Pacificar a Colombia, «por las buenas o por las malas»

Por GERMÁN AYALA OSORIO

En perspectiva histórica, pacificar a Colombia ha sido para guerreristas y pacifistas el propósito más importante. Para los primeros se trata de un objetivo inmoral, pues con sus violentos métodos de pacificación buscaron, además de eliminar las guerrillas, la desaparición física y simbólica de defensores de derechos humanos, de militantes de izquierda y de librepensadores. Por el contrario, para los pacifistas el propósito devino siempre ético y humanizador, pese a las críticas de los amigos de los guerreristas por las amnistías propuestas.

La otoñal búsqueda de la paz, por las buenas o las malas, tiene hoy al país sumido en interminables discusiones que tocan a la Paz Total que busca el presidente Gustavo Petro, exmilitante del M-19, que se enfrentó al Estado. La paz por las buenas parece quimérica, por la torpeza política de la dirigencia del ELN al no saber leer el momento histórico que atraviesa el país. A esa incapacidad se suman las de los comandantes de las llamadas disidencias de las Farc y la Segunda Marquetalia, figuras anacrónicas cuyo accionar solo sirve para producir más víctimas y para legitimar las aspiraciones de los sempiternos guerreristas, quienes por esta vía seguirán intentando regresar al poder, con la idea de pacificar al país por las malas.

En la mesa instalada con el ELN y en las que se instalen con los demás grupos al margen de la ley, hacen falta los Señores de la Guerra. Mientras que a los artífices de la paz por las buenas les dan premios y reconocimientos, los señorones de la Guerra amasan fortunas por el incremento en las ventas de armas y pertrechos militares.

El presidente Petro dijo que hay que ir detrás de los narcotraficantes de saco y corbata, en lugar de perseguir a campesinos cocaleros y a uno que otro traqueto. Bueno, lo mismo hay que hacer con los Señores de la Guerra y sus peones, los guerreristas. La inteligencia del Estado debe ponerse en la tarea de identificar a quienes de tiempo atrás manejan en Colombia el lucrativo negocio de la guerra. De igual manera, develar las relaciones económicas y políticas que sostienen con los guerreristas que por años y bajo el discurso de la Seguridad Democrática lograron desplazar a más de siete millones de colombianos y concentrar la tierra en pocas manos, gracias a los paramilitares que arrebataron más de seis millones de hectáreas a campesinos inermes.

Por supuesto que a esos esfuerzos locales por alcanzar la Paz Total deben sumarse varias agencias de Estados Unidos, comprometidas económica y políticamente con las dinámicas del conflicto armado interno colombiano, en las que el narcotráfico y la circulación de armas y pertrechos militares son factores que justifican la existencia de la DEA y el FBI.

El gobierno de Petro debe buscar apoyo internacional para apresar a los narcos de corbata y a los Señores de la Guerra, locales e internacionales, pues son estos a los que les conviene que todo intento de pacificar el país por las buenas fracase con rotundo éxito, valga el retruécano.

El objetivo máximo de la Paz Total no está en instalar mesas con todos los actores generadores de violencia. Por el contrario, su mayor logro será cambiarles las circunstancias contextuales a los Señores de la Guerra. Y para ello, se requiere construir un sólido y amplio aparato productivo (industrializar al país), un cambio cultural en las élites o un cambio de élites y la confiscación de las fortunas de quienes convirtieron al país en el más grande moridero del planeta. 

@germanayalaosor

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