Por GERMÁN AYALA OSORIO
La campaña electoral arrancó antes de tiempo y con la engañosa estratagema de la polarización, vocablo usado para ocultar lo que sucede hoy en Colombia: la consolidación y exacerbación de un discurso violento, contradictorio y confrontador por parte de quienes, instalados en la derecha, insisten en prolongar y mantener la relación amigo-enemigo que tantos beneficios políticos le ha traído al uribismo desde 2002. Con esa perversa relación se persevera en asustar incautos e ignorantes, con el ya manido fantasma del “castrochavismo”.
Sea como fuere, el miedo a perder el control mafioso del Estado obligó a la derecha y a sus candidatos a jugar a presentarse como de centro, tratando de tomar distancia de Uribe, pero también del insepulto Partido Liberal, manejado por el nefasto César Gaviria Trujillo. Ahora se trata de agruparse en un mentiroso centro, básicamente para tratar de evitar que Petro llegue a la presidencia. En un claro Toconpé (Todos contra Petro), la derecha intentará hacer posible la unión de todos los que hoy están jugando en el escenario electoral, excepto Petro.
Es por ello que Alejandro Gaviria Uribe, Federico Gutiérrez Zuluaga y Sergio Fajardo Valderrama, todos cercanos al establecimiento, hoy posan como políticos de centro, sin tener en cuenta que ese espacio cultural y políticamente no existe, pues ha sido la derecha la que históricamente ha gobernado en Colombia, sin haber permitido un diálogo respetuoso y en condiciones mínimas de seguridad y de sana competencia con los que se ubican en la izquierda democrática y en el progresismo.
Fajardo, Gaviria y Gutiérrez, bautizados recientemente como los Victorinos, son hijos del régimen político y por tanto cómplices de su consolidación. Pero sobre todo de la incapacidad de sus agentes para operar con criterios universales, desde las exigencias constitucionales propias de un Estado social de derecho. En contraste con los Victorinos de la serie televisiva, el futuro de estos tres políticos no terminará en tragedia, porque esta ya la viven millones de colombianos por cuenta de los agentes económicos y las circunstancias contextuales, que de tiempo atrás defienden el exgobernador de Antioquia, el exalcalde de Medellín y el exministro de Salud.
Mientras los nuevos “Victorinos” se toman fotos y liman asperezas propias del juego electoral, en la secta-partido denominada Centro Democrático también juegan a una consulta interna, en medio del más enorme desprestigio de la figura de su pastor y guía, Álvaro Uribe Vélez. Nuevamente, varios de los que buscan su bendición persisten en recordar el plebiscito, el mismo que ganaron con mentiras; también, volvieron a proponer el desmonte de la JEP.
Los precandidatos del Centro Democrático le están hablando a esa parte de las fuerzas militares que Uribe logró cooptar para torpedear el proceso de implementación del acuerdo de paz, con la ayuda de Iván Duque y una parte de la institucionalidad que aún sigue instrucciones del temido pastor.
Mientras en la secta-partido escogen su candidato presidencial, Uribe espera con ansias a que de los tres “Victorinos” salga el único que podría enfrentar a Petro: Alejandro Gaviria Uribe. Cuando esto último se defina, el 1087985 y César Gaviria Trujillo entrarán en acción para asegurarse de que el exrector de la Universidad de los Andes sea el presidente para el periodo 2022-2026. Cuentan desde ya con el apoyo económico del GEA, del Grupo Aval y de otros poderosos agentes económicos regionales.
Desde ya, Alejandro Gaviria debe prepararse para justificar el apoyo de estos dos barones electorales y consumados exliberales. Este dirá que lo importante es superar la polarización, el mesianismo, y que su gobierno será el de una gran convergencia para salvar al país. Es decir, Colombia regresará a los tiempos del 2002, así el exministro de Salud de Santos diga que “Colombia sí tiene futuro con sus 4C”. De sus cuatro consignas, bastante etéreas por demás, hay que decir que resultan de la simbiosis de ideas presentadas por Uribe Vélez y Antanas Mockus. La primera, el coraje (¿se hará moler por Colombia?). La segunda, la cohesión (¿social?); la tercera, la confianza (¿inversionista?). Y la cuarta, la cultura.
Una vez en la Casa de Nariño, el centro volverá a desaparecer para resucitar en el 2026.
@germanayalaosor