El 19 de octubre de 2023, cuando no habían transcurrido ni dos semanas desde la operación de Hamas, el presidente Gustavo Petro Urrego se reunió en la Casa de Nariño con Gali Dagan, embajador de Israel en Colombia. Ese mismo día también se reunió con el embajador de Palestina, Raouf Almalki. A ambas partes les expresó su solidaridad con la niñez de los dos países e insistió en la necesidad de una conferencia internacional de paz.
Desde entonces el Presidente, que suele pronunciarse en Twitter (ahora X), ha criticado con vehemencia el genocidio sistemático que Israel viene cometiendo en Gaza con el argumento de que se trata de una reacción defensiva, cuando todos sabemos que el conflicto tiene una historia de décadas y no empezó el 7 de octubre pasado. Bajo el liderazgo presidencial, Colombia apoyó la demanda de Suráfrica ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU (que no se debe confundir con la Corte Penal Internacional también localizada en La Haya), así como lo hicieron otros países latinoamericanos con gobiernos progresistas.
A pesar de ello, Colombia no ha roto relaciones con Israel. El pasado 11 de enero, el presidente colombiano recibió una carta firmada por el Primer Ministro israelí, Benjamin Netanyahu, seguramente similar a otras enviadas a distintas naciones que, según el gobierno israelí, tienen ciudadanos entre los rehenes tomados por Hamas y que la mortal ofensiva militar de Israel no ha podido rescatar, ensañándose más bien con los habitantes civiles de Gaza. En la misiva, Netanyahu involucra a Turquía, Qatar e Irán, como naciones que sustentan a Hamas. Sin embargo, en ese escrito parece insinuar que Qatar podría ser “facilitador” para la liberación de los 136 rehenes, que según Israel tiene Hamas en su poder, entre ellos una persona con nacionalidad colombiana, según esa versión. La carta es virulenta y lanza el consabido discurso de “la unidad de los países civilizados contra el terrorismo bárbaro”, una dicotomía –civilización y barbarie- que viene desde la antigua Grecia y carece de validez en el mundo actual. Es cinismo total. Pero el objetivo concreto de la comunicación es invitar a Colombia a “presionar” a los tres países mencionados y al Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC) para que Hamas suelte a los rehenes.
Como muchos colombianos, pienso que Netanyahu, que representa la ultraderecha del Estado judío, debe ser juzgado por la Corte Penal Internacional bajo el cargo de genocidio. Israel ha matado más del 1,5% de la población civil de Gaza. Si eso no es genocidio, entonces ¿qué es? Si calificamos de atrocidad el ataque de Hamas que causó 1.200 víctimas letales, ¿cómo calificamos el ataque israelí que deja más de 32.000 víctimas letales, sin contar los heridos, los problemas sanitarios, el desabastecimiento y la destrucción de ciudades?
Pero ese es precisamente el punto en el momento presente: hay una terrible crisis humanitaria en Gaza. Y antes de pensar en actos de justicia, que ya tendrán que llegar, lo más urgente es detener la insaciable maquinaria de guerra indiscriminada que se ha desatado sobre la población civil de Gaza y que, además empieza a extenderse a otros puntos del Medio Oriente como Líbano y Yemen, y podría terminar generando una guerra de vastas proporciones. Urge entonces la mediación internacional y allí, nuestro presidente, Gustavo Petro, podría jugar un rol importante.
La noticia de hoy es el fallo un tanto débil, ambiguo y sutil, de la CIJ respecto a la demanda de Suráfrica. La Corte no se atrevió a decir de manera clara y contundente que ya ha habido un genocidio. Se limitó a conminar a Israel a “tomar medidas para impedir genocidio en Gaza” y “para abordar las condiciones adversas a la vida”. Y termina con una perla: Israel deberá presentar un informe dentro de un mes.
Al respecto, Petro trinó hoy: “Triunfo de la humanidad: Israel debe impedir el genocidio. Lo que se impone es un cese al fuego para la liberación integral de los rehenes de ambas partes” (ver aquí).
Es en los momentos de crisis cuando se necesita la audacia y la grandeza. En las actuales condiciones considero que Gustavo Petro, quien ha ido ganando protagonismo internacional por sus intervenciones en las diferentes cumbres mundiales, puede ser propuesto por la cancillería colombiana como un posible mediador en ese agudo conflicto que amenaza incendiar el Cercano Oriente. Petro puede inspirarse en una realidad colombiana: aquí los inmigrantes o descendientes de inmigrantes judíos, palestinos, libaneses y sirios, conviven pacíficamente, comparten amistad y negocios, se entienden perfectamente entre sí. Estas comunidades deberían apoyar a nuestro presidente para que juegue ese rol mediador de carácter humanitario para por lo menos aliviar las situaciones más críticas de hambre, enfermedad, violencia y destrucción que se viven en Gaza. Para tratar de liberar a los rehenes y presos de ambas partes. Para salvaguardar a la niñez de ese martirizado territorio, que bajo la tragedia actual quizás incuban futuras guerras infinitas. Y ante todo: detener el genocidio.