Por GERMÁN AYALA OSORIO
Expuesto públicamente un video en el que aparecen miembros del Pacto Histórico planeando estrategias de campaña, conviene reflexionar no desde la perspectiva moralizante con la que una periodista de Semana quiere que el país asuma y entienda su contenido, sino desde una si se quiere “filosófica”, con la que sea posible quitarle la suciedad y la inmundicia que la ficha del régimen le puso a la grabación, obtenida muy seguramente de forma ilícita o producto de una filtración interna.
El animal humano tiene en la política, en el poder y en la cultura a tres elementos que le permiten tomar distancia de los animales no humanos. En la primera, deviene con un carácter relacional y funcional a las formas en las que el ser humano decidió vivir colectivamente, a pesar de los riesgos que ello implica. Es, dijeron por ahí, el arte de lo posible. El segundo, asociado en lo determinista al talante relacional, este suele expresarse en formas sutiles o no, de dominación y sometimiento entre seres humanos y entre este y los animales no humanos y los ecosistemas en los que habitan. Y el tercero, suele ser la gran sombrilla o el cobertor que valida y protege a los dos anteriores.
Al mirar cómo ha operado el poder político en Colombia en los últimos años, y al compararlo ética y políticamente con el contenido del video en mención, se puede colegir que lo escuchado de la grabación no se acerca a los ignominiosos niveles de maldad, villanía, perfidia, vileza y perversidad que alcanzó, por ejemplo, el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Recordemos algunas expresiones de lo que fue el criminal uso del poder, la eliminación del carácter relacional de la política y la consolidación de un ethos mafioso: 6402 jóvenes pobres, asesinados por fuerzas del Estado; persecución estatal a periodistas, profesores, académicos, libre pensadores y críticos a través del DAS, institución que convirtió el presidente Uribe (2002-2010) en su policía política. Enfrentamiento entre el Ejecutivo y la Corte Suprema de Justicia y la consabida persecución y amedrentamiento a través de chuzadas ilegales. El enriquecimiento de la familia presidencial, fruto de la captura del Estado y del uso discrecional y dictatorial del poder.
Así, el escándalo mediático que la periodista-estafeta y su medio informativo quiere armar a partir del contenido del video, obedece a un fallido intento de evangelizar la política. Quienes así lo pretenden, parten del error de creer que es posible separar la política de la aviesa condición humana. En el mismo yerro caen cuando se intenta desvincular el poder de esa perversa condición.
Baste con imaginar las conversaciones y los diálogos entre quienes participaron de los operativos que terminaron con el asesinato, probado por la JEP, de 6402 jóvenes, presentados como “bajas” en combates simulados, para comprender que lo dicho por Roy Barreras en el señalado video, obedece a un juego político y electoral normal en todas las campañas políticas. Por el contrario, quienes planearon y ejecutaron las órdenes del presidente que pedía más y mejores resultados operacionales traspasaron todos los límites éticos y morales. Los políticos y militares que participaron de esa innoble práctica no solo confirmaron su aviesa condición, sino que aportaron, desde el poder y la política, a la consolidación de la cultura de la muerte en millones de colombianos que desprecian la vida de sus semejantes.
Como siempre pasa con el discurso y las acciones mediáticas y mediatizadas, se pone el foco en lo más trivial o baladí, para evitarnos la pena de aceptar que, como colectivo, incluyendo a periodistas y medios de comunicación, exhibimos un bajo talante ético y moral.
En el video se ve y se oye a un verdadero animal político: Roy Barreras. Su capacidad para ajustarse y acomodarse a los vaivenes de la dinámica política y electoral, sirve para confirmar que somos lo que somos, gracias a la cultura, a la política y al poder.
@gemanayalaosor