Por GERMÁN AYALA OSORIO
Con la frase “usted no sabe quién soy yo” varios colombianos y colombianas han adquirido fama en las redes sociales por la manifestación de estereotipos arribistas, clasistas y racistas que quedan registrados en cámaras de video. Esas grabaciones, que se hacen virales, dan cuenta de lo que somos como sociedad: irrespetuosos de la autoridad, infantiles, arrogantes, groseros, maltratadores.
En el caso que hoy nos ocupa, una señora* en un aeropuerto le enrostra a un policía que ella es esposa de un coronel del Ejército. Además, lo insulta diciéndolo que él, como es policía, no es nada. O más bien, un don nadie. La ciudadana fue grosera, altanera y clasista. Su comportamiento, infantil por demás, se produce por una razón histórica: el enfrentamiento y los celos institucionales entre policías y militares. Es decir, la señora en cuestión usa esa circunstancia de la que seguramente se habla en su hogar, para ubicarse en un plano superior, desde el cual pretende minimizar al uniformado quien al parecer la requirió por algún asunto que no quedó claro en la grabación que circula ampliamente en las redes sociales. (Ver video).
Lo que llama la atención es la construcción de identidad de la señora. En lugar de soportarla sobre sus propios logros, la sujeta a lo que su marido representa. Se trata por tanto de una identidad precaria y sometida, que la señora intenta esconder, cacareando su condición de esposa de un uniformado de grado superior, como lo es un coronel. Su actitud arrogante, grosera y despectiva contrasta con los niveles de sumisión en los que la señora sobrevive, a juzgar por lo orgullosa que parece sentirse de estar casada con un militar.
Le vendría bien a la señora en cuestión, cuyo nombre prefiero no pronunciar, escuchar a Eduardo Galeano. Para ella y quienes no lo escucharon aún, les transcribo esta idea, que se conecta con el problema identitario que exhibe la susodicha esposa del militar: “No hay que aceptar la idea de que se vive para ganar o perder. Esta es la idea central de la cultura dominante en el mundo. Yo no quiero ser más que mi vecino, ni tener más que mi vecino. Me niego a creer que mi identidad pueda definirse en función de lo que tengo. Mi identidad se definirá en función de lo que soy. Yo defino lo que soy por todo lo que hago para cambiar lo que soy”.
Voy a intentar extrapolar el sentido de lo dicho por el pensador uruguayo, a la situación aquí expuesta: tener marido militar, oficial en este caso, no te hace mejor o más que un policía, un bombero o un reciclador. ¿Qué pasará con la identidad de la esposa cuando el coronel cuelgue el uniforme y su “poder” se esfume? Constrúyase en función de lo que usted cree que es y no en función de una relación sentimental que en cualquier momento puede fracasar o debilitarse. Y cuando tenga medianamente claro qué es, entonces revísese para ver cuán arribista, clasista o racista, es. En este caso, a lo mejor, lo que la señora en cuestión no descubre aún es que sobrevive en medio de un complejo de inferioridad en relación con su propio esposo.
Rojas Castro escribió esto en El Espectador: “El arribismo colombiano es la expresión de un complejo de inferioridad que se manifiesta en la necesidad de obtener un reconocimiento social basado en el estatus y la propiedad. Ser arribista es buscar vorazmente ese estatus y esa propiedad saltándose las etapas que conducen al uno y a la otra: el estatus es una curiosa mezcla de valores aristocráticos y burgueses cuya finalidad, mal o bien, es la distinción. En el universo mental creado por el arribismo siempre hay alguien arriba (de las normas y de los demás) y alguien abajo (respondiendo a los caprichos de los que están arriba).”
@germanayalaosor
* La protagonista del video se llama Magda Isabel Fernández Gaviria.