Países de América Latina con la sombra del fraude electoral

Redacción de Pares, en alianza con El Unicornio

Ha pasado una semana desde que en Venezuela se realizaron las elecciones presidenciales. La demora en las actas, las intervenciones a la sede electoral de María Corina Machado, la persecución que ha terminado con más de cien colaboradores cercanos a la candidata opositora en la cárcel, han sembrado la duda sobre los resultados entregados por el Consejo Nacional Electoral (CN) de Venezuela que daban como ganador en las elecciones presidenciales a Nicolás Maduro.

Esta situación está lejos -muy lejos- de ser el primer escándalo por fraude en nuestro continente. En Colombia, el 19 de abril de 1970 nos acostamos creyendo que había ganado el general Rojas Pinilla, candidato de la ANAPO, y después de un apagón, amaneció elegido presidente el conservador Misael Pastrana Borrero. Siempre existió el rumor de que se habían robado las elecciones, pero este se hizo tangible cuando Carlos Augusto Noriega, ministro de gobierno de Carlos Lleras Restrepo, en un libro escrito 28 años después contó toda la verdad. Él, junto al entonces ministro de comunicaciones Antonio Díaz, prohibió emitir información sobre los resultados de las mismas hasta el informe final, debido a que se estaban desatando protestas por los partidarios de Gustavo Rojas Pinilla, del partido Alianza Nacional Popular (ANAPO).

El libro del ‘Tigrillo’ Noriega, como le decían, se tituló Fraude en la elección de Pastrana Borrero. Y en él dejaba claro que el descontento popular que generó tal robo incentivó la lucha armada, no sólo porque a raíz de estos hechos surgió el M-19 sino, porque “el fraude en la elección del doctor Pastrana, aquel 19 de abril, las guerrillas revolucionarias ya existentes y ésta nueva (refiriéndose a la aparición del M-19), lo entendieron como perentoria advertencia de que aquí, entre nosotros, el poder para poner fin a un orden injusto no se alcanza con votos sino con balas. Este episodio electoral del 19 de abril le ofreció material ideológico de remuda a los movimientos subversivos que asolaban al país y lo siguen asolando”.

La sombra del fraude acompañó al Perú en el año 2000. Alberto Fujimori se había aferrado al poder con sus garras de acero. La Constitución del Perú sólo permitía una reelección pero como tantos otros aspirantes a dictadores de Suramérica quiso cambiar la carta magna. Se lanzó a un tercer mandato y ganó en una segunda vuelta con un 51% de los votos. Un año después el entonces jefe de la misión de observadores de la OEA determinó que Fujimori había ganado a través de un fraude. Toledo sería declarado ganador.

En 2006, en México, Andrés Manuel López Obrador, un político de izquierda que soñaba con romper la hegemonía del PRI, pero se le cruzó en el camino el conservador Felipe Calderón. Las encuestas daban como ganador a AMLO pero al final terminaría perdiendo por un margen estrecho, 216.821 votos. El dirigente de izquierda, quien es el actual presidente de México, movilizó manifestaciones en la capital. Poco tiempo después un historiador llamado José Antonio Crespo denunció lo siguiente: «hubo muchas actas electorales con errores aritméticos (más de 81.000), no conocemos con certeza quién ganó, porque la cantidad de votos irregulares contenidos en tales actas fue mayor que la distancia entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador».

En Honduras, en 2017, el líder conservador del Partido Nacional, Juan Orlando Hernández, fue declarado por el Tribunal Supremo Electoral como presidente por un nuevo periodo más. El margen con el que le ganó a su rival, Salvador Nasralla, no pudo ser más estrecho, 50 mil votos. Lo curioso es que Nasralla iba ganando por cinco puntos hasta antes de arrancar un reconteo que estuvo lleno de inconvenientes como cortes de luz y fallas en el sistema. Fue un resultado ampliamente discutido.

Ese mismo año, 2017, en Nicaragua, la abstención a las elecciones electorales superó el 70%. Pero el fraude a favor de Daniel Ortega fue todavía más descarado, más frentero: tan sólo les bastó anular a su rival, Luis Callejas. Ortega sigue mandando en Nicaragua.

En Venezuela la tensión no cesa. Maduro, metido en su mundo paralelo, desoye las advertencias del secretario de estado Antony Blinken y -el mundo al revés- le hace una serie de exigencias a los Estados Unidos para reestablecer el diálogo. Las actas no aparecen y la angustia no para de crecer.

* Foto de portada, tomada de Pares.com.co

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