Por GERMAN AYALA OSORIO
Por cuenta de las mismas guerrillas millones de colombianos no han logrado ser conscientes de que la vigencia social y política de los expresidentes es quizás el mayor factor de involución y atraso del país. Los expresidentes César Gaviria Trujillo, Andrés Pastrana Arango y Álvaro Uribe Vélez son los mayores exponentes de la tragedia nacional que ellos impulsan con su participación política y electoral.
Hoy estos tres operadores políticos nuevamente se juntan para evitar que llegue al poder una visión distinta de lo que debe ser el Estado, la sociedad y el mercado. Unidos a la campaña de Federico Gutiérrez, alias ‘Fico’, estos exmandatarios le mandan un mensaje claro al país y al propio establecimiento: nuestra presencia garantiza la continuidad de la infamia, la corrupción, la mezquindad y la violencia.
Pastrana, Uribe y Gaviria, junto al accionar de las Farc y el ELN, le han hecho mucho daño al país y a los colombianos. Cada uno, desde el Estado, apelando a estrategias legales e ilegales, vienen imponiendo la doctrina neoliberal, en lo económico, en lo político y en lo social. Por estar al servicio del gran banquero y de otras familias, estos expresidentes echaron a perder los proyectos de vida de millones de campesinos y de empresarios pequeños.
Así las cosas, un eventual gobierno de Gutiérrez no solo representaría el continuismo que hoy crítica Fajardo, “el uribista arrepentido”, sino la extensión en el tiempo del oprobioso régimen que opera en Colombia, el mismo que remplazó la moralidad pública y colectiva del Estado por un ya naturalizado ethos mafioso.
Como últimos eslabones de la corrupción y de la operación mafiosa del régimen de poder, estos exmandatarios continúan manejando los hilos del poder. O mejor, sirviéndoles a los agentes económicos del establecimiento para extender en el tiempo la privatización del Estado o su operación fallida en amplios territorios.
Gaviria Trujillo es recordado por haber exacerbado la esquizofrenia que generó derogar la vieja y goda Constitución de 1886 y darle vida a la del 91, garantista, verde y liberal, pero sometida a las lógicas neoliberales que Gaviria validó a partir del momento en el que declaró la apertura económica, siguiendo las instrucciones del Consenso de Washington. Su mayor legado está en haber afectado negativamente la vida a millones de campesinos, y por ese camino haber acabado con el campo. También, de haber evitado a que las Farc entraran en el proceso constituyente. Y no podemos olvidar el enrarecido manejo que le dio a la captura del criminal y narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria, “recluido” en un remedo de cárcel, de la que se fue -no se fugó-.
Del lado de Pastrana su legado es igual o peor de negativo. Instaló una mesa de conversación de paz en el Caguán y permitió que las Farc-Ep actuaran como el Estado en 42 mil kilómetros cuadrados que les entregó sin ninguna verificación internacional. Pastrana Arango jugó durante tres años a hacer la paz, y engañó al país. Y lo hizo, poniendo en marcha el Plan Colombia, una política de origen internacional que no pasó jamás por el control del Congreso de la República. Con dicho Plan, la participación de los gringos en las hostilidades internas se hizo oficial. De su nefasta administración también hay que recordar que impulsó la llegada a gran escala de la palma africana, modelo de plantación que, junto al de la caña de azúcar y la ganadería extensiva de baja producción, terminaron beneficiándose de la arremetida paramilitar en contra del campesinado.
Y de contera, tenemos a Uribe Vélez, el más dañino de los tres, quien no solo consolidó el ethos mafioso sino que logró su privatización a través del manejo discrecional de gran parte de la institucionalidad oficial. Este sujeto sub judice es la mayor vergüenza para esta nación, por las responsabilidades políticas que debe asumir por los crímenes de Estado cometidos por militares bajo su mando. Y en su condición de expresidente y exsenador, soporta investigaciones, procesos y pronto, la acusación formal y llamado a juicio por manipulación de testigos y fraude procesal. Es decir, la mayor expresión del ethos mafioso que él mismo promovió entre 2002 y 2010.
Con el apoyo brindado por estos tres eslabones de la corrupción estatal a la campaña de Federico Gutiérrez, se confirma que el candidato presidencial no solo será el “nuevo Jorgito” del 1087985, sino que los hilos que lo atarán al Gran Titiritero, soportarán la presión de dos de los más voraces burócratas del país y sepultureros de sus respectivos partidos. El partido Conservador, un nido de anacrónicos y sinvergüenzas y el Liberal, la morada de cínicos iliberales que en algún momento se creyeron su propio cuento de ser y actuar como social demócratas.
@germanayalaosor