Por HUMBERTO TOBÓN
El espectáculo que está ofreciendo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, parece una opereta muy divertida, con una trama disparatada, pero con unos propósitos bastante oscuros y peligrosos, no sólo para la democracia norteamericana sino para la paz mundial.
Oír a Trump expresando ideas inconclusas como “Y gané, por cierto. Pero ya saben… lo averiguaremos. Casi 74 millones de votos”, intentando convencer a la opinión sobre la enrevesada teoría de que Biden ganó las elecciones haciendo trampa, sin exhibir una sola prueba creíble, deja en evidencia el impacto sicológico de frustración para quien se ha vendido como un hombre triunfador.
Trump, pese a la derrota, no está solo. Lo acompañan las huestes más radicales de su partido, millones de personas que creen que les robaron las elecciones y un grupo de abogados que parecen actores de reparto de un sainete, quienes repiten los falsos argumentos de su jefe y presentan demandas en todo tipo de tribunales, buscando que alguno de ellos compre sus teorías de conspiración y fraude, pero hasta el momento no han tenido acogida. Han fracasado rotundamente, incluso en Georgia, donde su Secretario de Estado Brad Raffensperger dio como ganador a Biden, no sin antes dolerse de la derrota de su partido, pero negando cualquier tipo de delito.
De la comedia trumpiana se puede pasar a una catástrofe institucional, si tiene éxito el plan del Presidente de lograr que las legislaturas bajo dominio republicano en varios Estados, tomen la decisión de no aceptar los resultados electorales, por considerarlos corruptos. Si esto ocurre, los votos de los delegados podrían ir directamente a Trump el 14 de diciembre. Una jugada apenas digna de una republiqueta bananera y con consecuencias insospechadas. La prensa americana está recabando información sobre esta opción.
Estos peligrosos juegos de Trump tienen aterrados a los gobiernos europeos, por la forma como se resquebraja la democracia americana; mientras en China y Rusia se frotan las manos al contemplar la caída paulatina del Imperio.
Estados Unidos despedirá el año con estas realidades: 16,8% de su población en condición de pobreza (55 millones de personas). Tasa de desempleo del 8%. Deuda externa que supera en 4% su PIB anual. Altísima percepción de inseguridad, especialmente entre los 51 millones de inmigrantes. División política sin antecedentes. Sistema sanitario incapaz de garantizarles la salud a 27 millones de sus ciudadanos. Falta de credibilidad y confianza del sistema mundial de naciones en Estados Unidos. Aumento del número de muertes por razones de racismo, muchas de ellas cometidas por la Policía. Fortalecimiento de la Asociación Nacional del Rifle y de los movimientos supremacistas blancos. 15 millones de contagiados y 400 mil muertes por coronavirus, según proyecciones de institutos especializados.
*Este escrito no compromete a la RAP Eje Cafetero, entidad de la cual soy subgerente de planeación regional.