La revolución del 20 de Julio

Por JAIME HORTA DÍAZ*

El viernes 20 de julio de 1810, día de mercado en Bogotá, se produjo una revolución en el Virreinato de la Nueva Granada, pero si fuera una Declaración de Independencia paradójicamente no era de España sino de Francia. La constitución vigente era la Carta de Bayona de 1808, también primera de Colombia. El Rey de las Españas y de las Indias era entonces José Bonaparte (Carlos IV y Fernando VII habían abdicado a favor de Napoleón). La dinámica de los acontecimientos condujo a los americanos a la separación de España.

La revolución se planeó la noche anterior en las habitaciones del sabio Francisco José de Caldas en el Observatorio Astronómico, en reunión presidida por Camilo Torres. Técnicamente fue un golpe de estado. El pretexto, ciertamente, fue el incidente del Florero de Llorente, a propósito del homenaje al enviado de la metrópoli Antonio Villavicencio, representante de los rebeldes españoles contra Napoleón y no propiamente de la monarquía.

El hecho es que ante la ausencia de Fernando VII se establecieron las juntas supremas de Gobierno, tanto en España como en América. La primera en Sevilla y luego en Cádiz, la ciudad más politizada, sede de las cortes. En América, al principio leales a los monarcas españoles, incubaron el fermento de la autonomía.

El primer movimiento rebelde se dio en Quito en agosto de 1809 y fue rápida y violentamente sofocado por las autoridades. La revolución del 20 de julio en Santafé encontró en la cárcel y liberó al cura Andres Rosillo, encarceló al virrey Antonio Amar y Borbón, a su esposa Francisca Villanova y a otros personajes odiosos del régimen, como los jueces de la Real Audiencia, pero reconoció a Fernando VII, confinado en Francia desde 1808, a condición de que viniera a gobernar “entre nosotros”.

En aquellos tiempos, un caraqueño impulsivo de nombre Simón Bolívar acaba de regodearse con la aristocracia europea y buscaba apoyo para liberar a su Nación… José Antonio Páez, huyendo del homicidio de un asaltante, se desempeñaba como peón de un hato ganadero en los llanos del Rio Apure… Francisco de Paula Santander se acaba de recibir como abogado… José de San Martín combatía a los franceses al lado de los españoles y se aprestaba para liderar la emancipación de Argentina y Chile.

España parecía una comedia de equivocaciones, si no fuera porque la protagonizaban la casa real y se jugaba el futuro del imperio: el rey Carlos IV, pusilánime; el hijo y futuro rey, mediocre y ambicioso; la reina María Luisa entregada a Manuel Godoy, el poder detrás del trono. Godoy, corrompido y odiado, hizo una carrera meteórica al llegar a la corte como soldado raso de la guardia real en 1787 y ascender a general y Príncipe de la paz, según Charles Esdaile, , historiador de la estirpe del Conde de Toreno.

Las cosas se precipitaron cuando el Príncipe de Asturias depuso al Rey Carlos IV en Aranjuez y asumió como Fernando VII el 19 de marzo de 1808. Godoy fue degradado y detenido. Al regresar a Madrid, el 24 de marzo, el nuevo rey fue aclamado en las calles pero no bien recibido por el ejército francés que había ocupado España a cuento de someter a Portugal.

Entre tanto, Carlos IV decidió recuperar el trono pero Napoleón Bonaparte citó a Carlos IV con la reina María Luisa y Fernando VII a conferencia en Bayona, Francia. Como dijo un historiador, “las primeras partes en este drama, seguidas de sus respectivas comparsas, llegaron unas en pos de otras al lugar de la cita imperial” . Los dos reyes abdicaron a favor de Bonaparte.

Fernando, que inicialmente se opuso, accedió “a cambio de pensiones generosas y garantías de respetar la integridad territorial y religiosa de España”  pero había avisado al Consejo de Regencia y estalló en Madrid la rebelión del 2 de mayo contra los franceses. Carlos fue confinado en el castillo de Compiegne y Fernando en Valencay, del príncipe de Talleyrand. El 5 de mayo de 1808 Napoleón designó rey a su hermano mayor José Bonaparte, conocido como José I “Pepe botellas”, exrey de Nápoles (1806-1808). Empezaron a surgir entonces las juntas supremas en España y en América.

En Bayona, la junta de notables reunida a raíz del motín de Aranjuez presenció la caída de los Borbones. José I convocó otra asamblea de notables españoles y americanos para elaborar una Constitución para España y las Indias Occidentales. Entre los americanos estaba el granadino Francisco Antonio Zea, el más desconocido y denigrado de los próceres de la independencia, caracterizado afrancesado.

La Constitución o Carta de Bayona, la primera de América, otorgada por el Rey José I el 6 de julio de 1808, reconocía en principio mayor autonomía a las provincias americanas pero en realidad no tuvo mayor eco (afrancesados era una descalificación a las ideas preconizadas por la Revolución Francesa porque en 1823 otro francés, el Rey Luis XVIII, volvió a ocupar a España con los cien mil hijos de San Luis para restituir en el poder a Fernando VII, reducido por los liberales, pero entonces fueron bienvenidos).

*Fragmento del libro Crónicas de la Independencia (Uniediciones Sello Editorial, Bogotá, 2009, pags. 53 y ss)

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