Por IVÁN GALLO – Editor de Contenidos de Pares, en alianza con El Unicornio
Es difícil saber qué está pasando en Venezuela. Horas antes de que se cerraran las elecciones en ese país, envueltos en una polémica que aún no termina, los medios contrarios al gobierno colombiano le exigían al presidente Gustavo Petro usar la red social X para presionar a Maduro. En ese momento él acompañaba a la delegación de deportistas que habían aterrizado en París para participar en los Juegos Olímpicos. Los resultados del CNE dándole la victoria a Maduro, considerando la cercanía de esa entidad con el régimen, eran argumentos para controvertirlos.
Y mientras tanto, Petro no decía nada. Él no sólo necesitaba a Venezuela por acuerdos que había adquirido con el empresariado cucuteño, buscando reestablecer un intercambio comercial que, en su mejor época, llegaba a los 10 mil millones de dólares. Necesitaba además mantener a Venezuela como país garante de los diálogos de paz con el ELN. Y ahora, en el caso que nos ocupa, Petro se juega un papel que asumió hace meses: el de ser mediador entre la oposición y el oficialismo.
Los enemigos del presidente le critican que su estrategia en Venezuela haya sido un fracaso. Olvidan, por ejemplo, que desde el 2018 la oposición no participaba en elecciones en Venezuela. No sentían tener las mínimas garantías para hacerlo. El camino de María Corina Machado no pudo ser más intrincado. La inhabilitaron al final y tuvo que recurrir a un profesor gris llamado Edmundo González, que estaba lejos de tener carisma. Hasta en los resultados (al parecer viciados) que entregó el CNE, le es imposible al régimen esconder la notable participación que hubo en los comicios por parte de los que están hartos de 25 años de chavismo.
La mediación de Petro fue un trabajo de filigrana. Arrancó apenas llegó a la Casa de Nariño y obtuvo avances significativos, como reunirse en julio de 2023 con los presidentes de Francia -Macron- y Argentina -Alberto Fernández- junto con delegados de la oposición y el oficialismo. La reunión fue determinante para que la oposición se decidiera a participar en los comicios.
Lo que no pudo conseguir Petro, fue hacer firmar a ambas partes, como recuerda El País de España: que “aceptaban que reconocerían al ganador”. Incluso se alcanzó a escribir un borrador, que terminó guardado en un cajón de la oficina del embajador en Caracas. Pero jamás se firmó.
Era muy fácil para la oposición a Petro criticar un silencio que se hacía largo y que aumentaba con las horas. Se afirmaba que el presidente había usado su viaje a París para evadir la responsabilidad. Se ponía de ejemplo la firmeza de otros gobiernos, cercanos ideológicamente cercanos a Maduro, como el de Chile: Gabriel Boric no es vecino de Maduro ni ha intentado ser puente entre dos bandos tan radicalmente separados, como la oposición y el oficialismo.
En realidad las llamadas entre Petro y su canciller, Luis Gilberto Murillo, terminaron con un mensaje enviado por el propio ministro de Relaciones Exteriores desde su cuenta de X, donde le exigía a Maduro la publicación de las actas electorales para dar claridad sobre las elecciones. Horas después, el miércoles, Petro se había convertido en el último de los presidente de la región en no pronunciarse sobre Venezuela. Su postura de abstenerse de votar contra Venezuela le provocó que lloviera una tormenta de críticas. Al final se pronunció. Lo hizo exigiendo transparencia, pero recordando eso sí al espíritu de Chávez y, sobre todo, la afectación que produce en el pueblo venezolano el bloque al que somete Estados Unidos a Venezuela.
Al final de la semana pasada, mientras en Venezuela se derribaban 27 estatuas de líderes chavistas, cayendo incluso algunas de Simón Bolívar y una de José Gregorio Hernández, Petro seguía a punta de videollamadas tratando de crear un bloque de líderes de izquierda, alejados por supuesto de las posturas más radicales de Cuba y Nicaragua, que podría servirle de puente a Maduro. Según El País de España, logró refrenar los ánimos de Andrés Manuel López Obrador, quien estaba dispuesto a condenar la postura de la OEA contra Venezuela. Su logro más importante fue incluir en este bloque, donde ya estaba montado el brasilero Lula Da Silva, a Gabriel Boric de Chile. Lo que se necesita en este momento en Venezuela es mediación para lograr que se sienten en la mesa la oposición y el gobierno, en busca de una salida política a la crisis.
Sobre esta postura el director de la fundación Paz y Reconciliación, León Valencia afirmó desde su cuenta de X esto: “Venezuela duele, pero en medio del dolor es obligatoria la calma, el traspaso del poder por la vía electoral se agotó y una salida de Maduro mediante la fuerza, además de improbable, significa un gran baño de sangre que agregará más dolor y miseria a lo que ya existe, la salida negociada es, parece, la única salida y para eso se necesita quien presione y quien medie y tienda puentes, Colombia debe estar entre los que median y tienden puentes, ese, desde luego, no es un papel muy popular en una situación de ascenso de los extremos, se necesita mucha convicción y mucho carácter para sostener la idea de la salida negociada entre fuerzas que quieren apretar hasta ahorcar al contrario”.
Lejos de las presiones y el afán de los medios colombianos para que haya una solución en Venezuela, se debe aceptar que la única salida que le queda a la crisis es el diálogo.
* Imagen de portada, tomada de Pares.com.co