Por JORGE SENIOR
La profusión de noticias supuestamente científicas inunda los medios y las redes por doquier. Eso debería ser un buen signo. Aparentemente, esa disparada que se ha pegado el cubrimiento de la novedad científica debería producir ciudadanos más y mejor informados. Y la cultura científica masiva debería estar brillando en todo su esplendor. Lamentablemente el efecto real parece ser todo lo contrario.
En medio de toda esta barahúnda noticientífica que viene sobre todo desde los días de la pandemia, la ciencia ha visto golpeada en su imagen, al ser distorsionada su percepción y horadado su prestigio por la pésima gestión de la información que hacen los medios en competencia con las redes sociales, en el nivel más bajo imaginable. Así como lo está leyendo, estimado lector: sostengo que el periodismo está perjudicando a la ciencia y, por tanto, a la sociedad que hoy depende de ella.
La masificación de Internet cambió las reglas de juego del periodismo. La prensa de papel solía tener en cada país los inevitables tabloides amarillistas, pero ante todo poseían un predominante sector de periodismo serio y prestigioso que cuidaba con celo su credibilidad. El periodismo amarillista no se basaba en la verdad ni en la credibilidad, sino en el morbo, el entretenimiento y la espectacularidad. El surgimiento de las redes sociales y los smartphones de bolsillo generaron un omnipresente mercado de la atención, objeto de una competencia desenfrenada por los clics, los likes y los “vistos”. La vieja prensa se vio en peligro de extinción y se adaptó al nuevo juego, a costa de mandar para el carajo la seriedad y la credibilidad de otrora. Los grandes medios montaron versiones digitales parcialmente gratuitas, pero saturadas de avisos publicitarios que asaltan al lector, y se entregaron por completo al amarillismo sin tapujos.
En ese contexto las noticias relacionadas con la ciencia, ligadas a lo extraordinario por su naturaleza, resultaron ser una cantera fácil para crear clickbaits (títulos mentirosos que actúan como anzuelos) y convertir lo serio en un número de circo apetitoso para la galería. Lo importante es atrapar lectores, generar comentarios y reacciones cuantificables para vender publicidad, que es la médula del negocio.
Una vez se genera esa dinámica, las propias fuentes de información entran en el juego. Cuando no es que los medios se dejan instrumentalizar por los estafadores, especialistas en descrestar al público y vivir del cuento, entonces se trata de las propias instituciones supuestamente serias que igual buscan ser centro de atención y sacar provecho del rating. Así vemos en estos días el tremendo despliegue sobre ovnis y extraterrestres producido por un revoltijo de protagonistas que mezcla en santa alianza a personajes estrafalarios, negociantes de la mentira, con la NASA, el Congreso de Estados Unidos y el de México. Todos a una, como en Fuenteovejuna, creando falsas expectativas sobre supuestas “pruebas” de visitantes extraterrestres, tan burdos como los muñequitos de las películas “Hombres de negro”. Información confusa y difusa que circula de manera profusa, para beneplácito de toda la industria de la información y la desinformación.
O vayamos a un ejemplo cercano. El periódico El Tiempo se supone que es el medio escrito más importante de Colombia. En la reciente encuesta no aleatoria de Cifras y conceptos aparece como el medio escrito más consultado por los “líderes de opinión”. Sin embargo, El Tiempo viene cayendo en barrena, principalmente en su versión digital gratuita, publicando todo tipo de “información” basura donde se mezcla lo sobrenatural o mágico con lo que se supone es científico.
Por ejemplo, le dan gran despliegue a las “superlunas” azules, rojas, amarillas, verdes y todavía le falta la luna fucsia. En el origen de la noticia hay un evento astronómico común, pero educar sobre eso no les interesa. Y posiblemente a la masa que los lee tampoco le interesa aprender. Entonces implementan el truco de convertir un evento anodino en algo supuestamente espectacular, con fantásticas connotaciones mágicas y que se presta para rituales de sanación, buena suerte o lo que sea.
El 6 de septiembre El Tiempo anunció que “científicos descubren planeta similar a la Tierra escondido en el Sistema Solar”. ¡Mentira! No se trataba de un descubrimiento sino de una hipótesis basada en simulaciones de computador. Poco antes, el 31 de agosto, anunciaron que “científicos revelan que el objeto interestelar del Pacífico tiene material extrasolar”. El asunto da un poco de risa, porque es de Perogrullo que si de verdad es “interestelar” entonces debe tener “material extrasolar”. La realidad de la noticia es mucha más parca y vieja. El supuesto objeto no es tal, sino un meteoro detectado en 2014 con una velocidad tan alta que sugiere que podría ser de origen interestelar. Pero nunca se ha encontrado el objeto que El Tiempo asegura puede “cambiar la vida en la Tierra” (dicho en otro artículo el 12 de agosto). Un famoso científico descrestador aprovechó el dato para desplegar una espectacular expedición con bombos y platillos (no voladores) y ahora dice haber encontrado unas esférulas (bolitas) con una combinación de metales poco frecuente que, según él, serían de fuera del Sistema Solar. Y en medio de la perorata suelta frases que inducen a pensar que no sólo son “extrasolares” sino además artificiales, o sea de tecnología alienígena de película. Este mismo científico aparece en otras historietas de extraterrestres. El Tiempo traga entero.
El 16 de agosto El Tiempo titula: “Científicos encuentran partícula del demonio”; pero no se trataba propiamente de una partícula y lo del “demonio” fue un apodo de cuando fue teorizada y ahora cae perfecto para vender publicidad. Y así se la pasan, buscándole el lado superficial a lo serio, pues es lo superficial lo que vende. Desafortunadamente esto no es problema exclusivo de El Tiempo, sino una epidemia de amarillismo que se ha apoderado del periodismo científico, para mal de la ciencia.
Otras noticias serias han sido mal manejadas, como la de los científicos que “detuvieron la luz”, la del núcleo terrestre que reversó su rotación (falso, es una tergiversación), los rayos gamma del Sol, el muón g-2, superconductores a temperatura ambiente, la duplicación de la edad del universo o la que expliqué más a fondo en la columna Sexo, mentiras y Big Bang.