Pacto Histórico: alto, rápido y fuerte

Por YEZID ARTETA*

“La política es como la tripa, debe oler a mierda, pero no demasiado”. La expresión sale de la boca de un gitano integrante de la mítica Banda de los Lioneses, una organización criminal que en los años setenta hizo de las suyas en el distrito de Lyon, Francia. Ocurre en Les Lyonnais, un filme policiaco rodado por Olivier Marchal, un director que sabe muy bien de dónde vienen los tiros, puesto que llevó el uniforme de la gendarmería francesa durante muchísimos años. La política, Viejo Topo, no es tan limpia como lo piensan los utopistas, ni tan sucia como lo expresan los taxistas colombianos, mientras te llevan a tu lugar de trabajo. En la política hay gente esplendorosa y gente miserable.

Miserables como los que urdieron el entramado de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD). Esplendorosos como los que no cayeron en la telaraña, ni se vendieron por treinta monedas. Corrupción es el sustantivo más empleado por los colombianos. Hasta los condenados por corrupción lo utilizan alegremente, mientras destapan una botella de güisqui en el pabellón de empleados públicos de La Picota. Si las paredes de esa penitenciaría hablaran, hasta los santos del país arderían en el infierno. Bien hizo el presidente Gustavo Petro el pasado 20 de julio en comenzar su discurso ante el legislativo en pleno, pidiendo perdón por el affaire Olmedo. «Yo fui el que lo puso ahí», dijo el presidente. En Colombia hay que ir con mucho cuidado porque desde cualquier despacho salta una liebre.

Dicho esto, vamos al Pacto Histórico. La fracción parlamentaria del Pacto se reunió para echar una mirada a los dos años que pasaron y los dos que restan. Dos años aprendiendo. Quedan dos años para poner en práctica lo aprendido. Con humildad. Sin arrogancia y espantajopismo. Saliendo de la burbuja del Congreso y los carros blindados. Comprando los huevos y las verduras en la tienda del barrio. Tomando, una que otra vez, el transporte público para medirle la temperatura al pueblo. Ir por la calle con el perrito como lo hace el ciudadano de a pie. Escuchando y hablando menos. La política hoy transcurre básicamente en las redes, pero es bueno tomar el pulso de la realidad para luego llevarlo a la virtualidad. No al revés. 

El mundo del Pacto Histórico discurre por dos canales. Por uno van los viejos y por el otro los jóvenes. Viejos mañosos y tercos que abogan por la tradición. Jóvenes rendidos a lo identitario y estético. La hija que amenaza a los padres con irse de la casa. Raramente se juntan. Sólo cuando Petro los convoca a la calle. Los eventos de adultos son buenos por la camaradería, los de jóvenes por la alegría y la ropa que lucen. Petro, hay reconocérselo, juntó estos dos mundos, empero no podemos dejárselo todo al man. Son otros y otras las que tienen que tirar del carro de cara al 2026. Sin la confluencia de estos dos mundos es imposible darle continuidad al proyecto del Pacto Histórico.

La hoja de ruta, Viejo Topo, aprobada por los congresistas del Pacto es acertada. Diálogo, unidad, control político y la relación con el gobierno y los movimientos sociales. Agregaría algo más: nombramiento de voceros para dirigirse a la opinión pública. Una sola voz en nombre de todos permite orientar a los propios y a la opinión pública. Propugnar por el entendimiento con todo el arco político del país —Acuerdo Nacional— de cara a las reformas e implementación de los acuerdos de paz, es el camino menos accidentado. Involucrarse de carne y hueso, junto con el funcionariado del gobierno, en las políticas públicas, la reactivación económica y las reformas sociales, es una obligación con los electores y el país. Sobre el impulso a una organización política unitaria del Pacto Histórico, como indica la declaración del 22 de julio, me referiré en la próxima columna.

Más rápido, más alto, más fuerte. Gloria a los deportistas colombianos que nos representan en los Juegos Olímpicos de París. 

@Yezid_Ar_D

* Tomado de revista Cambio Colombia

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