Por H. G. RUEDA
Desde que la vicepresidenta electa y lideresa social Francia Márquez popularizó el concepto de vivir sabroso, la gente se ha apropiado de esa frase que millones repiten a diario. Muchos la han malinterpretado creyendo que se trata de una idea de vivir en abundancia sin hacer nada y exprimiendo al Estado.
Ella lo aclaró en una entrevista en CM&: vivir sabroso es vivir con dignidad. Es un mensaje poderoso desde los pueblos ancestrales que han vivido siempre ignorados por el Estado y casi siempre utilizados por la clase política o asesinados y perseguidos por los grupos armados ilegales y el narcotráfico.
Lo que pasó el 19 de junio es, sin duda, el levantamiento pacífico de los pueblos olvidados, los nadie que llama Francia, contra el centralismo y la mirada ramplona y racista de los grupos de poder. Por eso, vivir sabroso más que eslogan de campaña es una idea de sociedad en la que la dignidad vuelva a ser el centro de las relaciones políticas y la vida diaria. Es el reconocimiento de los excluidos como sujetos de derechos y no como frías estadísticas.
El mapa electoral que surgió en las elecciones muestra a los pueblos de los litorales encerrando, literalmente, al resto de departamentos. Es un grito de rebeldía de los nadie contra el establecimiento, no pidiendo, sino exigiendo un cambio real a sus condiciones de vida. Durante siglos han tenido que marchar para que algún burócrata les firme un pacto que nunca cumplen. Hay cientos de esos documentos firmados para levantar huelgas, paros y marchas, que se quedaron en los anaqueles sin que se ejecutara nada.
El Estado se ha hecho experto en burlar los gritos de paz, justicia, equidad y bienestar de los pueblos olvidados. “El pueblo no se rinde, carajo”, es el grito de libertad de los pueblos afros. En las elecciones demostraron que están decididos a cumplir ese mandato.
Hoy la extrema derecha se rasga las vestiduras diciendo que ganó el comunismo y Colombia será inviable. Los nadie les han recordado a los caudillos, los partidos políticos, los empresarios, medios de comunicación y formadores de opinión que donde no llegan las redes sociales vibran otras ciudadanías dispuestas a romper las cadenas. Y que la narrativa de odio que pregona la extrema derecha a través de sus medios de comunicación ha fracasado.
La revolución de los nadies que hoy protagoniza Francia comenzó hace décadas, solo que los arrogantes políticos de derecha la ignoraron. A pesar de la persecución implacable a que han sido sometidos por décadas, están surgiendo con fuerza en los territorios liderazgos sociales inspirados en la sencillez y templanza de mujeres como Francia. La palabra dignidad, expresada por ella, toma fuerza en la vida política. Y esa palabra incluye una cruzada frontal contra quienes han envilecido la política y han hecho de la corrupción una forma de vida. Es decir, vivir en dignidad es barajar de nuevo; limpiar la casa de la vieja clase política corrupta y desconectada de la gente; quitar la maleza y dejar que emerjan las plantas que dan frutos y fortalecen la democracia, consolidan la paz y hacen viable la reconciliación.
Y eso significa una gran reflexión colectiva sobre los retos del futuro y los cambios que se aproximan. La elección de Gustavo Petro es un hecho histórico que ha roto todos los paradigmas. Ganó el hombre que entregó las armas y le apostó a la democracia y ha cumplido su palabra. Ganó el pueblo que él juró defender con las ideas y no con las balas cuando le dijo sí a la historia de paz que le ofreció el presidente Barco.
Petro y Francia son una dupla de esperanza y de dignidad para vivir sabroso. Pero ese ideal no será un camino de rosas. Será un vía llena de obstáculos de una derecha que se desmorona pero sigue teniendo una enorme capacidad de daño. Una derecha que ha mantenido el poder durante 200 años, con cortos periodos reformistas, que impidió el ascenso de Gaitán, Galán, Pizarro, Jaramillo y Serpa, unos asesinados, todos traicionados y perseguidos.
Los nuevos vientos que soplan son esperanzadores, pero van a venir muchas tormentas y tsunamis. Y serán los nadies los que inspirarán a los más de once millones de colombianos que votaron por el cambio para que no cedan a la revancha de la derecha, y se mantengan firmen en su voluntad de impedir que volvamos al pasado.
La llamada del presidente Joe Biden al presidente Petro es un gran augurio. Pronto los veremos sentados en la misma sala comenzando una nueva relación de respeto y cooperación mutua, que permitirá que Colombia siga avanzando con dignidad en busca de su propio futuro. Hay esperanza de que terminen muchos años de indignidad en nuestras relaciones internacionales, y el concepto de vivir sabroso tenga un hondo sentido.
La agenda Colombia-USA estará centrada en el cumplimiento de las promesas de campaña que transformarán la vida de los nadies, como la garantía del cumplimiento de los acuerdos de paz, hechos trizas por Duque por orden de Uribe, la protección de la vida de los líderes sociales y del medio ambiente, la renegociación del TLC, y muchos otros temas trascendentales. Es paradójico pero los nadies garantizarán que los ricos puedan vivir en paz, pagando más impuestos, aportándole más al desarrollo.
Llegó el tiempo de los nadies. La dignidad tendrá asiento en la historia de Colombia. Hay que afinar los oídos y dejar el odio. Las voces profundas de la selva y los litorales es la voz del pueblo. Y el pueblo manda.