Botticelli nos dejó como gran herencia de la concepción de la belleza femenina del Renacimiento, su gran obra El nacimiento de Venus. Pintada entre los años 1482 y 1485, supuso un instante pictórico que sorprendió al mundo de entonces, al perfilar una mujer desnuda que nada tenía que ver con las historias sagradas de La Biblia.
A muchas mentes conservadoras y estrictamente católicas de la época, esta pintura no les vino en gracia, pero por haber sido pintada por uno de los más representativos artistas de la Academia Florentina, consiguió respeto y figuración como una obra de gran valor y belleza, a pesar de que únicamente describía el nacimiento de una figura mitológica de la cultura grecorromana, alejada de las grandes heroínas de las sagradas escrituras.
Al parecer la modelo fue Simonnetta Cattaneo, una bella mujer que también ejerció de modelo para otras pinturas de Botticelli y otros artistas de Florencia, y murió a los 26 años de tuberculosis. Esta Venus está considerada como una obra maestra de la pintura universal. Y ahora, el artista italiano Diego Cusano, reconocido diseñador que emplea los alimentos como materia prima para sus obras, nos trae esta Venus botticelliana en la que la famosa pasta italiana brota de su cabeza, convertida en cabellera dorada al estilo del gran maestro del Renacimiento. Non ci posso credere!
¿Hay algo más italiano que esta interpretación de una de las grandes pinturas surgidas de la escuela en la que el Renacimiento tuvo su mayor esplendor? La pasta, aunque algunos aseguran que fue Marco Polo quien la llevó a Italia después de su viaje a territorios de China, está muy asentada en la tradición italiana, o romana, desde al menos cinco siglos A. c.. Es decir, mucho más de un milenio antes del periplo del italiano a las tierras del Extremo Oriente a través de la Ruta de la Seda.
OLGA GAYÓN/Bruselas
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