Por SANDRA GARCÍA
En este 2020 que ya casi se acerca a la mitad, participé en la marcha feminista del 8M. Entre las consignas, cantos y pancartas de protesta hubo una que llamó mucho mi atención, pues decía: “Al profesor de teatro que morboseó y manoseó a mis compañeras de clase sin permiso”.
En ese momento no entendí el contexto de la frase, pero cuatro días después, el 12 de marzo, se destapó la olla podrida del teatro El Trueque de Medellín, referente a denuncias por acoso e intento de violación a varias mujeres por parte de su “director”, José Felix Londoño. Denuncias muy graves, incluso de años atrás, que incluían a estudiantes, compañeras y jóvenes fuera de escena, que hasta ahora salieron a la luz pública.
Esto fue posible gracias a la valentía de una joven que denunció públicamente al “director” de dicho grupo de “teatro”. Ella no soportó el constante abuso físico de amenazas y humillación al que era sometida, abriendo así el camino para que una a una las víctimas aparecieran y fueran relatando el terrible modus operandi con el que este sujeto intimidaba y violentaba a sus nuevas alumnas, algunas de ellas menores de edad. Además, estaba el chantaje emocional al que eran sometidas para “aprender” soportando abusos y así llegar supuestamente al gran estándar del teatro. La indignación de muchas personas no se hizo esperar fuera y dentro de la escena, y esto condujo a la renuncia de Londoño y a una manifestación en las puertas del teatro. (Ver noticia sobre renuncia).
A raíz de este escándalo surgió en Medellín #Nomecallo que desmorono la máscara que envolvía a este grupo de teatro y puso delante del telón a los violadores y abusadores que se esconden tras las palabras “maestro” o “director”. El machismo y su abuso cerró el telón, pasó a la trasescena y arrastró consigo a varios nombres incluso de algunos personajes reconocidos. Allí se evidenció que los sueños de muchas mujeres se ven truncados, perturbados y/o sometidos por el machismo que se respira en las artes escénicas, donde se supondría un “estatus” de cultura y libertad más avanzado.
Un arte tan libre como el teatro se vio manchado por la violencia del machismo, justificado en sus métodos de aprendizaje. Estos “métodos” sin duda deben deben ser analizados, pues si bien es cierto que el teatro no es para personas “débiles” (como les decía José Felix a sus alumnos) de ningún modo está hecho para la explotación y denigración de la mujer. Al parecer, para muchos de estos “maestros” atentar contra la integridad de sus alumnas hace parte del aleccionamiento del arte dramatúrgico, lecciones que incluían contactos físicos no permitidos, humillación profesional, acoso sexual y manipulación a las novatas aprendices.
Tal vez a la pandemia y a los medios se les olviden las denuncias de estas mujeres, pero en el colectivo feminista sigue presente su redignificación en el teatro y su labor en ella. Desde ese día muchas denuncias han llegado al movimiento, no solo sobre El Trueque de Medellín sino sobre otros grupos de teatro a nivel nacional, incluyendo denuncias de explotación económica a las que son sometidas actrices y actores.
El movimiento #NoMeCallo sigue atento, recibiendo las denuncias de las mujeres que tienen el valor de denunciar incluso a renombrados directores de teatro y cine, quienes al parecer creen que por ser reconocidos en el ámbito teatral pueden esquivar las denuncias. (Ver una de tantas denuncias).
Mucho se ha hablado sobre los abusos que viven día a día las actrices del séptimo arte, incluidas las de Hollywood, un abuso que se acentúa en las novatas de escena, a las que por falta de experiencia las intimidan psicológicamente y las exponen a una gran cantidad de maltratos. Un ejemplo claro es la película La vida de Adele cuyas protagonistas fueron explotadas sexualmente para satisfacer los caprichos del director. (Ver denuncias sobre abusos en La vida de Adele).
Colombia y sus tablas no quedan por fuera del abuso patriarcal. La pregunta entonces es: ¿Dónde está el límite del “arte” que hace de la realidad una pantomima con el sufrimiento de la mujer, que la desdibuja en las artes escénicas mediante violencia física y psicológica, silenciando incluso sus nombres y sus obras, su aporte cultural y escénico al teatro de este país?
El silencio es el peor enemigo de la mujer: si una habla, hablamos todas.