Petro y todas las formas de lucha… política

La prensa corporativa colombiana y los columnistas de la ultraderecha dicen ver contradicciones e incoherencias en las propuestas del presidente Gustavo Petro para impulsar la transición política hacia la paz, la democracia y la justicia social. Como siempre, hacen cuentas alegres y se alimentan en su propio caldo de mentiras.

Transición que ha sido saboteada con planes golpistas, guerra jurídica y campañas sucias en medios y redes sociales, desatando una intensa disputa política, inevitable en todo proceso de cambio que pretende la transformación del régimen y la hegemonía neoliberal.

Romper el potente muro reaccionario es una obra de ingeniería política que requiere talento, rigor, astucia y manejo de todos los recursos políticos disponibles, sin renunciar a los que la creatividad vaya construyendo. Lenin solía afirmar que, en la lucha permanente por los cambios radicales, renunciar a cualquier recurso político era un error garrafal. Todo recurso político es bienvenido y necesario.

Así, el presidente Petro proyectó desde los primeros días de su gobierno una audaz estrategia de Paz total con las guerrillas insurgentes del Eln y los desprendimientos post conflicto de las Farc;  anunció, en meses recientes, la conformación del Poder constituyente como expresión de la potencia de la multitud, estimulándolo en su expresión territorial con Asambleas populares municipales y constituyentes universitarias; ha propiciado el proceso constituyente para perfilar sus actores principales, con sus misionalidades concretas; ha propuesto, para el mediano y largo plazo (posterior a 2026), la convocatoria de una Asamblea constituyente, mediante normas excepcionales, sin descartar el Referendo constitucional; ha llamado a un Pacto nacional como instrumento de consensos que reflejen las correlaciones sociopolíticas y la proporción de los cambios susceptibles de materializar, como se ha dado con la reforma pensional, la jurisdicción agraria, la entrega de tierras, la gratuidad de la educación, la transición energética y la tributación progresiva.

En días recientes, desde la Asamblea General de la ONU, planteó una plataforma para implementar en serio el Acuerdo de Paz del 2016 –estancado por el ataque y bloqueo del uribismo- con el recurso de la Vía rápida legislativa (fast track) para reorientar recursos presupuestales hacia los territorios de la periferia (concentrados hoy en obras viales faraónicas amarradas por roscas multimillonarias) , conformados por los 170 municipios Pdet, para agilizar la compra de tierras que permita entregar los tres millones de hectáreas con los 17 planes integrales correspondientes; para canjear deuda por inversiones ambientales; para cristalizar el perdón social y la verdad plena de los responsables de financiar y ejecutar la violencia contra los campesinos, para ampliar la democracia, y conformar una comisión internacional judicial que esclarezca el asesinato sistemático de los ex combatientes de las Farc (casi 500, hasta la fecha), crímenes sumidos en la más completa impunidad dada la complicidad de los dispositivos judiciales con las bandas armadas del neoparamilitarismo en un impresionante auge regional en Urabá, Darién, Meta, Guaviare, Antioquia, sur de Bolívar, Magdalena Medio, Valle del Cauca, Caquetá y Putumayo.

En esta dirección, el jefe de la Casa de Nariño ha realizado una oportuna recomposición del gabinete ministerial, nombrando en el gobierno a destacadas figuras del liderazgo nacional, cercanas al proceso reformista, como Juan Fernando Cristo, de origen liberal neto y con reconocido talento en la construcción de consensos; a Daniel Rojas Medellín, como Ministro de Educación, para que adelante un vuelco definitivo en el campo de la educación, especialmente en el nivel universitario, secuestrado por poderosas redes del neoliberalismo y las roscas politiqueras regionales -con las que contemporizó la anterior ministra.

Rojas es un líder de izquierda que mostró solidez y determinación en el manejo de la Sociedad de Activos Especiales (SAE), encargada de la administración de los bienes incautados a la mafia del narcotráfico y la corrupción; a Ángela María Buitrago como nueva Ministra de Justicia, para que adelante un profundo vuelco en ese sector atrapado en la podredumbre y la corrupción de jueces, fiscales, magistrados y caimanes políticos de toda laya; al ex senador Alexander López como Director del Departamento de Planeación Nacional para jalonar el Plan Nacional de Desarrollo estancado por la desidia neoliberal del anterior Director Jorge Gonzales; al ex senador Gustavo Bolívar como nuevo Director del Departamento para la Prosperidad Social, con la tarea de consolidar la Renta ciudadana para casi 4 millones de hogares sumidos en la pobreza absoluta; y, obviamente, haciendo nuevos ajustes en la cúpula militar y policial para desterrar de los cuarteles la peste neofascista que incrustó allí el uribismo, aunque todavía falta mucho por hacer allí.

En todo este paquete de acciones políticas emergentes hay completa coherencia y no se están dando palos de ciego; cada recurso cumple su función en la actual transición que, sin duda, demandará más de un periodo presidencial, según lo previsto por el propio Petro.

Pueden los señores de la ultraderecha soltar toda la acostumbrada sarta de sofismas y mentiras, pero la ruta está clara y lo que se necesita es mayor unidad popular y de los actores políticos involucrados en la actual movilización revolucionaria. Lo que se requiere es entender de manera precisa las correlaciones de fuerza coyunturales para ir dando los pasos pertinentes, sin que se alteren las simetrías políticas con acciones delirantes e inoportunas, que le sirvan las cosas en bandeja de plata a los clanes de la ultraderecha al acecho de las ventanas de oportunidad correspondientes.

Todo lo que ha ocurrido en los primeros dos años del primer gobierno de izquierda en Colombia en 200 años, deja una gran lección: las rutas del cambio siguen una lógica que nadie puede predeterminar. Podríamos llamarla, en recuerdo a las ya decantadas teorías de Niklas Luhmann, una «lógica autopoiética». En lenguaje corriente quiere decir que los procesos, en este caso los procesos políticos, se inter-determinan en el curso de su propio desarrollo sin detectarse notorias causas externas a ellos.

Una sociedad nacional, en efecto, al estar constituida por ciudadanos pensantes, puede ser imaginada como un organismo viviente que se piensa a sí mismo en interacciones múltiples que se cruzan en su interior. Lo que sugerimos es que el cambio se piensa a sí mismo de acuerdo con los pensamientos de sus ciudadanos de modo que una opinión mayoritaria puede dejar de serlo en el curso de unos pocos días si sectores organizados de la ciudadanía reaccionan frente a hechos nuevos, con pensamientos que llevan a conductas diferentes a las hasta ahora mantenidas. Lógica discursiva, en palabras de Habermas.

Con tal racionalidad, la multitud, discurre a través de los medios que nos ofrece la comunicación colectiva, respondiendo con su voluntad a nuevos sucesos.

@HoracioDuque8

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