Por GERMÁN AYALA OSORIO
Con el retorno al poder de lo que se conoce como el “uribismo”, la Colombia que le dijo SÍ al Acuerdo de Paz en el innecesario plebiscito del 2 de octubre de 2016 sabía lo que se vendría para el país con la llegada del sumiso Iván Duque Márquez a la Casa de Nariño. Así, retornaron las siempre selectivas masacres de grupos paramilitares; se dio continuidad y se consolidó el genocidio político de los firmantes de la paz (ya van 220); se aceleró la violencia estatal contra los campesinos (más de 200 líderes asesinados) que se acogieron a la política y a los planes de sustitución de cultivos ilícitos; y desde la bancada del Centro Democrático se enfilaron baterías jurídico-políticas para frenar, entorpecer y debilitar aún más el delicado proceso de implementación del Acuerdo Final II.
El mismo Duque Márquez, siguiendo instrucciones de Uribe Vélez, enfiló tempranamente baterías contra el Acuerdo de Paz. Lo hizo al objetar varios artículos de la ley estatutaria que daba vida a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el mismo tribunal que de tiempo atrás recibe presiones y ataques desde la Fiscalía General de la Nación, desde las huestes del Centro Democrático y recientemente indebidas presiones del mismo presidente Duque, al exhortar a los magistrados de la JEP para que rápidamente definan responsabilidades penales en contra de los comandantes de las Farc-Ep comprometidos en el reclutamiento de menores; la exigencia de Duque la hace en medio de su silencio cómplice frente al sistemático asesinato de excombatientes farianos y luego del traslado forzado del ETCR de Ituango, por presiones de grupos paramilitares, entre otros hechos que expresan con preocupante claridad el poco compromiso del Gobierno con la consolidación de una paz estable y duradera. Y claro, Duque no exige la misma celeridad a la JEP en los casos que comprometen a exmilitares de alto rango en los casos de “Falsos positivos”.
Hay que decirlo con total contundencia: Duque y el uribismo se han encargado de generar un mal ambiente a la Paz y a la implementación del Acuerdo. Y lo han hecho no solo con pronunciamientos destemplados de Archila y Ceballos, sino con acciones y decisiones administrativas conducentes a debilitar la confianza de los firmantes de la paz y comparecientes a la JEP. Sobre este asunto, la JEP acaba de ordenarle al Gobierno de Iván Duque proteger a los exguerrilleros de las Farc que hoy están amenazados y rinden cuentas a esta justicia. La Sección de Ausencia de Reconocimiento decretó medidas cautelares a los excombatientes, después de “constatar la grave situación de vulneración a sus derechos fundamentales, fenómeno que ha sido documentado por la Misión de Verificación de las Naciones Unidas y el Instituto Kroc”.
Pero hay otros hechos que aportan a la generación de un mal ambiente a la construcción de una paz estable y duradera: ya casi nadie se acuerda de las 16 curules que debieron ser entregadas a las víctimas de los actores armados.
En materia castrense, el mal ambiente que genera Duque lo logra con los ascensos de los generales Nicacio de Jesús Martínez (retirado por presiones del gobierno norteamericano) y Eduardo Enrique Zapateiro, ascendido al grado de General. Se trata del mismo oficial que lamentó la muerte de alias Popeye, lugarteniente del narcotraficante y también asesino Pablo Emilio Escobar Gaviria. No se ve nada bien que un alto oficial del Ejército lamente públicamente la muerte del “popular” asesino y no exprese lo mismo cuando a diario en Colombia matan líderes sociales, defensores de los derechos humanos y del ambiente y firmantes de la paz.
Al conformar una cúpula tropera, el gobierno de Duque no solo manda un mensaje claro al ELN sino a los mismos firmantes de la paz, en la medida en que los oficiales troperos suelen ser los instrumentos por donde transpira esa Colombia que dijo NO al Acuerdo de Paz ese adverso 2 de octubre de 2016. Pensar en una cúpula cercana a la Paz, como la que diseñó Juan Manuel Santos, constituye un exabrupto para Duque y para el uribismo. A esto hay que sumar que el general Zapateiro tiene varias investigaciones en curso y está comprometido con los perfilamientos y acciones de inteligencia que desde el Ejército y con recursos entregados por los EE. UU. se hicieron contra periodistas y miembros de la oposición. Y lo que es peor para Colombia: quedan dos años para que las huestes rabiosas Centro Democrático puedan consolidar el ya evidente mal ambiente para la Paz. Y quizás intente ir más allá.