Por GERMÁN AYALA OSORIO
El desastroso manejo que de la pandemia viene haciendo el gobierno de Duque y la pérdida del teflón que por tantos años protegió la imagen de Álvaro Uribe, tienen a la extrema derecha preocupada por la posibilidad de perder el control del Estado, con el único candidato que los puede derrotar en las urnas: Gustavo Petro Urrego. Tal es el desespero, que lanzaron tempranamente a la escena preelectoral al hijo de Uribe, un párvulo arrogante que desconoce la función pública. En el mismo contexto pusieron a figurar congresista Carlos Felipe Mejía, quien actúa más como “perro rabioso” que como un político capaz de guiar los destinos del Estado.
El ya evidente cansancio que exhibe la opinión pública y sectores amplios de la sociedad alrededor de la figura de Uribe como gran elector, tiene a líderes del Régimen preocupados porque no aparece una figura política descollante, capaz de aglutinar los intereses del centro y de la derecha más recalcitrante del país.
Al no contar la derecha con un candidato presidencial carismático, la tarea de extender en el tiempo las circunstancias ilegítimas en las que opera el actual régimen las asumió el Partido Verde con su Coalición de la Esperanza. Este grupo de políticos se asume como alternativos, soportados en la idea de que el país debe superar la “polarización”, y que solo es posible con ellos. Lo primero a decir es que tal escenario no existe. Y allí radica el error o el pecado original de dicha coalición. Lo que existe es la radicalización de la derecha y la entronización de un discurso que desprecia al que piensa diferente. Más claro: a lo que asistimos hoy es al intento de perpetuar el unanimismo ideológico vivido entre 2002 y 2010.
La Dirección Nacional de la Alianza Verde, como alfil de la derecha y simpatizante de específicos agentes del Establecimiento, insiste en ubicarse en un espectral centro para engañar a los electores, diciéndoles que son la alternativa entre el que diga Uribe, y el Pacto Histórico que propone Petro.
La Alianza Verde le comunicó al país su ruta político-electoral, sostenida en la estratagema de presentar las precandidaturas de Camilo Romero, Carlos Amaya, Jorge Londoño, Iván Marulanda, Sandra Ortiz y Antonio Sanguino, cuando todos sabemos que su real interés es llevar a la Presidencia al insustancial Sergio Fajardo Valderrama. El mismo exgobernador de Nariño, Camilo Romero, calificó como una «falta de vocación de poder» insistir en seis precandidaturas. Después de conocerse el comunicado de prensa de la colectividad, Romero anunció el lanzamiento de su candidatura presidencial, al parecer por fuera de los intereses de la Coalición de la Esperanza.
En el punto 3 del comunicado oficial de la Alianza Verde, la Dirección Nacional advierte que acogerán a los precandidatos y organizaciones políticas de la Coalición de la Esperanza, de la que hacen parte Sergio Fajardo y Humberto de la Calle, entre otros. Se trata sin duda de una convergencia de políticos y de fuerzas individuales que buscan la aprobación del Establecimiento. Pese a que reconocen la mala hora por la que pasa Uribe Vélez, exigen garantías de que sus candidatos no intentarán cambios estructurales o sustanciales en las maneras como viene históricamente operando el régimen de poder. Y esas garantías de “cambiar para que todo siga igual” las brinda la Alianza Verde y la auto proclamada Coalición de la Esperanza. El forzado pero atractivo nombre expresa con meridiana claridad el talante de quienes unirán esfuerzos en segunda vuelta para intentar derrotar a Petro y, de esa manera, apostarle a cogobernar con el uribismo.
Con el juego de la dispersión que se propone desde la Alianza Verde y la Coalición de la Esperanza se busca evitar que el Pacto Histórico de Petro gane en primera vuelta. De esa manera, dependiendo de los resultados en esa instancia inicial, confirmarían su apoyo a Fajardo. El exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia es el candidato-ficha que le sirve a los máximos agentes de poder del Establecimiento y al llamado “uribismo”, en la medida en que el país conoce el enorme respeto, simpatía -y hasta miedo- que Fajardo siente por el expresidente Uribe Vélez. Contar con el apoyo económico y político del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) es garantía para que otros grupos empresariales le apuesten a la candidatura de Fajardo, a pesar de las responsabilidades ambientales, penales y fiscales que debe asumir por lo acaecido en el hasta ahora fallido proyecto de Hidroituango.
Así las cosas, el panorama político-electoral se aclara un poco para el uribismo y para los líderes del Establecimiento colombiano. El camino propuesto por la Dirección Nacional de la Alianza Verde tranquiliza a la derecha y a la ultraderecha. Veremos en lo consecutivo a diversos medios masivos, escritos y audiovisuales, sin excepción, hablando de Sergio Fajardo y de su posibilidad de llegar a la Casa de Nariño, mientras le echan tierrita al auto de la Contraloría General de la República con el que se le imputó cargos al enamorado de las ballenas jorobadas que visitan el Pacífico colombiano.