil de derrotar. Un ejemplo ilustrativo de la batalla contra la depresión se ve en El gato con botas 2, El último deseo. Sí, la película de Dreamworks. Pese a estar dirigida a un público infantil, vemos que el gato lucha ferozmente por aferrarse a la vida, por encontrar un factor de propia valía, con la muerte simbolizada en un lobo que lo acecha en la oscuridad. También aquí vemos la importancia de la terapia, representada en un perrito, metáfora de la necesidad de aprender a confiar en los demás (éste lo personifica Kitty) y la familia, sentirse parte de ella, siendo apoyados a pesar de lo diferente que pueden ser a nosotros.

El arte no sustituye en ningún sentido la ayuda profesional, pero puede ser una herramienta para dar los pasos necesarios y buscar asistencia, o responder a alguna de las preguntas simples pero horrorosamente persistentes que acechan cuando estamos solos. Por ello la visibilización que se hace directamente en el documental Stutz es importante, como lo hace un poco más sutil El gato con botas 2. Ambas sirven para identificar la existencia de un conflicto, dejar de sentir culpa y vergüenza por ello, e iniciar un tratamiento adecuado.

No hay fórmulas mágicas para vencer la depresión, como enfermedad se requiere esfuerzo y una constancia que muchas veces se pierde, la conciencia de que la herramienta que hoy funcionó, mañana quizás no; pero es importante hacer visible a ese enemigo, aceptar que existe, percibirse a sí mismo como un sujeto que no debe poder con todas las cargas y… pedir ayuda siempre que sea necesario.

@barcelonasilvo1

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