La victoria de Claudia Sheinbaum Pardo a la presidencia de los Estados Unidos Mexicanos ha sido la gran noticia mundial de este mes de junio. Ni siquiera el triunfo del Partido Popular Europeo en las elecciones parlamentarias de la Unión Europea, con 186 escaños de un total de 720, logra opacar la trascendencia del resultado contundente a favor del Movimiento de Regeneración Nacional en el país mesoamericano. México, que en tiempos coloniales fue epicentro del virreinato denominado Nueva España, es hoy por hoy la nación más importante de habla hispana. Su PIB superó al de España y su población casi triplica a la del país ibérico. Considerando tanto el PIB como el volumen comercio exterior, México es la duodécima (no “doceava”) economía mundial.
Que una mujer asuma por primera vez la cabeza del poder ejecutivo, el Estado y las Fuerzas Armadas por el período de seis años, es un auténtico hito histórico en un país de tradicional cultura machista. Comparto con el rector de la Universidad Simón Bolívar, José Consuegra Bolívar, su apreciación positiva del avance femenino en el terreno político electoral, tal y como afirma en su columna dominical titulada “La mujer, construyendo historia en la política” (aunque trastocó la m y la n en el apellido de la Sheinbaum). Consuegra se centra acertadamente en el tema de la paridad de género en el ejercicio de la actividad política, pero yo quiero destacar otros dos aspectos de la líder mexicana: su formación científica y su ancestro judío secular.
Claudia Sheinbaum es científica, hija de científicos. Su padre, Carlos Sheinbaum Yoselevitz era químico, y su madre, Annie Pardo Cemo, es bióloga celular, mientras que Claudia es física y está casada con un doctor en ciencias físicas. En esta familia se integran, pues, las tres ciencias naturales básicas. Claudia se formó en la Universidad Nacional Autónoma de México en sus tres niveles de educación superior: profesional, maestría y doctorado, siempre investigando sobre el tema de la energía, desde su fundamento termodinámico hasta su aplicación eficiente en la generación, distribución y consumo eléctrico. Vale aclarar, de todos modos, que su investigación del doctorado la hizo en el Lawrence Berkeley National Laboratory (California, USA), becada por la UNAM. Guiño: bien podría asesorarnos para solucionar el problema dramático de las altas tarifas de energía en el Caribe colombiano.
Un hecho destacado de su carrera científica es que la presidenta electa hizo parte de un grupo de 600 expertos en cambio climático que ganó el premio Nobel de paz. Si bien ese premio de 2007 no es de ciencia, el trabajo que originó el merecimiento sí que lo es. Se trata del Pánel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC es su sigla en inglés) organizado por las Naciones Unidas en 1988. Claudia contribuyó como coautora del capítulo 7 del grupo de trabajo 3, titulado “Mitigación del cambio climático”.
Que una científica asuma la presidencia del principal país hispanoamericano es una buena noticia para la ciencia, la tecnología y la innovación, pues uno esperaría que durante su mandato se potencie este sector transversal y estratégico, muy a pesar de las duras críticas que recibió López Obrador en ese aspecto. Ojalá México se convierta en potencia científica e irradie esa influencia en Latinoamérica, así como otrora lo hizo en la cultura con la música y el cine.
El ancestro judío de Claudia, nieta de inmigrantes europeos, viene por ambos lados. Por línea paterna sus ancestros son asquenazis y por línea materna son sefardíes. Pero lo interesante es su posición frente al genocidio contra el pueblo palestino que ante los ojos atónitos del mundo comete el ejército y la fuerza aérea del Estado israelí. En un escrito en el periódico Jornada, Sheinbaum expresa lo siguiente tras mencionar sus ancestros judíos: “Sólo puedo ver con horror las imágenes de los bombardeos del Estado israelí en Gaza… Ninguna razón justifica el asesinato de civiles palestinos… Nada, nada, nada puede justificar el asesinato de un niño. Por ello me uno al grito de millones en el mundo que piden el alto al fuego y el retiro inmediato de las tropas israelíes del territorio palestino”. Claudia también ha sido clara en apoyar la solución de los dos Estados.
Esas dos características de esta admirable mujer, ser científica y judía con una posición humanitaria, no sorprenden. Los judíos, que son apenas el 0,2% de la humanidad, representan el 22% de los premios Nobel de ciencias, y es de lejos la etnia más representada en ese indicador intelectual. Pero hay otra faceta no intelectual, sino negociante, en la tradición judía, muy poderosa en Norteamérica y Europa. En esa élite influyente lo geopolítico prima sobre lo humanitario. Pero millones de judíos en el mundo no se ven representados en esa visión de secta.
Por mi parte, tengo ancestros sefardíes caribeños por línea paterna, y al igual que Claudia rechazo el genocidio infame que el Estado Israelí perpetra en Gaza. No hay simetría en ese conflicto generado por el Imperio Británico hace más de 75 años. Ni la historia milenaria ni la religión tienen que ver en este asunto geopolítico como arguyen algunos basados en mitos. El sionismo es sólo una facción racista que no representa al pueblo judío. En mi concepto la razón histórica asiste a los palestinos en este conflicto del Medio Oriente. Tema que podemos debatir con argumentos en otro momento.
Por esta razón hace poco invitamos al embajador de Palestina en Colombia, Raouf Almalki, a un acto humanitario de solidaridad en la Universidad Autónoma del Caribe en Barranquilla, donde tuvo la oportunidad de explicar lo que sucede en Gaza. Esa tarea informativa es necesaria, pues muchos confunden a la Autoridad Palestina con el grupo Hamas que no representa al pueblo palestino. Y también son legión los que desconocen que Colombia y el Estado Palestino tienen relaciones diplomáticas desde 1988.
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