Petro, gobernabilidad y consensos

La gobernabilidad está atada a la consecución de consensos políticos. Esta es una verdad de Perogrullo, así haya factores ético-políticos, históricos y culturales que irrumpen como obstáculos insalvables e impiden la consecución de los anhelados acuerdos.

Al presidente Gustavo Petro se le endilga que ha sido incapaz de lograr consensos con las fuerzas políticas tradicionales, o sea con la derecha de la que hacen parte todos los partidos, incluido el Liberal. Esta última colectividad, de la mano de César Gaviria Trujillo eliminó el ala de izquierda con la que se habrían podría construir puentes para dialogar sobre las reformas sociales que el Congreso no quiere tramitar. Dicho mecanismo no funcionó por cuenta de la intemperancia del presidente de la República, como podría pensarse, sino por el giro ideológico que Gaviria le dio al partido Liberal, en buena parte fruto de las transacciones que estableció con los mecenas que patrocinan las campañas electorales y garantizan el funcionamiento de su agrupación.

En parte tienen razón quienes critican a Petro por su insistencia en “meterle pueblo” a la discusión, en lugar de buscar dentro de los canales institucionales los momentos y los mecanismos para discutir las reformas que prometió hacer en campaña y que hoy se las tienen bloqueadas en el Congreso, que bien podría ser juzgado por legislar contra los intereses de las grandes mayorías y del desarrollo armónico y sostenible del país. 

Los consensos no se han logrado porque hay agentes poderosos del establecimiento que no están dispuestos a ceder privilegios por el solo hecho de que un presidente de izquierda esté convencido de que es posible transformar las históricas condiciones de inequidad, pobreza y desigualdad que abruman a millones de colombianos. En últimas, esos actores de poder le apuestan a recuperar en 2026 la Casa de Nariño, para seguir naturalizando la marginalidad y los sempiternos “estados de cosas inconstitucional” ya advertidos por la propia Corte Constitucional. 

Esos agentes de poder hacen parte de la élite más conservadora y neoliberal del país, y temen que jugársela por esas transformaciones los pueda llevar a perder poder político.

Petro cree que es posible instaurar en Colombia un Estado de Bienestar. Y ese es el factor que lo distancia más de las fuerzas políticas con las que ya no fue posible “negociar” o lograr los señalados consensos. La columnista Cristina Carrizosa dice esto: “A Petro se le puede criticar todo, pero no se puede negar que nos puso a conversar, en serio, sobre la tragedia de la desigualdad. Ese es, sin duda, su principal logro hasta hoy. Es una lástima que no logre sentarse erguido en la cabecera para conciliar divergencias y liderar fórmulas que nos permitan superarla”.

Si aceptamos como verdad incontrastable la cita anterior, las resistencias de poderosos agentes no estarían soportadas en miedos a perder privilegios, sino en la situación vergonzante que les espeta en la cara el discurso reivindicativo del presidente Gustavo Petro. Nunca un jefe de Estado confrontó al establecimiento como lo hace el actual presidente. Ese atrevimiento lo asumen como una herejía, pues dentro de su particular ética empresarial y política han hecho todo para “sacar adelante al país”. No es fácil soportar que un exguerrillero venga y les diga de un momento a otro que lo que han hecho por más de 50 años solo benefició a sus cerrados círculos de poder.

Claro que hubiese sido mejor lograr consensos políticos, pero no solo para garantizar condiciones de gobernabilidad, sino para intentar reversar lo que se viene haciendo mal de tiempo atrás. Y de esta última idea nace el abismo moral y ético que separa a Petro de quienes siempre asumieron la operación del Estado para extender en el tiempo privilegios y consolidar el Estado de derecho que les ha sido funcional a sus mezquindades, apelando exclusivamente al imperio de la ley para asegurar gobernabilidad.

Así las cosas, estamos ante dos formas de incapacidad para generar consensos políticos. Empeora la situación porque no se vislumbra un tercero que sirva de mediador con capacidad de asumir e interpretar lo que sucede en Colombia. Y no aparecerá ese tercero mediador porque, venga de donde viniere, también será responsable por acción u omisión de las ominosas condiciones sociales y económicas que llevan soportando millones de compatriotas. 

@germanayalaosor

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