Por GERMÁN AYALA OSORIO
Los medios de comunicación tradicionales convirtieron en una obligación evaluar el desempeño de los gobiernos a partir de los primeros 100 días. En estos momentos ya deben estar preparando sesudos informes sobre las realizaciones de la administración del presidente Gustavo Petro.
Esos balances se darán en el marco de una férrea oposición mediática, muy bien articulada desde los conglomerados económicos que aseguran el funcionamiento de medios como El Tiempo, Noticias RCN y Caracol Noticias, El Colombiano y Semana, entre otros. Medios estos que fungen como actores políticos. Así las cosas, es probable que las evaluaciones de los primeros 100 días de Petro tengan el mismo tono apocalíptico que usaron periodistas y estafetas durante las pasadas elecciones. Por lo anterior, no esperemos una portada en Semana con la imagen de Petro acompañada del titular “Cien días de aprendizaje”. Esa permisividad periodística solo fue posible con Iván Duque, porque representaba a la godarria. Duque supo defender muy bien los intereses de la élite y del uribismo, asegurando la entrega del Estado a sus amigos o a quienes su jefe Álvaro Uribe le ordenaba.
A pesar de ese marco informativo adverso, y siguiendo la costumbre de evaluar al presente gobierno, a pesar del poco tiempo transcurrido, hay que señalar puntos negativos y positivos en el ejercicio del poder.
Como hecho positivo, el miedo a convertirnos en Venezuela quedó despejado: aquí se respeta la propiedad privada y el Ejecutivo no tiene capturados a los otros dos poderes públicos. En tal medida, se destaca la labor legislativa para sacar adelante dos iniciativas claves: la reforma tributaria y la paz total. Por supuesto que en la discusión y aprobación final de la ley con la que se buscaba la justicia tributaria, aparecieron los chantajes de César Gaviria, el más visible mandadero de la oligarquía criolla; también operaron los lobistas de sectores de poder económico en busca de evitar que les cobren los impuestos que corresponden para superar los graves indicadores de miseria y pobreza que agobian al país por cuenta de más de doce años de gobierno uribista.
Lo menos positivo para el gobierno y la bancada del Pacto Histórico, haber cedido en las pretensiones de recaudo: se bajaron de 25 a 20 billones, porque hubo sectores de poder que no se tocaron como el de quienes disfrutan de pensiones millonarias. Este pulso político, más que merecer una calificación, sirve solo para advertir que el grueso de la élite de Colombia es miserable, pues insiste en extender en el tiempo las precarias condiciones sociales y económicas de las grandes mayorías. De esas circunstancias siempre se han valido para sacar provecho económico y electoral.
Otro punto negativo de este gobierno está asociado a inveteradas dificultades para comunicar sus realizaciones. Es un error pensar que la mejor manera de enfrentar la adversa jauría mediática es a través de la cuenta de Twitter del presidente. En este contexto, el mandatario entiende la política como un puro ejercicio de razón, y en tal medida quizá considera que la matriz mediática se combate con ideas, no con una estrategia que visibilice y amplifique su gestión. Error es también creer que la comunicación es un asunto de jóvenes porque son los protagonistas del mundo digital.
A ello se suma la vehemencia discursiva de varios ministros que creen que aún están en campaña. Una cosa es estar convencido de los cambios que hay que hacer, por ejemplo en el sector salud, y otra mantenerse en un ambiente de confrontación, que es aprovechado por los medios capitalistas para generar miedo en los mercados. No se trata de abandonar las ideas de cambio, de lo que se trata es hacerlo sin aspavientos, dejando de lado la hostilidad discursiva. Caminando en silencio también se puede erosionar el poder.
Un punto positivo es la entrada en operación del “espejo retrovisor de la corrupción”, con el que se está desnudando al anterior gobierno y por ese camino al uribismo. Lo sucedido al interior de la SAE (Sociedad de Activos Especiales) hace parte de un plan concebido por el gobierno de Duque para torpedear el proyecto social de Petro de usar las tierras y los recursos incautados a los mafiosos en función de adelantar la reforma agraria. Desaparecer bienes o entregarlos a sus amigotes hacía parte de dicha estrategia.
El jalón de orejas que les dio el ministro José Antonio Ocampo a periodistas y empresarios que generan pánico económico, da cuenta de una violenta confrontación política entre la izquierda y la derecha, la misma que hoy todavía se manifiesta con posturas clasistas y racistas.
Insisto, 100 días de gestión apenas si alcanzan para tomarle una fotografía al ejercicio del poder. Sea como fuere, si continúan las temerarias acciones mediáticas contra el gobierno en un contexto económico mundial desesperanzador, todo lo que hagan bien tendrá poco espacio en las tribunas informativas; por el contrario, siempre las acciones que toquen los intereses de la vieja clase dominante serán evaluadas negativamente a la luz del “castrochavismo” y de la sempiterna frase: “se les advirtió…”.
@germanayalaosor