Las luchas del fútbol femenino

Los elogios que por estos días reciben las jugadoras de la Selección Femenina de Fútbol que participa del Mundial en Australia son más que merecidos. Y es así, porque detrás de estos positivos resultados hay unas luchas que estas atletas vienen librando. Luchas que confluyen en lo que se puede llamar una lucha cultural contra el patriarcado y su correlato el machismo.

Las luchas de las futbolistas no se libran solo en las canchas. Ahora que millones de colombianos celebramos los triunfos de la Selección Femenina en el Mundial, debemos hacer conciencia de que estas muchachas vienen dando batallas mucho más difíciles que jugar 20 partidos seguidos contra la Selección de Alemania, a la que derrotaron con argumentos y un par de golazos de gran factura. Un triunfo enorme, histórico, épico.

Ellas vienen enfrentando el machismo estructural que se expresa en los bajos salarios, si se compara con lo que ganan los hombres en la misma categoría. A los machos les pagan muy bien y la verdad es que poco o nada han ganado a nivel mundial. Estas atletas, además, han soportado la estigmatización de dirigentes del fútbol colombiano, por la “orientación” sexual de algunas de las jugadoras.

Esa “preocupación” de los dirigentes del fútbol y de cientos de aficionados no se expresa en relación con el fútbol masculino. No. Aquí opera lo que en su momento la escritora Carolina Sanín llamó el “cacorraje nacional”, que no es otra cosa que ese pacto que entre machos funciona y con el que se busca descalificar o minimizar todo lo que hagan las mujeres, incluido, por supuesto, el fútbol y por esa vía, a las jugadoras. Que hay jugadores homosexuales, por supuesto y eso no tiene nada de perverso. Y que hay lesbianas en el mundo del fútbol femenino, pues también. Aquí lo que debe importar son los resultados y las condiciones de equidad para hombres y mujeres en términos de salarios y premios.

También deben luchar contra el lenguaje periodístico. Colegas se atreven a llamarlas “niñas”, para evitar reconocer que son atletas, jugadoras profesionales. En el partido contra las alemanas, un narrador colombiano dijo, refiriéndose a Popp, la goleadora teutona: «No vas a hacer nada hoy, muñeca. Estás bonita y todo, pero lo siento”. Ese es un típico comentario machista con el que se insiste en cosificar a las mujeres, llamándolas «muñecas», genérico que no puede usarse con todas. Si el narrador está acostumbrado a llamarlas así en su círculo social, eso no le da derecho a hacerlo con todas las mujeres y menos, con las futbolistas. Y no importa que sean del equipo rival, como en este caso.

Les pueden llamar muchachas, pero no minimizar el esfuerzo y la disciplina de quienes asumieron ese deporte como oficio y manera de vivir. Y no faltará el comentario machista que toque el asunto de la belleza, a partir de los estándares impuestos por la cultura patriarcal que les exige a las mujeres dar cuenta de esas exigencias estéticas, para el disfrute masculino. Aplausos para ese puñado de mujeres que se esfuerzan por triunfar y conseguir títulos importantes para el país, en medio de un anacrónico patriarcado y machismo.

@germanayalaosor

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