¡París es una fiesta!

Por EDILBERTO MUÑOZ VILLARREAL*

Parodiando la novela de Ernest Hemingway, París era una fiesta para los simpatizantes del uribismo residentes en el exterior que hasta antes del estallido social no percibían que también son víctimas de ese complejo problema social de Colombia, inmerso en un conflicto alimentado de narcotráfico, que los obligó a abandonar el país. El éxodo de colombianos ha sido uno de los más grandes del planeta, calculado en 10 millones de personas, en un proceso migratorio que lleva más de 40 años.

Hoy, somos los colombianos ubicados en la orilla política contraria al uribismo los que orgullosos decimos París es una fiesta. Con mi buen amigo Gustavo Petro tengo muchas anécdotas en la Ciudad Luz. La primera vez que lo vi aquí, venía a un encuentro en la Maison de l’Amérique Latine. Me pidió un huevo cocido, porque llevaba varios días sin comerse uno. “Me encantan los huevos cocidos”, nos dijo a José Ramírez y a mí; los preparé en mi pequeño apartamento y se los llevamos, y terminamos tomándonos un café en el barrio de Saint Germain Des Pres.

Ya como precandidato presidencial, nos vimos entre 2009 y 2010.  Cuando ganó la Alcaldía de Bogotá en 2012, fui invitado a su posesión. Lo acompañamos de nuevo para su segunda aspiración a la presidencia en 2018. Luego, cuando lanzamos al mundo la caminata desde París hasta la Corte Penal Internacional (CPI) en La Haya, salimos el 28 de marzo del 2019 y el 5 de abril culminamos la última etapa, en compañía de más de 1.700 colombianos, hombres y mujeres llegados de los rincones del planeta. ¿Para qué semejante viaje a pie? Para pedir la apertura de procesos penales por los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos durante los gobiernos Uribistas.

La última vez que nos encontramos, fue en agosto de 2019. Gustavo vino de vacaciones, plan familiar y algunas actividades políticas con la colombianidad de París, aprovechó para visitar a los compatriotas desalojados de una ocupación ilegal en Saint-Ouen.

La primera vez que lo vi en París, me pidió un huevo cocido, porque llevaba varios días sin comerse uno. “Me encantan los huevos cocidos”, nos dijo a José Ramírez y a mí; los preparé y se los llevamos, y terminamos tomándonos un café en Saint Germain Des Pres.

Después llegó la pandemia. Contagiado por el virus, pasé cuatro meses de hospitalización, dos de ellos en coma inducido. Perdí 38 kilos y fui sometido a un lento proceso de recuperación, porque había perdido hasta la fuerza para caminar. Todavía continúo la terapia. Postrado en cama no me faltó el mensaje de apoyo de Gustavo desde Colombia, como los lazos de afecto de muchos colombianos que desde diferentes rincones del planeta me acompañaron. Hoy, gracias a esas intermediaciones, estoy escribiendo este relato.

Ya en la campaña electoral 2022, luego de haber sido precandidato por los colombianos en el exterior para la circunscripción internacional, no pude llegar a tiempo a Barcelona, donde Petro oficialmente lanzó su candidatura. Tampoco pude viajar a la posesión del 7 de agosto, y pensaba que ya siendo presidente sería muy complicado volver a tener una de esas charlas tan elocuentes y pedagógicas que le escuchaba mientras recorríamos las calles de París en sus visitas, cuando le acompañaba a cumplir con sus apretadas agendas.

Pero llegó el COP27 y con ello, visita oficial a París, para estar en el Foro Mundial por la Paz y encontrarse con líderes mundiales. El evento comenzó con un conversatorio en L’Ecole des Sciences Politiques, a la que acuden estudiantes de muchas nacionalidades que ocuparán cargos de dirigencia en sus respectivos países. Esto ocurrió el miércoles 9 de noviembre a las 5 de la tarde, hora parisina.

Llevo 23 años asilado en Francia y ni en los mejores años de gobierno de Álvaro Uribe vi un recibimiento a un mandatario colombiano con tanto afecto, carisma y entusiasmo como el que vivió nuestro presidente. Diferencia abismal con Iván Duque, a quien lo recibieron con abucheos al grito de ¡asesino, asesino!” (y le tocó salir corriendo a esconderse), mientras que a nuestro paisano le gritaban a voz en cuello “¡Petro, Petro!”, y lo saludaban e intentaban acercarse a tocarlo, como si se tratara de una gran estrella internacional.

Llevo 23 años asilado en Francia y ni en los mejores años de gobierno de Álvaro Uribe vi un recibimiento a un mandatario colombiano con tanto afecto.

Ya en el interior del auditorio del Sciences Po, instalados sin temor a ser expulsados, luego de una introducción que relataba la realidad que vive Colombia y los retos que enfrenta, Petro comenzó una magistral intervención donde hizo un recorrido por la política, la economía y la filosofía, incluso la física, para mostrarle a los futuros políticos que la amenaza es latente frente a la indolencia de la dirigencia global: el gran capital por encima de la vida. También habló de la necesidad de recomponer el rumbo, para que el cambio climático no sea el punto de inflexión para la extinción de la vida en el planeta. En medio del relato, hizo alusión a mi presencia en el auditorio, cuando dijo “aquí está un sobreviviente del COVID”, señalando hacia donde me encontraba.

Vino la tanda de preguntas y fui el primero en intervenir. Expuse el problema migratorio mundial y nacional, y entregué un documento con nuestra propuesta de reconocimiento de la diáspora colombiana como la Región Especial Número 7, propuesta reparadora que permitiría ampliar nuestra representatividad en el Congreso de la República.

Finalizado el encuentro, en medio de la algarabía y del público que deseaba estrecharle la mano, grité “¡Gustavo, presidente!”. Petro escuchó, giró, me vio y avanzó hacia mí, para estrecharnos en un caluroso, fraterno y solidario abrazo. Me dijo “creímos que ibas a morir, qué alegría verte”. Le conteste, “gracias, presidente. Sé que contigo vamos a estar más cerca de la Colombia posible, de nuevo”.

Yo veía que muchos intentaban abordarlo mientras la seguridad se lo llevaba, animado por la esperanza de un país inclusivo, donde quepamos todas y todos a pesar de la diferencia. Ese país se percibe más cerca.

El pasado ominoso quedó atrás. ¡Qué alegría! 

@editorey

* Edilberto Muñoz es un artista y emprendedor colombiano, líder social y político, con estatuto de refugiado político en Francia. Militó en el M-19 con José de Jesús Ramírez, otro colombiano refugiado en el mismo país.

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