Triunfo de Biden: pierde Uribe, gana Petro

Por JORGE SENIOR

La derrota de Donald Trump fue el hecho político del 2020.  Más allá de la política y los partidos, el hecho es importante para la humanidad por el peligro que representa un gobernante negacionista del cambio climático en el país que más contamina (con China).  El hecho además fue importante para Colombia porque el uribismo se entrometió sin disimulo en la contienda electoral a favor del personaje que, al igual que Uribe, representa el populismo autoritario de derecha, un fenómeno que también se manifiesta en Brasil con Bolsonaro y de manera menos evidente en otras naciones del mundo.  Y además lo hizo con el mismo viejo truco de la propaganda sucia, la mentira y la desinformación y hasta con la misma ridícula fórmula: el coco del “castrochavismo”.  La derrota de Trump es, pues, también una derrota de Uribe.

Para Gustavo Petro, en contraste, resulta una victoria refrescante, dado que es cercano al Partido Demócrata desde los tiempos de la Bogotá Humana, sumado a que el propio uribismo se encargó de involucrarlo del lado de Biden, pese a que la única acción del exalcalde fue emitir algunos trinos al respecto.  Así que el primer round del 2022 marca 1 para Colombia Humana, 0 para el “Centro Democrático”.

A pesar de ese viento fresco, no faltan los progresistas colombianos que tratan de minimizar el hecho político y hasta se burlan de la alegría que muchos disfrutamos desde el mes de noviembre, acusándonos de “ingenuos” con base en presunciones.  Esa actitud amargada es típica de aquellos que padecen una “enfermedad infantil” que hace cien años Lenin llamó izquierdismo, pero que yo prefiero denominar “maximalismo”. El maximalista ve la política en blanco y negro, todo o nada.  Ningún avance lo satisface, ni siquiera parcialmente, en su visión no hay matices, las reformas son engaños o paños de agua tibia.  Quieren ganar la guerra, pero en una sola batalla. A su desesperanza no hay triunfo que la alivie. Sus categorías de análisis son exclusivamente estructurales, por lo que toda coyuntura que no genere cambios a ese nivel es superflua.  Han preferido olvidar aquel viejo concepto de la “acumulación de fuerzas”, pero les encanta la antigua tesis radical de “agudizar las contradicciones”, que sólo sirve para que la gente aprenda a desconfiar de líderes o activistas que parecen tener ansias de que las cosas vayan mal.  Para ampliar la idea sobre el “maximalismo”, ver aquí.

Gustavo Petro con el vicepresidente del Partido Demócrata, Keith Ellison. Foto de cortesía

Hace un año estábamos esperanzados con Bernie Sanders, pero perdió las primarias, así que no hubo más remedio que apoyar a quien ganó esa contienda preliminar, como hizo el propio Sanders. En el espacio político demócrata Biden representa el ala derecha, sólo que en comparación con la ultraderecha desatada, representa una movida en la dirección correcta, hacia lo que Piketty llama el Estado social.  Lo más importante es que la victoria le da mayor vuelo al sector que lidera Sanders, donde hay jóvenes prospectos como Alexandria Ocasio-Cortez (AOC), de origen latino, quien a los 31 años ya es conocida a lo largo y ancho del país.  El relevo generacional es clave, pues Sanders se convierte en octogenario en septiembre de este año.

Quienes consideran que demócratas y republicanos son la misma cosa, es porque no examinan la base social de los partidos y solo se quedan en la superficie.  En EEUU hay una polarización creciente en las últimas décadas, que se refleja en la evolución de los partidos, especialmente en su base social, como se puede ver aquí.  El Partido Republicano es el de los WASP, varones blancos protestantes, mientras que el Partido Demócrata es el de los latinos (excepto en Florida), negros, asiáticos, judíos y otras minorías, y en términos relativos es el partido de las mujeres.  Pero lo más importante es que es el partido más proclive a una política social y ambiental.  En otras palabras es la organización política que se aproxima más al progresismo, dentro de las limitaciones de un sistema bipartidista hegemónico.

Se sabe que un presidente de EEUU no tiene un margen de maniobra plenamente independiente del establecimiento y del complejo militar industrial.  El bozal a Trump es ejemplo de ello.  Nadie espera que Biden haga cambios estructurales, pero sí que mueva la aguja hacia el Estado de Bienestar y en dirección contraria al neoliberalismo rampante que ha profundizado la desigualdad y depredado el medio ambiente sin consideración con las futuras generaciones. De hacerlo, brindará una lección a los colombianos en el sentido de perderle el miedo a un gobierno progresista, que lejos de representar el caos constituye la única opción de sostenibilidad ecológica y de verdadero Estado Social de Derecho.

El nuevo presidente empezó bien con el regreso de EEUU al Acuerdo de París e impidiendo la salida de dicha nación de la OMS.  Estos dos reversazos a la locura trumpista son claves, pues la pandemia y en mayor grado el cambio climático son desafíos que exigen gobernanza mundial.  Y lo único que tenemos en tal sentido son los acuerdos entre países y el sistema de Naciones Unidas.

Esperamos que siga en esa vía, por ejemplo con tributación redistributiva, sistema de salud con criterio social, mayor acceso a la educación superior, mitigación del calentamiento global y otras presiones ambientales peligrosas, una fuerte dinámica bidireccional con la ciencia, y por supuesto un alejamiento de las actitudes racistas y misóginas que estimulan a grupos extremistas. Lo que veo difícil es el control de armas, pero debe intentarse a nivel legislativo, al igual que la transformación del obsoleto sistema electoral.

En resumen, no nos hacemos ilusiones pero sí sostenemos un optimismo moderado, crítico y consciente con la confianza puesta en los movimientos sociales y en las fuerzas progresistas que fueron decisivos para derrotar a la ultraderecha.

@jsenior2020

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