La evaluación de los primeros 100 días de gobierno se volvió una tradición, luego de que Franklin Delano Roosevelt (1933) lanzara, al comienzo del primero de sus cuatro gobiernos, su plan del “Nuevo Acuerdo” y lograra en poco más de tres meses delinear las acciones políticas, legales y administrativas que le permitieron a Estados Unidos salir airoso de las consecuencias de la Gran Depresión.
Los primeros Cien Días son una evaluación inicial del talante de cada nuevo gobierno, no sólo en Estados Unidos, sino en el resto de las democracias occidentales. Y, claro, a ello no escapan los gobiernos locales y territoriales.
Durante este periodo, la gente no está interesada en propuestas o promesas, sino en acciones. Las palabras fueron el arma de la campaña, pero la acción es el instrumento de conexión entre el gobierno y los ciudadanos. Esto implica que el gobernante está atrapado en medio de la obligación de planear, concertar y ejecutar. Y en estos tres escenarios debe ser eficaz, porque la gente está en la tarea de calificar el arranque de su gestión.
Los gobernantes que han sido exitosos, saben que en los primeros cien días hay una especie de luna de miel con los gobernados. Normalmente, la oposición da un compás de espera antes de iniciar la descarga de su artillería. Y eso hay que aprovecharlo.
En los primeros tres meses, se fija la percepción pública sobre el talante del gobierno. Por eso es tan importante que los gobiernos empiecen haciendo y no aprendiendo. Y esto se puede lograr desde el momento de la designación del gabinete, en la fase del empalme, en la planeación que debe hacerse con base en los resultados de sus antecesores y en las instrucciones que reciban los equipos.
Los equipos de gobierno no pueden llegar a aprender sobre el alcance de sus funciones. El tiempo es su peor enemigo y la calificación de la percepción pública es implacable. Con el agravante que cambiar esa percepción inicial, cuando es negativa, es costosa en términos políticos y presupuestales, y con muy pocas probabilidades de éxito.
Se debe tener presente que la gente prefiere quedarse con las primeras sensaciones, y por eso es mejor empezar con pie derecho, buscando potenciar las buenas relaciones entre el gobernante y sus gobernados. No es una tarea difícil, pero requiere dedicación, planeación, objetivos precisos y disciplina.
El gobernante debe insistir en tener victorias tempranas, con el fin de enganchar positivamente con la opinión pública. A lo que se debe agregar muy buena capacidad de comunicar de manera efectiva y directa.
Uno de los elementos cruciales en esa comunicación, es dejarles saber a los ciudadanos cuál es la realidad con la que comienza el nuevo gobierno en términos presupuestales, financieros, legales y administrativos.
Es ingenuo pensar que en 100 días se resuelven los problemas de un territorio, pero sí determinan si el gobierno tiene o no la capacidad para garantizar el cumplimiento de sus compromisos políticos de campaña.
@humbertotobon
*Estos conceptos no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional.