El lenguaje es la casa del ser, dijo Heidegger. Luego Habermas, Austin y Searle dijeron que los actos de habla constituyen acciones. Al habitar en el lenguaje, cada que emitimos un juicio de valor, consignamos una explicación o una duda argumentada, no solo estamos orientando acciones, sino que invitamos a otros a que nos acompañen en la ejecución de estas, lo que supone una legitimidad, sin importar si dichas acciones buscan eliminar físicamente a alguien.
En los usos particulares de la lengua nos desnudamos y dejamos ver nuestras partes pudendas. Diciendo esto, creo que el congresista Polo Polo sin advertirlo se desnudó ante el país con su discurso violento y la intención de defenestrar al presidente.
Su arremetida lingüística se dio en el marco de las marchas que organizaron los opositores a las reformas del gobierno de Petro y los enemigos del presidente. Esta vez el congresista dejó salir su animadversión hacia el presidente Gustavo Petro, a quien le recordó su pasado guerrillero y lo exhortó a que respondiera si tenía algo que ver con la muerte violenta del coronel Dávila.
El congresista que dice representar los intereses de los pueblos afros lanzó una amenaza que nos hace recordar otras frases “célebres” muy propias del uribismo: “bala es lo que viene”, o la que en su momento emitió Álvaro Uribe Vélez: “o se callan, o los callamos”; Polo Polo le parodió a su modo: “señor Petro, o se aquieta, o lo aquietamos”.
Con su discurso, el cuestionado congresista empezó a caminar por las finas cuerdas del Código Penal. Al amenazar al presidente de la República traspasó una frontera ética, política y moral, lo cual ameritaría una intervención urgente del Consejo de Estado y de la Corte Suprema de Justicia, así como de la Procuraduría General de la Nación. Polo Polo arengó e incitó a quienes lo oían y aplaudían, a cumplir a cabalidad la acción, temeraria por demás, de “aquietar” al presidente de la República.
En un ejercicio de interpretación del acto de habla del congresista, aquietar supone “detener, impedir o amarrar a alguien”. En la jerga gansteril, aquietar lleva implícito asesinarlo o acallarlo violentamente. Sería bueno que este homúnculo que representa la ira les explicara a las altas Cortes y al país, a qué exactamente está invitando con su acto de habla: ¿a matar al presidente, a sacarlo de la Casa de Nariño o a ponerle un bozal? Cualquiera de las tres acciones niega la posibilidad de dialogar para que, en un intercambio de argumentos, triunfe el más sólido.
Claro está que no se le puede pedir mucho a este vociferante político, poco leído y con un capital social y cultural empobrecido. Su cuestionada curul solo le ha servido para exponerse como un ser básico, primitivo, hasta un punto en que es fácilmente instrumentalizado por quienes creen que él puede liderar una oposición seria, respetada y legítima.
A este sujeto rastrero -y homicida en latencia- se le recomendaría leer a Estanislao Zuleta, en particular El elogio de la dificultad. Ojalá lea ese texto antes de que le quiten la curul por cuenta de su ilegítima representación de los pueblos afros.
@germanayalaosor