Por JAIRO LEÓN CANO
En Medellín está caliente el debate, más parece un incendio y toca apagarlo. El llamado Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), se ha declarado víctima, no obstante estar en la base de todo: una gran ciudad renta casi exclusivamente a favor de sus intereses, encarnados en el entramado empresarial que, supuestamente para defenderse de propios y extraños, armó Nicanor Restrepo Santamaría, según lo explica Alonso Salazar Jaramillo en carta publicada hoy por El Colombiano, igual que lo hace con la carta de la rectora de la universidad Eafit, convertido ese medio en trinchera desde la cual disparan misiles de peso contra el alcalde Quintero. Los destellos de luz provocados por el incendio, se acompañan de humo y con este se tapan o se esconden verdades. De parte y parte, creo yo.
Para muchos, el tema de Quintero respecto de Hidroituango y la sobreviniente conmoción producida en el seno de la junta de las Empresas Públicas de Medellín (EPM), condueña del proyecto, a la vez que constructora, fue loable. No tengo dudas. A su interior no se asumían responsabilidades frente a graves errores en la toma de decisiones, más bien se ocultaban permitiendo que pasaran de largo sus consecuencias para la comunidad y el proyecto. Era una suma de yoes y de complicidades, porque, claro: se confundían administradores con diseñadores, constructores, interventores, proveedores, aseguradores, etc., y así cada palada con la que se levantaba el muro se ocultaba una verdad desastrosa. Y esto para no hablar de los muertos que dicen era el agua la que los sepultaba. Reitero, dicen.
Pero después de Hidroituango y EPM, pleito a todas luces justificado con las pruebas que fueron conociéndose, pese al alboroto esperable de los hasta ese momento beneficiarios exclusivos de la contratación pública, carentes de líneas éticas que separaran los intereses entre lo público y lo privado, el alcalde escaló de mala manera los actos de su administración y dio pie con ello a que se dispararan ciertas alarmas, ya que no había claridad en sus decisiones ni respuestas a ciertos cuestionamientos. Así la inconformidad hizo coro y hay, por qué no decirlo, ciertos temores sobre su cordura. Me agobia la preocupación y, aduciendo mi condición de haber sido su elector (porque no me gustaba estar del lado de los otros), hacia ellos nos está empujando y allí nos van a ver como si fuéramos de los mismos. ¡Y qué tal yo en la misma banca con Luis Alfredo Ramos, Juan Gómez Martínez, Julio González, el expresidente Uribe y otros reconocidos viudos del poder!
En síntesis, Quintero no nos ayuda mucho a defenderlo y la situación está como en el juego de ajedrez: fichas blancas y fichas negras enfrentadas, pero por más blancas o negras que sean, no todas son iguales. Hay peones al lado del soberbio rey y de la empingorotada dama, caballos de asalto y torres escrutadoras, como si de La Alhambra se tratara. Y son ellos, humildes, los primeros que suelen caer en la contienda. Ahora, ¿qué decir del bando de las negras, que en sana lógica siempre empiezan por defenderse?
La situación ha escalado y hasta el insípido Fico ha tomado posición. También lo han hecho Sergio y Alejandro, precandidatos, todos sin excepción, repudiando aquellas salidas y cerrando filas en torno al rey, el GEA. Alguien dijo que no se trata de votos sino de verdades, y bien quisiera uno que imperara la cordura. Esto entrañaría que alguien de fortaleza superior debería proponer algo sensato: en Medellín la verdad está hecha jirones, Álvaro Uribe está sacando partido y Quintero ha dado papaya. ¿No les parece?
En alguna de las dos cartas a las que antes hice referencia, se alude al empresariado antioqueño como gran confrontador o víctima del narcotráfico. No lo creo. Seguro muchos de esa cofradía se alimentaron de él, fueron conniventes con él y se beneficiaron. Y cuántos, cómo no, vendieron a los emergentes, no a precio de quema, bienes y establecimientos, ya que la oportunidad la pintaban calva (recuérdese el caso de Fabio Rico Calle, gerente de la Compañía Nacional de Chocolates, fundador del GEA) y vaya uno a saber si le apostaron a tener cuentas en participación en negocio tan próspero. Por lo demás, se sabe, la corrupción genera riquezas que luego la realidad lava. Es la economía, socio.
PD. Pese a no haber recibido respuesta al día de hoy a ponderada carta dirigida al señor Alcalde semanas atrás, pidiéndole claridades a los cuestionamientos que sistemáticamente se le han venido haciendo, declaro que no votaré a favor de la revocatoria de su mandato. El proceso ha estado plagado de vicios que afectan la legitimidad, como es el caso de la suplantación de firmas -conozco de al menos una- y porque no está probado que haya incumplido su programa de gobierno. No obstante, si se han dado casos de corrupción, que sea la autoridad competente la que asuma su papel.
* Foto de portada, tomada de Valora Analitika