Por GERMÁN AYALA OSORIO
Comparece el expresidente Andrés Pastrana Arango ante la Comisión de la Verdad para entregar su verdad sobre el conflicto armado interno y en particular, sobre el fallido proceso de negociación del Caguán. El Espectador recogió parte de lo enunciado por el político conservador, en un titular que deja entrever el sentido de la versión que entrega a los comisionados: “Yo le aposté a la paz, las Farc fueron las que no”: Pastrana.
En perspectiva histórica, esta frase oculta un contexto que ojalá entregue en su relato. Como parte de ese contexto, aparecen estos elementos a considerar: 1. La oposición o el no acompañamiento de los militares al proceso de diálogo que se abrió en la zona de distensión. 2. La existencia de una agenda paralela que tocaba la estructura del régimen de poder, situación que invalidó de entrada cualquier posibilidad de negociación.3. El haber permitido que dentro de los 42 mil kilómetros despejados emergiera el <<Estado fariano>> dentro del Estado.
Lo cierto es que la cúpula y en general los miembros de las Fuerzas Militares, en particular el Ejército, se sintieron ultrajados cuando Pastrana ordenó que saliera el último soldado de lo que sería la zona de distensión. Indisponer de esa manera a los militares legitimó la tesis de varios generales que de tiempo atrás decían que jamás se sentarían en una mesa de diálogo con el enemigo interno. Esa postura era contraria a lo dicho por miembros del Secretariado de las Farc, en cuanto a que sentar frente a frente a los combatientes, legales e ilegales, era garantía de seriedad del proceso conducente a firmar la paz.
Haber pedido la intervención militar de Estados Unidos a través del Plan Colombia no fue justamente una expresión de la voluntad de paz que hoy expone Pastrana ante la Comisión de la Verdad. En eso miente.
De otro lado, los 12 puntos de la agenda de negociación jamás se abordaron porque Pastrana sabía del poco compromiso de actores claves del régimen político para asumir las transformaciones de fondo atadas a varios de los puntos de esa agenda de paz. Por ejemplo, tocar a las Fuerzas Armadas era un punto no negociable, tal y como luego lo pondría Santos dentro de sus inamovibles, ya en el proceso de paz de La Habana.
Creo más bien que entre el Secretariado de las Farc y Pastrana había un acuerdo tácito sobre la imposibilidad de discutir dicha agenda, pero insistieron con ella para justificar la confluencia de los intereses de las dos partes, totalmente alejados de la voluntad de alcanzar la paz. Tanto el Secretariado fariano como el gobierno de Pastrana se usaron y jugaron a engañarse. Y conectado con lo anterior, hay que advertir sobre la arrogancia y la torpeza política de la dirigencia de la guerrilla, porque al final impidieron que se avanzara en un proceso que solo llegó a ser de diálogo, pero jamás de real negociación. Y el pragmatismo de Pastrana le sirvió para borrar su error de entregar sin verificación internacional la zona de despeje, mostrándole al mundo que esa guerrilla no tenía voluntad de paz porque hizo en ese amplio territorio, literalmente, lo que le dio la gana. No vale la pena recordar los hechos que así lo confirman.
Así, la versión que hoy entrega el infantil Andrés Pastrana deberá ser examinada con especial cuidado, porque hasta último momento insistirá el expresidente en que llegó a esa instancia con voluntad de paz, pero todos sabemos que la foto que se tomó con Manuel Marulanda Vélez respondió más a un propósito electoral.