Por VÍCTOR DE CURREA-LUGO*
A mediados de agosto, la temperatura que sentimos en las ruinas de Babilonia era de 47 grados centígrados. Pero el problema no era ese calor de agosto en Oriente Medio y que parecía derretir las palmeras, sino el muy caliente momento político.
Los vuelos de salida estaban (e imagino que seguirán así) en completo desorden y los expertos decían que el cielo iraquí estaba lleno de drones. Los creyentes chiíes llegaban ya en millones a la ciudad de Karbala a conmemorar el “arbaín”, mientras las brigadas iraquíes continuaban sus acciones como parte del eje de la resistencia.
Todo gira, como se sabe, sobre el genocidio en curso, lo que recuerda la famosa frase de que no habrá paz en el mundo hasta que haya paz en Oriente Medio y esta no la habrá hasta que la haya en Palestina.
Las tensiones actuales tienen varias áreas de lectura: la agenda del conflicto palestino-israelí, las tensiones regionales y las repercusiones mundiales. Frente a lo primero, recordemos que este conflicto, hoy manifestado en forma de genocidio, tiene, además, una agenda propia, aunque no deja de reflejar intereses regionales y mundiales.
Claro, ningún conflicto es único, a pesar de que ese síndrome (de llamar a mi conflicto “único e irrepetible”) lo he escuchado de birmanos, de kurdos, de sudaneses y de colombianos. Todos tienen elementos comunes, pero también particularidades.
Los asentamientos israelíes no son exactamente novedosos, hacen parte de un modelo de colonización; de la misma manera en que las prácticas genocidas de Israel en Palestina retoman las prácticas de los nazis.
Pero esas similitudes no pueden llevarnos a creer que todo se explica desde un modelo de conspiración o a negar las particularidades, sin permitir matices. Ese afán de igualar nos lleva a conclusiones erróneas: que en Irak no haya armas de destrucción masiva, no quiere decir que en otras partes de Oriente Medio no las haya. Precisamente, parte del reto es leer las diferencias dentro de cada actor.
Israel
Israel no es monolítico, nunca lo ha sido. Pero es necesario reconocer las diferencias frente al modelo económico interno (tensión entre la llamada izquierda israelí y la derecha), frente al papel de la religión en el Estado (entre algunos judíos liberales y los ortodoxos) y frente a los palestinos.
Es un error pensar que la sociedad israelí está en contra de Netanyahu y de sus políticas. Las marchas critican la mala gestión de la guerra, no la guerra en sí; las marchas por la liberación de los detenidos por Hamas no necesariamente plantean un fin de la guerra, sino una salida a la crisis de los rehenes; los demás sectores no son menos sionistas que Netanyahu.
En resumen, el sionismo sigue marcando la lógica política de la sociedad israelí. Leer solo la sociedad israelí de las marchas no permite ver la sociedad que desde sus casas continúa apoyando el proyecto sionista.
La capacidad de Israel está golpeada en lo político, lo social, lo económico y lo militar. Después de 10 meses, sigue sin controlar Gaza; y ante los ataques de Irán y de Hizbollah ha tenido que disminuir su accionar en Gaza, lo que significa su incapacidad para luchar en dos frentes al tiempo.
En lo internacional, la humanidad entendió, por fin, que una cosa es antisemitismo y otra antisionismo; Israel está perdiendo la batalla mediática. En lo jurídico, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) declaró ilegal la ocupación y se apresta a dar órdenes de captura contra la dirigencia israelí.
Parece que su única opción es regionalizar la guerra y, por la misma vía, arrastrar a Estados Unidos al campo de batalla. Sin esa opción, lo que se observa es un desgaste del proyecto sionista con pérdida de territorio en el norte, daño económico, una marcada emigración y la falta de proyecto.
La resistencia Palestina
La resistencia palestina superó, por lo menos mediáticamente ante muchos sectores, el eslogan de “terrorismo”. Unos 14 grupos siguen unidos, tanto en el campo de batalla, como lo reflejan los partes de guerra, como en la mesa de negociación. Hoy, los voceros de los grupos más numerosos (Hamas y Jihad Islámico) insisten en que la unidad es el camino.
Fuentes israelíes reconocen no solo que Hamas está vivo, sino que tiene una capacidad de regeneración de las estructuras militares que han sido golpeadas. El genocidio en curso produce, entre otras cosas, un espacio para mayor reclutamiento de grupos de la resistencia.
Queda también claro que Hamas no pensó esta fase de la guerra como algo de un día; la red de túneles, la fabricación de armas y municiones, la organización durante varios años, el constante envío de cohetes y de realización de embocadas, todo esto apunta a que Hamas y los demás grupos estaban listos para una guerra que se mediría en meses y no en días.
En Cisjordania, otra parte de Palestina ocupada, las expresiones de resistencia armada han sido menores y menos constantes, pero en todo caso relevantes. La respuesta militar de grupos palestinos a las incursiones de diferentes poblados (Jenin, Tulkarem, Tubas, Jericó, Nablus) no es despreciable.
Y, lo más significativo, la internacionalización de la respuesta militar. Hoy no se pueden leer las acciones de los palestinos sin mirar sus aliados en el Líbano, Irak, Siria, Yemen y, por supuesto, Irán.
* Tomado de Victordecurrealugo.com