Por PUNO ARDILA
«No estás solx» es el nombre de la campaña de El Espectador «para denunciar violencia sexual en la escena electrónica […] que trabaja con voluntarios para apoyar psicológica y jurídicamente a víctimas de violencia […] y tratar de apoyar a los artistas emergentes […] ¿Con qué redes de apoyo contamos durante nuestros eventos que velen por la protección y seguridad de todos los asistentes?».
Nosotros, los miembros de mi familia, apoyamos iniciativas como esta. ¿Pero qué culpa tiene el idioma en este rollo de la violencia sexual? «Porque el español es machista —me enrostró una señora—; siempre se refiere a los hombres, y discrimina a las mujeres».
Comencemos, entonces, por el principio.
En el idioma castellano (o español, para quienes quieran) una palabra puede tener significados opuestos, como ´fortuna’, que puede ser «suerte favorable» y también «desgracia, adversidad, infortunio»; una palabra puede tener diferentes significados, relacionados con su origen, como ‘canguro’, que, de su origen en el animal australiano, también significa prenda de vestir, accesorio y persona que ayuda a la crianza de un bebé.
O puede una palabra derivar de una derivada; por ejemplo, de ‘auto’ (por sí solo) se formó ‘automóvil’, y de esta, ‘autocine’; que no se refiere a “cine por sí solo” (o algo así), sino a la sala de cine donde se entra con automóvil y todo.
Y los significados de una palabra pueden también estar relacionados entre sí, como ‘semiología’, por ejemplo, que es el «estudio de los signos en la vida social»; pero es también la «parte de la medicina que trata de los signos de las enfermedades desde el punto de vista del diagnóstico y del pronóstico». Es una sola palabra, con dos significados y dos contextos diferentes.
Vamos a lo que nos convoca: ‘género’ es un sustantivo referido a ‘clasificación’, por características, y puede entonces hablarse de seres, de telas, de palabras y, sí, de personas: «Grupo al que pertenecen los seres humanos de cada sexo, entendido este desde un punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico» (RAE); por lo que estamos hablando, no de femenino y masculino, sino de hombres, mujeres, lesbianas, transexuales, homosexuales, etcétera.
Y si hablamos de palabras, del género de las palabras, la acepción de la Academia es: «Categoría gramatical inherente en sustantivos y pronombres, codificada a través de la concordancia en otras clases de palabras y que en pronombres y sustantivos animados puede expresar sexo».
Los sustantivos en animales se refieren en algunos casos a macho y hembra (el sexo), en toro y vaca y caballo y yegua; en otros casos, la terminación define el sexo, como en perro y perra, gato y gata. Pero hay casos en que el animal tiene un solo género gramatical, independientemente de su sexo biológico: jirafa, araña, codorniz, tortuga, águila, ballena, gorila, pez, pulpo, cebra, centauro, insecto, puma, lechuza, liebre, gaviota, orca, luciérnaga, topo, tucán.
En los seres humanos, muchas palabras definen su género por la terminación: ‘o’ para el masculino, ‘a’ para el femenino (nótese que, gramaticalmente, “el género femenino” es de género masculino); pero no siempre, como en artista, periodista y electricista, que terminan en ‘a’, pero precisan del artículo para marcar la diferencia; y en casos como vocal, fiscal y concejal, cuyo género está marcado por el artículo precedente, aunque la Academia aprobó fiscala y concejala.
Otros sustantivos terminan en ‘e’, como letra final o antecediendo a una consonante, como ‘ángel’, de género únicamente masculino; ‘bebé’ (la, el), y juez, jefe y profe, en cuyos casos la Academia aprobó jueza, jefa y profa.
En la terminación en ‘e’ está el motivo de una discusión muy larga, que tiene como caso principal a ‘presidenta’, aceptada por la RAE, derivada de ‘presidente’, «persona que preside» (nótese que la definición se refiere al género femenino ‘persona’).
Quienes luchan por cambiar la gramática “por sexista” plantean que lo masculino no es solo lo que termina en ‘o’, sino también lo que termina en ‘e’, por lo que quieren también decir “estudianta”, “gerenta”, “regenta”, etcétera, para marcar el femenino. Que no el ser mujer, como explicaba atrás: puedo decir que ‘mujer’ es un ser humano (masculino), mientras que hombre es una persona (femenino).
Estos activistas (véanse unidas las palabras ‘estos’ y ‘activistas’, una masculina y la otra aparentemente femenina). Estos activistas —decía— plantean hoy cambiar el idioma castellano, y después de pasar por un proceso, que comenzó con “todos(as)”, y pasó por “tod@s” y “todxs”, llegó a “todes”; es decir, que el masculino (léase “macho”) sean las palabras terminadas en ‘o’, y el femenino (léase “mujer”), las palabras terminadas en ‘a’. Y la ‘e’ para referirse a los dos sexos al tiempo: “Todes nosotres no estamos contentes con esta propuesta”.
Hasta ahí, la cosa parece sencillamente el planteamiento de un nuevo idioma, derivado del español, que hablarán “les activistes”; es decir, los “activistos” y las activistas. No sé, sinceramente, si será posible que lleguen a entenderse con este nuevo “idioma”, dado que ni ellos mismos (“elles mismes”) lo tienen claro; baste con oír o leer sus discursos, que comienzan con “colombianos y colombianas”, o con “colombianes”, y después siguen hablando como aprendieron de chiquitos, tal como puede leerse en las citas del primer párrafo de este escrito.
Por ejemplo: a raíz de la decisión de la Corte Constitucional, de escribir en sus documentos el género de las palabras de acuerdo con las normas gramaticales, salió una “experta” en el lenguaje incluyente a decir que «en el mundo de las estadísticas hay manuales para resolver estas situaciones, y que no se pregunte quién es el jefe del hogar, sino quién es la persona que es jefe de este hogar». Primero, ¿qué tienen qué ver las estadísticas en la gramática? —digo yo, pues—. Segundo, si se trata de no ser sexista, así como ‘ser humano’ es masculino, ‘persona’ es femenino. Y, tercero, si habla de ‘la persona’, debe utilizar el femenino ‘jefa’, que para eso se lo aprobaron ya. Pero, ahora, con la nueva propuesta, serían “el jefo”, “la jefa” y “les jefes”. Mejor dicho: un mierdero.
Para terminar, volvamos al principio: ¿la frase «Nosotros, los miembros de mi familia…» debería quedar «Nosotres, les miembres de mi familia…»? Y vamos al enunciado que sirve de título: «Soles en la noche» no se refiere a luciérnagas ni a estrellas, sino a hombres y mujeres que no tienen compañía durante la oscuridad. Insisto: un mierdero.
(Ampliado de Vanguardia)