Diego Otero Prada es ingeniero electricista, con estudios de magister en Economía de la Universidad de los Andes, maestría en economía y candidato a doctorado en Economía de la Universidad de Pensylvania (Estados Unidos).
Con Jaime Ardila Barrera y Hernán Rodríguez creó en 1999 la corporación educativa Corciencia en Bucaramanga, en convenio con Uniciencia Bogotá, para adelantar programas de pregrado. Fue director de Corciencia en Bucaramanga de 2010 2014, año en que adoptó el nombre de Uniciencia, de la que fue rector nacional de 2017 a 2019. En julio de 2019, según dice, fue “víctima de un complot por parte de quien había sido nombrado rector encargado, Diego Tamayo, hijo del político Gerardo Tamayo”.
EL UNICORNIO: ¿En qué consiste concretamente su denuncia?
DIEGO OTERO: Uniciencia es una corporación educativa integrada por diez miembros o corporados, que funcionó de manera eficiente y pulcra en mi rectoriá, hasta julio de 2019, cuando de manera irresponsable fue nombrado rector el señor Diego Tamayo, quien saltó de la nada, sin haber sido siquiera mensajero. Todo porque les convenía a unos corporados nefastos de Bogotá. Mi denuncia concreta consiste en que, por intereses ajenos a la educación y afines a la politiquería, pusieron ahí a una persona ignorante e incompetente, para poder apoderarse de los recursos y del manejo administrativo.
¿Y cómo se manifiesta ese apoderamiento?
Lo primero que hicieron fue nombrar como Vicerrector Financiero y Administrativo a alguien que no reúne los requisitos para el cargo, un señor Jorge Gutiérrez Mera. De ahí en adelante comenzó el despiporre: se pagan seis millones de pesos mensuales a siete corporados que no hacen nada, por lo que llaman bonos pensión que aprobaron por mayoría de votos en la asamblea, más beneficios adicionales para ellos y sus hijos y familiares, el rector firma resoluciones y toma decisiones sin el visto bueno de la asamblea, regalan especializaciones a los estudiantes de Derecho sin presentar exámenes preparatorios, solo a cambio de que paguen 10 millones de pesos; cambiaron el reglamento de trabajo para perseguir a amigos míos y favorecer a su clientela política, me acusaron por comenzar con contratos de teletrabajo, que qué era eso, decían.
Espere, ¿cómo es el tema de la politización?
Pues mire, esa politización se manifiesta en que convirtieron la rectoría en la sede política de Diego Tamayo y su familia. Provocaron una masacre laboral mediante el despido de un montón de gente para nombrar familiares y políticos aliados (para esto tienen de cancerbera a la coordinadora de Talento Humano, Tatiana Ordóñez), contratan obras y asesores a dedo sin pasar por el Comité de Compras, hacen nombramientos de empleados y profesores sin concurso de méritos ni experiencia o títulos de maestría; entregan diplomas falsos en ceremonias de grado… y ahora al rector espurio le ha dado por adjudicarse los méritos de obras que no les corresponden.
¿A qué se refiere con esto último?
Me refiero a que Diego Tamayo asume como propios, como de su autoría, los registros de programas que yo hice aprobar. Eso se llama falsedad en documento. Durante mi administración hice aprobar siete nuevos programas para Uniciencia, fue un trabajo de más de dos años, hasta que el ministerio de Educación les dio el visto bueno. Cuatro de esos fueron aprobados en 2018 y tres en el segundo semestre de 2019. Esos programas fueron Ingeniería Industrial para Bogotá y Bucaramanga; Ingeniería de Sistemas, Economía y Derecho para Bogotá; Derecho para Tunja y una especialización en Derecho Constitucional para Bucaramanga. Ahora este señor Tamayo quiere apropiarse, como si fuera obra de él, de la aprobación de los programas de Derecho en Tunja, Ingeniería Industrial en Santander, la especialización de Derecho Constitucional en Bucaramanga e Ingeniería de Sistemas en Bogotá, basado en que las resoluciones de aprobación llegaron a mediados y finales de 2019. Esto no lo puede hacer gente ignorante, sin experiencia académica ni administrativa ni muchachitos desleales, llegados al poder a base de complots.
¿Y por qué el ministerio de Educación no corrige semejante entuerto?
Hasta ahora solo ha dado excusas, que eso corresponde a la “autonomía universitaria”. Increíble, el ministerio pareciera cooptado por el mismo clan politiquero de los Tamayo. Yo veo muy grave que defiendan las irregularidades que he denunciado y el asalto a las arcas de una institución educativa con el cuento de la autonomía. Aprobarse para siete corporados un sueldo mensual de 6 millones de pesos durante veinte años, sin que esa gente haga nada, es un robo a los estudiantes. Además, es deterioro patrimonial.
Usted dice que Uniciencia es la sede política de los Tamayo. Cómo es eso.
Es un hecho que lanzarán a Diego Tamayo a la Cámara en 2022, creen ingenuamente que Uniciencia es buena plataforma. Con este objetivo han nombrado a familiares y amigos políticos como docentes, asesores, administrativos y dan contratos a dedo a los amigos. Tienen a una tía Bertha, mujer bien complicada, a que nadie quería en Bucaramanga. Además de un sobrino, el papá y la mamá, asesores, contratistas, docentes… Es un verdadero desastre, han convertido a una universidad en su fortín político. Y nada les importa, son cínicos. El hijo (Diego Tamayo) salió peor que el papá, que es mucho decir. Todo eso se lo hemos mostrado al ministerio, con testigos. Pero no cejan, y ahora quieren que Diego Tamayo los represente en la Cámara. Se comenta que harán campaña con el Centro Democrático, es el partido ideal para ellos, porque el papá es bien derechista.
¿Cómo está el nivel académico actual de Uniciencia?
Buena pregunta. ¿Sabe usted cuál puesto ocupó Uniciencia en las pruebas Saber Pro? El puesto 181 entre 181 instituciones de educación superior, exceptuando las tecnológicas. Eso no había ocurrido nunca antes.
Bueno, y si el ministerio de Educación no actúa, ¿qué queda por hacer?
En el caso de Diego Tamayo, la comunidad académica debe pronunciarse y pedir su relevo por incompetente y politiquero. Ese señor no cumple los estatutos, todo lo hace a dedo., muchas decisiones no se consultan con la asamblea. Uniciencia hoy es peor que una cárcel, persiguen a los que supuestamente son amigos míos. De allá han sacado a mucha gente por eso, equivocadamente, porque creían que eran mis aliados. En toda la crisis de la pandemia del Covid 19, por orden del señor Gonzalo Téllez, acaban de destituir al asesor jurídico de Bucaramanga, el abogado Oliverio Solano, como siempre, como han hecho conmigo a base de acusaciones falsas. Y seguirán, porque necesitan puestos libres.
En administración y manejo de Uniciencia, ¿cuál es la diferencia entre los Tamayo y usted?
Yo todo lo hacía por concurso abierto. Muchos de los docentes que se nombraron por concurso, ni los conozco personalmente. Yo llamo a los estudiantes, egresados, funcionarios y exfuncionarios a que se quejen al ministerio, con pruebas, de los abusos que está cometiendo los Tamayo. Sin Bucaramanga, sin lo que yo hice en nuevos registros, Bogotá ya estaría desaparecida. Es muy triste ver que casi todos los excedentes de Bucaramanga van para alimentar a Bogotá y las canonjías de las que gozan esos señores.
Por lo que le escucho decir, ¿deduzco que a usted le gustaría volver a Uniciencia?
Ni loco, así ganara una demanda que ya presenté. Yo no estoy muriéndome por regresar a la rectoría, ya pasó mi tiempo. Habría que dejarla en manos de alguien más joven que yo, mejor preparado académicamente, con doctorado, por lo menos 20 años de experiencia académica, con perfil gerencial; no como el badulaque que hoy la preside. Una gran irresponsabilidad cometieron los corporados de Bogotá nombrando a ese incompetente de rector, Diego Tamayo, sin ninguna formación profesional, mañoso y politiquero, que es lo más grave.
¿A qué se dedica usted ahora?
Estoy muy contento escribiendo libros y artículos para El Unicornio, donde he encontrado una calurosa acogida. Además dicto conferencias, investigo, estoy de nuevo en política, soy miembro de las juntas directivas de la Academia de Ciencias Económicas (ACCE) y presidente de la Asociación Colombiana de Economía Critica (ACECRI). En lo político, mi misión es derrotar a la clase tradicional clientelista y corrupta de Colombia. En Santander, acabar totalmente con el clan Tamayo y sus aliados. Y con el uribismo, por supuesto, que ya está perdido.