Antonio García, primer comandante del ELN, va a publicar por capítulos su versión de los diálogos sostenidos con el gobierno del presidente Juan Manuel Santos, entre agosto de 2012 y agosto de 2018. Por considerarlo un material de interés público El Unicornio publica el primer capítulo, titulado La mamadera de gallo.
La última vez que vi al presidente Hugo Chávez en el Palacio de Miraflores, fui con Luis Carlos Restrepo —entonces Comisionado de Paz— a reunirme con él. Uribe Vélez y el ELN habíamos solicitado sus buenos oficios para que ayudara a destrancar los diálogos. En uno de esos salones, llenos de historia, nos escuchó con paciencia y abrió la posibilidad para que al día siguiente nos reuniéramos las dos partes a solas para hacer otro intento. Todo se vino a pique a los pocos días. Uribe desconoció todos los esfuerzos realizados por Venezuela y su presidente. Finalizaba noviembre de 2007, se vivía la euforia del niño Emmanuel, preludio de lo que vendría meses más tarde.
Los siguientes cuatro años, Uribe y su ministro Juan Manuel Santos vivieron tiempos de eufórica guerra. Al finalizar el segundo mandato de Uribe, transcurrió el primer año de gobierno de santos en medio de peleas con su anterior jefe; al iniciar el segundo año se escuchaba el rumor de un proceso de paz con las Farc, con certeza poco se sabía. Nos llegó un mensaje del gobierno venezolano, para conversar con urgencia. Enviamos un emisario a recibir el mensaje. Solicitaron una reunión para intercambiar sobre el proceso de paz con las Farc, que estaba en curso.
Hicimos un primer encuentro en plena frontera, efectivamente nos dijeron que el proceso estaba muy avanzado, pronto habría importantes noticias, y que el presidente Chávez estaba ayudando para que este proceso fuera posible, que él estaba interesado en conversar sobre el tema con nosotros.
El Comando Central me designó para dicha tarea y organizamos el viaje en los siguientes días. Recogí lo poco que tenía, en estos casos significa un par de mudas de ropa y si no hay zapatos, las botas de campaña. En el transcurso del viaje, antes de llegar a Caracas, me transmiten la noticia de que había llegado una delegación del gobierno colombiano, querían un encuentro con nosotros. En estos avatares no somos ingenuos; pensé para mis adentros… la adivinanza del huevo: blanco es… gallina lo pone y… preguntaron mi opinión sobre este posible encuentro. Les dije de manera directa:
—Vine a conversar con el presidente Chávez.
Ese día no hablamos más del tema. En 2012 Venezuela vivía con intensidad la campaña electoral, Chávez estaba en gira por todo el país. Al día siguiente me dijeron que le habían transmitido mi respuesta, pero él insistió: que consideráramos la reunión, pues nada perdíamos con escuchar al gobierno colombiano, y que estaba haciendo el esfuerzo por llegar a la reunión anunciada.
El Comando Central estimó razonables las palabras de Chávez. Ante la imposibilidad de hablar con el presidente, me recibió en la Cancillería, en la “Casa Amarilla”, Nicolás Maduro. Era la primera vez que lo veía personalmente. Conversamos sobre el proceso de paz, de los anteriores desencantos y de los retos presentes, me dijo:
—Parece que ahora sí quieren.
Luego de comentarme algunos aspectos de la marcha del proceso con las Farc, me anuncia que los delegados del gobierno colombiano ya están en la Cancillería, efectivamente los mandó a entrar; aparecieron Jaime Avendaño y Alejandro Eder.
Nicolás Maduro hizo una breve presentación y nos dejó solos. Fue una reunión sin mucho protocolo, traían la misión expresa de explorar el inicio de un proceso de paz con el ELN, pues consideraban que lo avanzado con las Farc se haría público en pocos días.
Explicaron que el proceso con nosotros iniciaría con una fase exploratoria de carácter directo, confidencial y en el exterior, y se adelantaría en medio de la confrontación. Eran las condiciones inmodificables colocadas por el presidente Santos. Les hice conocer nuestras reservas sobre ellas, de lo inconveniente de adelantar unas conversaciones en secreto, pues luego viene la presión mediática y es más el interés por las “chivas” que por las lógicas del proceso; también que no era acertado adelantar conversaciones en medio de la confrontación, no era pedagógico para el país hablar de paz y hacer la guerra.
Les expliqué que no había viajado a una reunión con el gobierno colombiano sino a un intercambio con el presidente Chávez, y que por deferencia habíamos aceptado escucharlos. Por tanto, yo no tenía autorización para responderles si podíamos iniciar un proceso de paz y debía consultar a la Comandancia. Preguntaron en cuánto tiempo se podría tener una respuesta, les pregunté para cuando les servía. Para ellos entre más pronto mejor. Puse cara de palo y les dije: —¿Les sirve dentro de cuatro años?
Al mirarles la cara de extrañeza les expliqué que nosotros hemos visto pasar más de cinco gobiernos, cada uno viene con su afán, luego llega otro y quiere empezar de cero, por eso para nosotros no es una locura pensar que cada proceso tiene un ritmo de cuatro años; efectivamente se estaba cumpliendo ese ciclo desde la última reunión con el presidente Chávez y Luis Carlos Restrepo. Al final, ese 22 de agosto de 2012 les dije que si en un mes les servía la respuesta, y les pareció bien. La respuesta les llegaría por medio del gobierno venezolano. Al momento regresó Nicolás Maduro, le informamos lo conversado y nos despedimos.
Al día siguiente, 23 de agosto, se conoció la “chiva”: ya estaba acordada la agenda entre las Farc y el Gobierno, y como siempre, primó más la especulación que el curso de la realidad, o el interés por torcerle el pescuezo a la realidad. Era el costo del que les había advertido a los emisarios del Gobierno, muchas veces el secreto es más riesgoso que el conocimiento, que la opinión vaya conociendo cómo van siendo las cosas, como se van construyendo. Era mejor un proceso de cara al país.
Los días siguientes estuvieron repletos de noticias sobre el futuro del proceso de paz con las Farc, se hicieron públicos los acuerdos sobre temáticas de Agenda y se anunció que se instalaría la Mesa pública en La Habana; pero antes habría una visita a Noruega, donde se realizaría un despliegue mediático; claro, todos piden su pequeña cuota publicitaria, dirían hoy de “visibilización”.