Por VÍCTOR DE CURREA LUGO
Gustavo Petro es el presidente de un país, ganó unas elecciones, no las empató. Y tiene la potestad de decidir la política exterior del país, como lo hicieron por décadas los gobiernos que permitieron la injerencia de Estados Unidos en los asuntos colombianos.
Ganaron Petro y su programa de Gobierno, dentro del cual anunciaba el respeto al derecho internacional, y juró sobre una Constitución que nos define como soberanos y laicos, a lo que se suma un programa de Gobierno con una visión multipolar del mundo, en la que se renuncia a creer que Miami es la capital de América Latina, así de simple.
Petro no debe ni puede gobernar con el Corán, ni con la Torá ni con la Biblia; está obligado a mantener y defender la naturaleza laica del Estado. Y no hablo del falso laicismo de los franceses.
Petro fue elegido, en buena parte, por los que salimos a las calles a protestar. Para los que todavía no lo saben, protestar es un derecho constitucional. Petro no es como los ingleses que buscan penalizar el solo hecho de ondear la bandera palestina, o como los alemanes que disuelven a golpes las manifestaciones pro-palestinas.
Petro cree en el derecho a la ayuda humanitaria, por eso propone que Colombia se solidarice con las víctimas de Palestina; no como Suecia, Alemania y Austria que consideran que los palestinos no son merecedores ni siquiera de ayuda humanitaria.
Petro no puede (esto especialmente escrito para periodistas y abogados) renunciar al Estado de derecho, que lo obliga a aceptar los pactos internacionales firmados por Colombia y que conforman el llamado Bloque de Constitucionalidad. En uno de esos pactos se deja claro, de manera explícita, que Colombia debe “respetar y hacer respetar” el derecho humanitario, lo mismo que dijo el papa y por eso lo condenan.
Petro no puede desconocer las definiciones jurídicas y académicas de cosas que sí suceden en Palestina: limpieza social, apartheid y genocidio. Me resulta irresponsable que escritores y académicos que no saben del tema salgan a decirle a Petro “que no sea brusco” con las palabras. Están contra Petro los abogados que, en general, no saben DIH y que mucho menos saben lo que es derecho a la resistencia y su diferencia con el terrorismo, castigos colectivos y crímenes de guerra.
Petro no puede negar las evidencias de lo que pasa en Gaza, no puede rebajarse a lo que hizo Álvaro Uribe Vélez, quien, como parte de una comisión internacional para examinar el asesinato de civiles en aguas internacionales por parte de Israel, en 2008, concluyó que “Israel se defendía”. Vale anotar que su secretario era Iván Duque.
Me alegró que Juan Manuel Santos haya reconocido a Palestina, pero me dejó un mal sentimiento eso de que lo hiciera a última hora, como a escondidas, como tibio. Y me ofendió la decisión del expresidente Iván Duque de querer echar para atrás dicho reconocimiento.
Los que le quieren dar lecciones al presidente
No me sorprende que una caterva de excancilleres critique a Petro por su política exterior basada en el derecho internacional; ellos aplaudieron la invasión de Irak y la toma de Granada, callaron cuando Guantánamo, miraron para otro lado cuando las intifadas y los ataques a Palestina, se declararon neutrales cuando la guerra de las Malvinas, y un largo etcétera.
A ellos se suman periodistas que no saben ni lo que pasa en Palestina-Bosa (mi barrio de infancia) y quieren dar clases de Oriente Medio; medios de comunicación que invitan a “expertos” que a duras penas distinguen Libia del Líbano, que no diferencian entre sionismo y semitismo, y por eso se sorprenden cuando Petro, en un solo trino, les da un clase de Oriente Medio.
Están contra Petro académicos y periodistas (aunque dirijan programas progres) que, después que la embajada de Israel les regaló un viaje a Israel (no a Palestina, a la que no conocen) y los montaron en helicóptero, regresaron a Colombia convencidos de que el pueblo elegido sí existe.
Están contra Petro un puñado de iglesias evangélicas que estudian el evangelio que niegan los judíos, que se dicen cristianos, pero ni siquiera se preguntan porqué “el pueblo elegido” no acepta a Jesús como mesías.
Están contra Petro un poco de tibios que no conocen la guerra, de periodistas sionistas que niegan la verdad de Gaza (pero posan de “progres”), de historiadores que creen que la guerra dizque es religiosa, de analistas que están convencidos que la guerra empezó hace una semana, que llaman a «cuidar las formas» que nunca tuvieron con los palestinos.
Están los limitados de mente que reducen Palestina a Gaza, Gaza a Hamás, cuando no son capaces de ubicar en el mapa ni Palestina, Caldas. De esos que creen que criticar a Israel es lo mismo que querer resucitar a Hitler o que negar el Holocausto.
Están esos que le lavan el nombre al exmilitar israelí Jair Klein, quien invitado por el Gobierno colombiano ayudó en los años ochenta a la formación de grupos paramilitares para los cuales no había civiles, igual a como dice el presidente de Israel: en Gaza todos son culpables.
Están todos esos que hasta ahora se enteran de que la guerra lleva 75 años, de que van miles y miles de palestinos muertos, de que hay 5 mil palestinos encerrados en cárceles palestina por resistir a la ocupación, de que el conflicto no es entre los hijos de Abraham y de que si se aplica el derecho internacional, Israel pierde.
Petro tiene razón
Petro tiene razón, basado en los pactos internacionales por lo menos en cinco cosas: estamos frente a una ocupación, Jerusalén no es la capital de Israel, la adquisición de tierras por medio de la fuerza es ilegal, todos los asentamientos judíos en territorios palestinos son ilegales, los refugiados palestinos de 1948 tienen derecho al retorno, el muro que construye Israel para encerrar palestinos ha sido rechazado por la Corte Internacional de Justicia y la distinción entre civiles y combatientes es un imperativo del DIH.
Pregunten a los que se persignan (qué gesto tan poco judío) cuando Petro sostiene una actitud soberana y basada en el derecho, qué tanto saben de geografía, de historia más allá de la historia bíblica, de derecho. Vayan a tierra santa, pero no como muchos, solo a Israel; entren a Ramallah, a Jenín, a Gaza, vayan a la Palestina ocupada.
Incluyan en sus romerías el muro del apartheid con el que Israel encierra a los palestinos en guetos, los controles militares, los miles de casas derrumbadas por orden de los jueces israelíes, vean las pruebas de la limpieza étnica y me cuentan sobre Palestina. Y ahí sí digan que el papa es cómplice del terrorismo.
Y los que condenan a Petro desde el supuesto apoyo al radicalismo islámico, vayan al barrio de los judíos ortodoxos, donde recuerdo que nuestra jefe de finanzas de una ONG humanitaria debía cubrirse hasta las muñecas y no podía mostrar los tobillos, para acceder al banco.
Los dejo con una frase del gran escritor israelí Gideon Levy quien resumió de esta manera la responsabilidad de la sociedad civil israelí en el conflicto: “Cada israelí tiene una responsabilidad directa por la ocupación: los soldados y los servicios secretos (…) los ingenieros israelíes construyendo el muro de separación y los asentamientos; los jueces, los asesores legales y los abogados israelíes son parte del discriminatorio sistema legal de ocupación. Los médicos israelíes sirven en los campos de detención, las cárceles y las celdas de interrogatorio; y los periodistas israelíes son parte del montaje (…) el soldado que impide a una anciana ingresar en un hospital lo hace en nombre de todos nosotros”.
Desafío al que quiera, a una discusión desde el derecho internacional sobre ese conflicto… pero claro, ellos no se sientan sino con los que son moralmente puros, y para serlo hay que justificar un genocidio. Fin del comunicado.
PD: Excelente el trino del canciller Álvaro Leyva Durán. Es impresentable que el embajador de Israel en Colombia convoque a las iglesias para oponerse a la política exterior de Petro. Es una clara violación a la soberanía nacional. Repugnante.
Tomado de Victordecurrealugo.com