Por PUNO ARDILA
Según la Unesco (2017), solo 25 % de la población adulta lee de manera regular; y según la Encuesta Nacional de Lectura (ENLEC) del DANE (2017), el promedio de lectura de la población colombiana de 5 años y más fue de 2 libros al año, por debajo de Chile (5,4), Argentina (4,6) y México (3,8).
Este bajo nivel de lectura se debe, entre otras cosas, a falta de acceso a libros y bibliotecas, especialmente en zonas rurales y marginales; la baja calidad de la educación y el escaso fomento de la lectura, la escritura y la oralidad en el sistema educativo (según el Plan Nacional de Lectura de Fundalectura, 70 % de niños y jóvenes colombianos pertenecientes al sistema educativo están en el nivel de lectura básico); la competencia con otros medios de entretenimiento, como televisión, internet y videojuegos. Y, lo más importante, la falta de hábito y gusto por la lectura en la cultura colombiana.
Es importante destacar que la lectura es fundamental para el desarrollo personal y profesional de las personas, ya que mejora la comprensión, la creatividad y la capacidad de análisis. Por lo tanto, es necesario fomentar la lectura desde temprana edad y promover políticas públicas que incentiven la educación y la cultura en Colombia.
—Ahora dirán —me interrumpió el profesor Bernardino— que tu reclamo es descortés o que no es “motivacional”. No, ahora la lectura es un “etcétera”, y lo que sirve es lo “oral-icónico, hashtags, stand up comedy, podcast”, y ahora no pueden con un párrafo completo bien escrito; y de ahí vamos pa’trás, pa’trás, como el cangrejo.
Tantas redes sociales y tantos juegos, y tanto internet le restan a la lectura, porque los chinos se cuelgan a esas vainas y se olvidan de libros, periódicos y revistas. Y como todo es “más fácil”, disminuye su comprensión de la lectura, y lo poco que leen lo hacen de manera superficial, rápida y fragmentada, sin análisis, interpretación ni reflexión sobre lo leído. Además, los convierte en hablantes con mínimo vocabulario y muy pobre expresión escrita, y sus conversaciones se vuelven intercambio de abreviaturas, emoticones y abundantes errores de ortografía. Sin contar con que se evaden del mundo real y se desconcentran, se distraen, y se les altera el sueño, se estresan, se deprimen y, por supuesto, decaen en su rendimiento escolar, si alguna vez rindieron.
Y se pierde en gramática, pero también se pierde en capacidad de pensar y se pierde en conocimiento abstracto. ¡Es el desastre! Y, de paso, también (¡grave!), los medios son manejados por élites sin ilustración. El problema puede ser la discusión de derecha y de izquierda, ¡pero sobre todo ilustrados, por favor!: ¡necesitamos gente medio ilustrada! Nosotros encontrábamos en otro momento personajes de distintas corrientes políticas, que leían, que escribían, que hablaban latín, que conocían los clásicos. No; ahora solo son “youtubers” y trinos mal escritos.
@PunoArdila
(Ampliado de Vanguardia)