Por GERMÁN AYALA OSORIO
En el ejercicio de la política se suelen poner en juego la lealtad y la ética, que para el caso colombiano vienen contaminadas por el ethos mafioso. Bajo esas circunstancias, lealtad y ética terminan pareciéndose a las que exhibieron sin pudor narcotraficantes, testaferros y traquetos en los 80 y 90.
En ese mismo juego de intereses y mezquindades que rodea el ejercicio electoral de la política, las buenas costumbres sucumben ante figuras mesiánicas y hombres recios, capaces de dar en la cara… o de pegar tiros…, a los que es mejor no contradecir y mucho menos abandonar.
Desde precandidatos, candidatos, pasando por carga maletas y voceadores, todos de muchas maneras quedan engrillados a los intereses de las campañas. Esto por supuesto les resta autonomía y supone la pérdida de la autoestima. En particular cuando saben que su aspiración es un mero distractor político-electoral, lo que los eleva a la condición de comodines políticos.
En la actual campaña electoral el caso más emblemático de pérdida de la autoestima, es el de Óscar Iván Zuluaga (OIZ), candidato único del Centro Democrático (CD). Lo de candidato “único” es una mera formalidad, pues ya se sabe que el dueño de esa secta-partido apoya a Federico Gutiérrez, al tiempo que espera paciente a ver qué sucede con personajes como Álex Char y Rodolfo Hernández. Lo de Fico se explica no porque este sea más inteligente o esté mejor preparado que Zuluaga. No, la cosa es mucho más simple: porque es tan antioqueño, tan nea, vulgar, patán y mal hablado como el Innombrable.
La caricatura de Matador con la que ilustro esta columna representa muy bien lo que sucede con la campaña del devoto Óscar Iván Zuluaga: como obediente perro fiel, ve con total pasividad cómo dentro del CD su aspiración se asume como un distractor. Esto permite confirmar la indignidad que acompaña al exministro de Hacienda. Zuluaga se prestó para ser el comodín de su patrón porque construyó con él una relación patronal en la que le debe esta vida y la otra, justamente por haberle dado un lugar en la política nacional, con todo lo que ello implica en términos económicos y de reconocimiento público.
Así es la política electoral, dirán algunos. Si, claro que así es, pero no sería posible que así fuera sin la escasa altura ética de políticos como Zuluaga, o de una probada lealtad, muy parecida a la de los traquetos y “lavaperros” que operaron en ciudades como Cali, Medellín y Bogotá.
El caso de OIZ debería servir de ejemplo para comprender que antes de guardar lealtad a un patrón, se requiere de una estructura ética lo suficientemente fuerte para evitar ser llevado como si se tratara de una pancarta, un títere o un maniquí. El Innombrable tiene la experiencia de haber manejado a sus anchas a Iván Duque y al propio Zuluaga. Intentó hacer lo mismo con Juan Manuel Santos y este, por linaje y por una ética de clase superior, supo sacudirse y tomar distancia del Gran Capataz. Muy seguramente, de llegar Federico Gutiérrez a la Casa de Nari, Uribe sumaría un reconocimiento más: sería el Gran Titiritero. De la ética de Fico ya tenemos pistas, bastaría confirmar hasta dónde le llega su lealtad hacia el ya disminuido patrón.
@germanayalaosor