¿Liderazgos nuevos o… nuevos ‘titerazgos’?

Por GERMÁN AYALA OSORIO

Después de firmado el Acuerdo de Paz en La Habana, los posteriores escenarios electorales seguirán girando en torno al proceso de implementación de lo que se acordó en Cuba entre las antiguas Farc-Ep y el Estado, durante la administración de Juan Manuel Santos (2010-2018). Ya está llegando a su final la desastrosa e indolente administración de Duque-Uribe (2018-2022), que transcurrió en medio de la pandemia del Covid 19, el asesinato sistemático de líderes sociales, ambientalistas, reclamantes de tierras, indígenas, campesinos y firmantes de la paz.

En ese movimiento pendular que con fuerza se acerca al mantenimiento del Titerazgo, está por supuesto Sergio Fajardo.

Son cientos de miles las víctimas que deja el desinterés de Iván Duque Márquez de proteger a quienes están en disímiles territorios y desde diversos roles, jugándosela por consolidar la soñada paz estable y duradera. Esa apatía gubernamental hace parte del objetivo trazado por el Centro Democrático de “hacer trizas ese maldito papel que llaman el Acuerdo de Paz”. Y lo vienen haciendo al generar condiciones de inseguridad e incertidumbre en el campesinado que reclama tierras y se la juega por la sustitución de los cultivos de uso ilícito, así como en los firmantes y comparecientes  a la Jurisdicción Especial de Paz (JEP) y sus familias. A esto se suman variadas maniobras administrativas y técnicas para impedir el buen desarrollo de la implementación, los ataques del Ejecutivo y de la Fiscalía de Francisco Barbosa a la  JEP y  el  total desinterés del gobierno central por generar un ambiente de reconciliación y de aceptación de lo firmado en Cuba.

Si bien la consolidación de la paz tal y como fue concebida en La Habana seguirá siendo tema importante para la campaña de 2022, emerge otro asunto que no es de menor peso. Y tiene que ver con la profunda crisis por la que atraviesan los partidos políticos, a la que se suma la falta de carácter, la pobre credibilidad y el débil liderazgo de quienes ya se asoman para presentar sus nombres al electorado.

Es de tal tamaño la crisis de líderes políticos, que la campaña de 2022 se moverá entre mantener las condiciones propias de lo que el país ha vivido con la llegada de Duque a la Casa de Nariño, o intentar pasar la página permitiendo la llegada de un verdadero líder político o de otros que hagan una verdadera oposición a quien resulte vencedor de la ya cercana jornada electoral. El aterrizaje del apocado, ladino e intrascendente Iván Duque al solio de Bolívar, y  sus débiles intenciones y acciones políticas, son fruto de lo que aquí llamo unTiterazgo, o sea el actuar manipulado y controlado que aceptó Iván Duque desde el preciso momento en que consintió ser manejado por Uribe Vélez. Así entonces, en el escenario electoral de 2022 veremos los movimientos de un péndulo que se mueve entre mantener y extender en el tiempo el Titerazgo, o el surgimiento de nuevos políticos de verdad, que sepan hacer coaliciones con los sectores tradicionales del Régimen de poder. Y sobre todo, que tengan un proyecto de país que no solo asegure la implementación del Acuerdo de Paz, sino la recuperación económica y el mejoramiento de las condiciones de vida de millones de colombianos, que por cuenta de la pandemia y de las equivocadas decisiones adoptadas por Duque perdieron el empleo y se acercaron a niveles de pobreza absoluta.

En ese movimiento pendular que con fuerza se acerca al mantenimiento del Titerazgo, está por supuesto Sergio Fajardo, cuyos torpes movimientos, de llegar a ser Presidente de la República, serían el resultado de los enredos en los hilos compartidos entre Uribe Vélez y el GEA, entre otras fuerzas.

Si bien el Titerazgo se inaugura con Duque, ello no quiere decir que la práctica sea nueva. No. Por supuesto que la historia política colombiana está colmada de ejemplos de Titerazgos, pues los candidatos presidenciales, en su gran mayoría, suelen ser las marionetas de los banqueros, empresarios y militares que en cofradía terminan por apoyar económica, política y militarmente a quienes se comprometan a mantener las condiciones internas y las correlaciones de fuerza dentro del Establecimiento.

Ya veremos si políticos como Camilo Romero o el propio Gustavo Petro se la juegan por consolidar una alianza político-electoral que permita que el péndulo del poder se aleje del Titerazgo, y pueda llegar a ese estadio deseado de los nuevos liderazgos que necesita un país hundido en la desesperanza, postrado por la corrupción público-privada y colmado de paralizantes incertidumbres socio ambientales.

La pregunta entonces es: ¿en el 2022 volveremos a sufrir por las decisiones de quien se ubicará en la orilla del Titerazgo o por el contrario, estaremos a la expectativa por el surgimiento de un verdadero líder político, con un liderazgo distinto?

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