Por GERMÁN AYALA OSORIO
Insisten ciertos medios masivos en la manida idea de la “polarización política”. Ya en columna anterior me referí al asunto. Sin embargo es preciso insistir en la discusión, pues en desarrollo de la actual campaña electoral todo lo que ocurre lo suelen presentar como resultado de un ambiente de polarización que solo existe en las mentes afiebradas de los periodistas afectos al gobierno de Iván Duque.
Hay que señalar que nunca antes el régimen uribista había sentido los “pasos de animal grande” que hoy sienten con la candidatura de Gustavo Petro. Y es así por el desastroso gobierno del títere que el Innombrable impuso en la Casa de Nari. Por supuesto que los efectos sistémicos de la pandemia también aportan a la rabia que se siente en la gente hacia este gobierno uribista. Hay cansancio en millones de colombianos.
Al estar en riesgo de extinción en oprobioso uribismo, la reacción de sus principales agentes es consolidar la narrativa de la polarización, para minimizar la discusión y llevarla al plano de las subjetividades contaminadas de ignorancia y desagradecimiento con los gobernantes. No. Confunden la rabia, la desazón y el cansancio de millones de colombianos, frente a la raída imagen de Uribe Vélez, un líder negativo que representa hoy, para Colombia, lo que esos mismos connacionales quieren proscribir: el ethos mafioso que caracteriza a quienes aún militan en eso que llaman uribismo, que no es más que una perversa cofradía de amigotes y vividores del Estado.
Insisto: millones de colombianos se hastiaron de la corrupción pública y privada; están fastidiados de ver cómo se enriquecieron los hijos de Uribe y de todos los que rodean al expresidente y ex presidiario, mientras más de 25 millones aguantan hambre; además, se hartaron de las mentiras y engaños con los que Uribe y su cofradía manejaron la campaña del plebiscito por la paz; como pocas veces se ha podido palpar en este país, el estallido social y la reacción criminal del Estado en contra de los manifestantes están frescos en la memoria de quienes quieren un cambio y un mejor país.
Los medios masivos y los periodistas afectos al Establecimiento colombiano usan la “polarización política” para ocultar que las audiencias también se cansaron de ese periodismo servil de canales y medios como RCN, Caracol, CM&, El Tiempo, La FM y Blu Radio, para solo hablar de los nacionales.
Lo que se está consolidando en el país es una narrativa de cambio con la que el régimen de poder pierde legitimidad, al tiempo que se fractura, gracias a que políticos, empresarios, académicos y ciudadanos hasta ayer uribizados, entendieron que el régimen que Uribe montó. Ahora hay una narrativa del cambio, que se soporta sobre una idea de democracia que supera el carácter formal y procedimental del actual régimen democrático. Ese mismo relato se funda en una imperiosa necesidad de hacer del Estado un orden que dé cuenta de lo que la carta política de 1991 le ordena. También, esa misma narrativa apunta a devolver la decencia a la política y por supuesto, al ejercicio periodístico.
Esa narrativa que apunta a construir una sociedad y un Estado modernos y civilizados, también está fundada en el evidente rechazo de una gran parte de la sociedad, frente al lodazal y camposanto que Uribe y sus áulicos convirtieron a Colombia. Independientemente del resultado electoral, la narrativa del cambio llegó para quedarse. Quizás se aplace una vez más, pero el cansancio y el rechazo seguirán creciendo. Parafraseando a Francia Márquez, hasta que el asco al uribismo se haga costumbre.
@gemanayalaosor