Amparo Pontón siempre ha dicho que es la colombiana que habita en la casa ubicada más al norte del país, pues reside en la punta septentrional de la isla de Santa Catalina, pegada a Providencia. Pero ocurre que el huracán Iota le arrebató la casa, literalmente la arrancó y se la llevó, y ella aún no se explica cómo hizo para seguir con vida y poder contar el cuento.
Amparo lleva 30 años en Providencia y hoy es consciente de que debe comenzar de ceros. Ya no cuenta con su pequeño restaurante, Don Olivo, donde atendía a turistas de todas partes del mundo. En sus propias palabras, Santa Catalina quedó arrasada, y ella aún no sabe qué va a ser de su futuro, el de su marido y el de su perra, la única mascota de las que tenía que logró sobrevivir.
Gustavo Gómez de Caracol Radio publicó en su cuenta de Twitter el llamado desesperado que hacía Amparo, solicitando ayuda para la gente de la isla. Era casi que un ruego el que hacía esta comunicadora social de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá, quien antes del huracán manejaba el sistema de información de la Secretaría de Turismo de Providencia y Santa Catalina.
Ella habló con El Unicornio y contó las necesidades de los isleños tras el paso del huracán el pasado 5 de noviembre, de categoría 5.
¿Cómo fue la experiencia de sobrevivir a un huracán de máxima categoría?
Fue una experiencia única. Yo vivía en una casa en arriendo donde tenía un restaurante y se fue, todo se fue. Ahora vivo de la solidaridad de mis vecinos, que nos dieron posada desde hace 24 días. Nos habían dicho que el huracán llegaría el lunes y de día, y pensamos si es de día las cosas son manejables. Pero llegó a las 8 de la noche del domingo. Nos dijeron que nos refugiáramos donde fuera más seguro, pero a las 10 de la noche se empezó a desentejar la casa donde estábamos y fue como un efecto dominó. A la una de la mañana empezaron a entrar vientos erráticos e intensos. Ya a las 4 de la mañana se posó sobre nosotros a una velocidad de 250 kilómetros por hora y no nos soltó como hasta las 8 de la mañana, cuando logramos salir y vimos una ola que calculamos era mayor a los ocho metros y que pasaba por encima del manglar. Eso acabó de arrasar con todo a su paso, empezaron a volar los botes, los motores, las tejas, y eso es lo que aún estamos recogiendo.
¿Cuándo llegó la primera ayuda?
Los primeros que llegaron fueron de la Armada Nacional. Sin ellos no estaríamos contando el cuento. Ellos se pusieron al frente de la recolección, no solo de basura, sino de escombros, porque Santa Catalina quedó arrasada. Aquí no quedó nada, si acaso unas construcciones como en la que yo estoy, pero muy terriblemente afectadas, ahí vivimos cinco familias. Permanecimos incomunicados nueve días, gracias a la Armada nuestros familiares tanto en Colombia como en Francia supieron que estábamos vivos. Con un almirante pudimos comunicarle a nuestra familia que estábamos vivos. Fue un verdadero desastre, no me explico cómo estamos vivos.
¿Qué les dijo el presidente Duque cuando estuvo allá después de la catástrofe?
El Presidente vino y habló de la reconstrucción, habló de la reparación y arrancó el proceso, pero es un proceso muy complejo y muy complicado. Por ejemplo, en en lo de las ayudas: no hay nada más lindo que a uno le pueda llegar alguna ayuda del continente, pero eso ha sido imposible. Todos los corredores humanitarios están copados, no hay espacio para enviar nada desde cualquier ciudad. Si nos van a enviar algo lo toman como una donación y cuando llega -si es que llega- lo reparten, no sé bajo qué criterio. A mí solo me ha llegado una cajita de un pariente con un par de zapatos, porque duré diez días sin zapatos. Solo me quedaron mis papeles y un computador, fue todo lo que pude salvar. Y de ahí en adelante no ha podido llegar nada, porque los corredores comerciales cobran cifras astronómicas. Desde San Andrés ayer unos vecinos trajeron unas tejas termoplásticas, cada una de 250.000 pesos y más o menos 30.000 pesos el flete. Y tienen que esperar un espacio en los barcos para traerla. No me quejo de las ayudas de mercados, ni del agua, los tanques están funcionando, ayer vinieron a llenar el tanque de Catalina. Pero los apoyos que podríamos recibir de manera privada, no llegan. Eso te hace la vida mucho más difícil y, sobre todo, más triste.
¿Cómo es ahora para ustedes un día en Santa Catalina?
El día a día de nosotros es trabajar, de sol a sol. Seguimos recolectando basuras y escombros, el barco de la Armada ya ha hecho cuatro viajes llenos de escombros y todavía no se ve a Santa Catalina limpia. Ayer se metieron en la montaña que va hacia el fuerte y encontraron mi lavadora, el huracán la golpeó de manera inclemente.
¿Es cierto que tenían que inscribirse en una página web como damnificados?
Es cierto, pero no lo sabíamos. Y hace unos días nos dijeron que teníamos que estar dentro del Registro Único de Damnificados. Yo intenté entrar a la página que la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo tiene para el efecto, pero no pude. Cuando llegamos nos dijeron que la alcaldía había destinado personas para censar a la población. Nos dijeron que hay un 70 por ciento del censo ya hecho en Providencia y que el otro 30 por ciento se tenían que acercar al aeropuerto, a la carpa donde está la Secretaría de Desarrollo Comunitario, y ahí verificar si estábamos censados o no. Y si no lo estábamos, entonces inscribirse. En el caso de Santa Catalina nos dijeron que nos quedáramos aquí, que nos venían a censar porque la movilidad entre Santa Catalina y Providencia es casi imposible. Aquí estamos esperando a que nos vengan a censar.
¿Cómo era antes la situación de ustedes, con las limitaciones por la pandemia?
Nosotros sufrimos nueve meses de pandemia encerrados. Estábamos listos para abrir, con la Alcaldía se trabajó duro para recibir a los turistas, y ya se había determinado que para la segunda semana de noviembre todo estaba listo para recibir turistas. De hecho habíamos atendido a algunos, que salieron de la isla días antes del huracán. En cuanto al Covid a mí me han hecho dos pruebas que han salido negativas, pero convivo con gente que es positiva. Estamos desarrollando una inmunidad de rebaño, por lo menos aquí en Santa Catalina. Se han presentado casos, pero ninguno fatal.
¿Y cómo están las opciones de vivienda?
Hicieron dos casas que ya son vivibles, los que la habitan dirán cómo se sienten ahí. Uno las ve y dice están lindas, pero, ¿serán para el futuro? Un experto en huracanes decía que cuando un huracán encuentra un buen camino, este se repite. O sea, estamos a siete meses de que se repita este chiste. Aquí hay un régimen de vientos duros, el que nos golpeó no tiene precedentes desde 1961 hasta donde he sabido.
¿Cómo se encuentra el abastecimiento de agua potable?
Al principio no teníamos agua potable y la Armada Nacional nos ayudó a llenar unos tanques, yaparte de eso nos llegó mucha agua en botellas y en bolsas. Eso está muy bien, pero tiene un impacto ambiental duro, aunque bienvenida esa agua. Después se han puesto 26 tanques de 1.000 y 2.000 litros alrededor de Providencia, que están siendo llenado dos veces al día con agua tratada. Es agua potable. Hay que tener en cuenta que en enero se viene una sequía que va hasta junio o julio, que es cuando no vemos una gota de agua. Y ya no hay techos para recoger el agua lluvia, así que la preocupación es grande.
¿Es cierto que hay gente oportunista que quiere quedarse con terrenos en las islas, aprovechando la tragedia?
Es verdad. Una de las cosas que dijo la doctora Susana Correa, designada gerente para la reconstrucción, es que se va a paralizar la compra y venta de tierras, porque en río revuelto ganancia de pescadores.
¿Cuál es su llamado al Gobierno?
Yo he pedido ¡que nos escuchen! Que no nos vengan a decir qué pasó porque sabemos perfectamente qué pasó. Que no nos vengan a imponer lo que ellos piensan, ¡qué nos escuchen! Solo nosotros sabemos lo que queremos y para dónde vamos. Aquí no hay héroes, aquí todos perdimos. Que nos ayuden. Y sobre todo que nos digan la verdad. No se trata de mostrar resultados, que no nos vengan a decir que todo está bien cuando no lo está.
Una de las atracciones turísticas más conocidas es el llamado Puente de los Enamorados que une a Santa Catalina con Providencia. ¿Cómo quedó ese puente?
Ese puente ya no existe.