Por GERMÁN AYALA OSORIO
Cuando el régimen político está en peligro, muchas empresas mediáticas y periodistas acuden a abandonar los principios éticos que orientan su profesión en aras de defender dicho estado de cosas.
Esto da una idea de lo que hoy sucede en Colombia en relación con ciertos periodistas, editores y medios: se ven abocados a defender el régimen de poder, ante el riesgo inminente de que Gustavo Petro Urrego gane las elecciones este 19 de junio. Y esa defensa la están haciendo a dentelladas secas, con los más bajos niveles de eticidad y de respeto a la verdad. Atrás quedaron la manida objetividad, la consulta de todas las fuentes, incluidas las alternativas; la siempre espectral imparcialidad y el respeto por las audiencias.
Esos medios, validos de sus más reconocidas figuras, asumieron como tarea defender a quienes saben les asegurarán la defensa y permanencia de sus privilegios, mediante una operación a todas luces mafiosa y criminal. Todos los candidatos del establecimiento contaron con el decidido respaldo de periodistas y empresas mediáticas para tratar de frenar al único candidato presidencial que puso a temblar al vetusto régimen político colombiano: Gustavo Petro.
Los estudiosos y teóricos de la comunicación de masas tienen en este escenario político y mediático la realidad más clara para insistir en viejas sentencias y tesis explicativas que dan cuenta del papel de los medios de comunicación y de los periodistas como “ruedas de transmisión” de agentes corporativos y de la élite de poder. También, que fungen como actores políticos que usan el espectro electromagnético y el lenguaje periodístico para manipular los hechos, construir realidades e imponer narrativas con las que terminan legitimando esa estructura de dominación que llamamos Estado y, por supuesto, a quienes lo operan con sentido corporativo y por lo tanto, alejado de los intereses y las necesidades del colectivo. La gran prensa en Colombia, de la que hacen parte medios masivos como los noticieros televisivos RCN, Caracol, CM&; periódicos como El Tiempo, El Colombiano y Semana; programas radiales como La FM, La W y Blu Radio, están hoy en campaña política. Todos juntos fungen como actores políticos que enfilaron baterías para torpedear el avance del candidato que recoge los principios del progresismo, la izquierda democrática y el liberalismo.
La historia del periodismo deberá registrar que estos medios, con sus periodistas vedettes, se dedican de tiempo completo a defender el régimen de poder, cumpliendo directamente las órdenes de sus patrones e indirectamente las de las empresas patrocinadoras. No hay tiempo para revisar la deontología del oficio y mucho menos para volver sobre los manuales universales del buen periodismo. Aquí lo importante es respaldar al candidato del establecimiento: Rodolfo Hernández Suárez. Insisto: no es el momento para sentarse a pensar alrededor de los efectos negativos que en las audiencias pueda dejar la toma de partido y la defensa a ultranza del deshonroso régimen de poder. La orden es clara y perentoria: hay que impedir que se rompa la tradición y las maneras de gobernar en Colombia. Ampliar la democracia, desprivatizar el Estado, consolidar una sociedad y un Estado verdaderamente republicanos; cumplir con lo prescrito en la Carta Política y por ese camino, garantizar una vida digna para todos, hacen parte de esa narrativa liberal, de izquierda y progresista con la que se busca erosionar el poder de quienes históricamente han gobernado en Colombia con mano de hierro y con criterios feudales.
Los mismos teóricos de la comunicación de masas tienen ante sus ojos las circunstancias y los hechos, tozudos por demás, con los que les será posible dar vida a categorías como estafetas, mandaderos, recaderos, heraldos, emisarios y escribanos del régimen, para explicar lo que hicieron los periodistas que se entregaron a la causa. Del lado de los medios, podrán dar vida a categorías como empresas de mensajería oficial, casas editoriales del régimen, gendarmes de la información; o quizás, fábricas de la propaganda negra, laboratorios del marketing político y factorías en las que se construyen forzados consensos.
Nunca como hoy en Colombia, periodistas y medios masivos tradicionales debieron ponerse el uniforme de fatiga para defender el régimen de poder. Nunca como hoy resultó tan costoso en términos éticos, enlistarse para defender a la “democracia más antigua de América Latina”. Paz en la tumba del periodismo y en la de los periodistas que dieron sus vidas para mantener la independencia. Y aplausos para los que hoy, a pesar de los riesgos y de las millonarias ofertas por dejarse cooptar, insisten en develar las cochinadas del régimen colombiano.
@germanayalaosor