Tengo la sensación de que nada de lo que han leído sobre el film “Joker” es acertado. Tengo la sensación de que creen que es un gran film por las cosas equivocadas. Tengo la sensación de que muchos están equivocados en la crítica de esta película.
Es un buen film, sin duda, pero no por lo que la mayoría cree, ni tampoco en la dimensión en que la mayoría cree que lo es. Y, ciertamente, no entra en mi Top 10 de nada, excepto iluminación, aunque sí creo que marca el principio de algo que ya no sé si vale la pena llamar “art cinema”, aunque algo de arte tiene.
Para empezar, creo que esta es una película dirigida a ciertos grupos específico de la población: muchachos menores de 30 años, los llamados “millenials; ese segmento de la clase media, media-baja insatisfecha, como por ejemplo, aquellos que votaron por Trump; el gran mercado de lectores de comics e historietas “manga” que abundan por millones en el mercado asiático; y todos aquellos grupos marginales entre los que la soledad del Joker de Todd Phillips guarda alguna resonancia, como por ejemplo adictos a las drogas, individuos LGBT marginalizados, o, simplemente, gente con dudas sobre posibilidades de sobrevivir en este mundo cada vez más duro y competitivo. Joker es un film filmado desde la perspectiva de un cómic “noir”, con ángulos de cámara noir, iluminación noir y cuadros literalmente trasplantados del cómic al celuloide que se mezclan con la perspectiva “oscura” que Phillips le da a su film.
Joker es una película perturbadora que toca esa corriente baja de inconformismo de las nuevas y no tan nuevas generaciones que se quejan del planeta que les estamos dejando. Es una película para chicos frustrados que ven cómo el mundo se vuelve más difícil que el de sus padres y en donde la violencia causada por esa frustración queda justificada. Joker es el fin perfecto para explicar, cinematográficamente, el fenómeno de los asesinos seriales que azotan cada tanto a la sociedad americana, Es una película en donde el héroe no es Bruce Wayne (a.k.a. “Batman”) sino Joker, el asesino serial, el vengador de una sociedad oprimida y en caos que reclama justicia social. Todd Phillips ha hecho una película para que todos salgamos del teatro aplaudiendo al Joker, tal como me pasó a mí la noche que fui a ver la película (aunque sólo los muchachos jóvenes aplaudieron), y es precisamente ahí en donde la película propone un argumento rechazable.
Yo fui a ver una película sobre el famoso Joker, el enemigo de Batman de cara desfigurada y experto en química, y terminé viendo una versión oscura de “The King of Comedy” (1983), de Martin Scorsese, lo que ya es mucho decir en términos de oscuridad temática.
Y es aquí en donde entramos de lleno en los cuestionamientos que yo le hago a la película.
En sus estados iniciales de producción, Scorsese estuvo asociado a la película como productor y guionista, pero pronto se retiró del proyecto, y yo creo entender por qué. Diera la impresión de que Todd Phillips, su director, lo trajo a bordo para “robarle” su cine bajo un disfraz de “homenaje, pues esta película camina por el mismo argumento básico de “The King of Comedy”. Pero, además, toma elementos de otras películas de Scorsese como Taxi Driver, Mean Streets, Goodfellas e incluso Casino. Scorsese debió estar menos que complacido con que Phillips hiciera una especie de refrito basado en obras suyas. De hecho, la vinculación de De Niro, el actor-fetiche de Scorsese, es lo que marca la intención del director. Joker es un film “De- Niresco”, un film de violencia cruda, de gente dura de la calle que agrede o es agredida. El Joker protagonizado por Joaquin Phoenix es un enfermo mental convertido por las circunstancias en un “tough guy” de pistola y bajos instintos, como los personajes que acostumbra a interpretar el icónico actor neoyorquino.
Sin embargo, si bien el casting de Phoenix en el papel protagónico es perfecto, no se puede decir lo mismo del casting de De Niro como el comediante Murray Franklin. Ese papel no era para De Niro, que como protagonista de The King of Comedy, hace un role “de regreso” haciendo de víctima esta vez, pero con un matiz poco humorístico que recuerda más al mafioso convertido en animador de shows televisivos nocturnos de “Casino”, otra de las célebres películas de Martin Scorsese.
Pero no solo el cine de Scorsese es saqueado sin miramientos. Joker tiene elementos de muchos otros personajes perturbados del cine, tal como el Buffalo Bill de “El Silencio de los Inocentes” (1991), o el perturbado Alex de “La Naranja Mecánica” (1971), o el Travis Bickle de Taxi Driver (1976). Joker incluso recrea ese ambiente marginal de “Freaks” (1931), quizá la primera película sobre el tema de los individuos marginalizados por la sociedad que se hizo en Hollywood.
Si bien estas influencia cinematográficas pueden tomarse desde un punto de vista constructivo, Joker incurre en la blasfemia al cerrar con una especie de remedo -por no encontrar otra palabra- del cierre de “2001: Odisea del Espacio”, y se trata de la escena final en donde el Joker es entrevistado por la enfermera de un manicomio, antes de deslizarse como un loco por los pasillos del hospital psiquiátrico y que caigan los créditos de cierre. El ángulo de la toma inicial, la intención del director, y el ambiente nebuloso y confuso de la escena parecen anunciar el nacimiento del “hombre perturbado”, en contraposición al “Hombre Estelar” de la obra maestra de Kubrick.
Pero “Joker” no es una obra maestra bajo casi ningún parámetro conocido. Joker podría ser una obra maestra para aquellos muchachos de un bajo sentido estético que crecieron viendo cartoons de Pixar y Disney, siguieron leyendo cómics en su primera infancia, y acabaron admirando el cine espectacular de explosiones y metralla del Hollywood de los últimos 30 años.
Y la tan mentada actuación de Joaquín Phoenix es buena, no lo voy a negar, pero me parece demasiado “kabuki” para mi gusto y un tanto “forzada”. Phoenix da todo el rango de expresiones que un actor puede dar en esta película, incluyendo manifestaciones corporales que van de lo esquelético a lo monstruoso. También creo que ese esfuerzo le puede valer el Oscar pero, a su vez, me parece que el mérito es más de otros elementos cinemáticos que rodean el film, que de la buena actuación de Phoenix, quien hace de nuevo de sádico tipo “Cómodo” en “Gladiator” (2000), la épica de túnicas y alpargatas de Ridley Scott. De hecho, Phoenix reprime su papel de Cómodo en Joker al asesinar a su madre de la misma forma que Cómodo lo hace con su padre, Marco Aurelio, en la película de Scott (asfixiado con una almohada).
La actuación de Phoenix, como bien lo dijo la crítica de Time Magazine Stephanie Zacharek, bien puede tomarse como una secuencia de “GIFs”, mirado desde un ángulo malintencionado, aunque yo creo que el repertorio Kabuki de Phoenix es más valioso que eso. Joker no es un payaso, es un actor de teatro kabuki, y esta idea de Phillips queda explícita en la escena en donde el Joker asesina a uno de sus colegas payasos que va a darle el pésame por la muerte de su madre, acompañado de otro de sus colegas de la boutique de payasos, un simpático y bondadoso enano. La sangre del cerebro del payaso doliente acaba en la pared blanca en forma de círculo, haciendo una macabra y raída bandera de Japón como salida de una trinchera en Guadalcanal-1942, que contrasta con el rostro kabuki del exhausto Joker a su lado. Ahí el homenaje, creo, no es solo para el Teatro Kabuki, sino quizá también un poco para Kurosawa y todo el cine japonés, desde Ozu, hasta nuestros días.
La película tiene sus virtudes, pero no son las que yo creo que ustedes andan pensando. La cinematografía es impecable, con tomas prestadas del cómic original de Batman y encuadres propios del cine derivado de historietas. Los ángulos de las cámaras son increíbles. Es una de las mejores películas que he visto en cuanto a manejo de cámaras. Hay primeros planos, tomas largas, tomas elevadas, cámaras rotacionales y perspectivas bajas que recuerdan las tomas del “Ciudadano Kane” (1940). Y la iluminación es espectacular, es el gran aporte de la película a la antología del cine, lo que quizá perdure después de que el film haya agotado su cuarto de hora de fama y nadie quiera oír más de este payaso kabuki. Joker es cinema noir y, en consecuencia, los efectos de una luz bien aplicada resultan asombrosos.
Y por último, está la banda sonora, una banda sonora variada pero congruente, que va de lo proto-punk y psicodélico, hasta lo lírico y lo romántico; de Cream y Gary Glitter, a Frank Sinatra y Fred Astaire.
La película recibe una buena calificación de parte mía, por las cámaras, la iluminación, la cinematografía y la música, todas impecables. Es una producción sobresaliente, un buen producto de Hollywood que sostiene a la película en su mensaje oscuro y perturbador. Ese remate con “White Room”, de Cream, es una belleza de escena, al igual que la escena en las escaleras, al final, y la escena de los movimientos “Tai Chi” en un baño, luego de asesinar a sangre fría a tres brokers de Wall Street. Esas tres escenas son soberbias.
Pero los mensajes de la película son pobres y mal entregados: la película puede verse como una crítica a la excesiva prescripción de drogas dentro de la sociedad americana, una sociedad mentalmente enferma; a la riqueza de Wall Street y el poder abusivo del capitalismo salvaje; o al poder de los medios de comunicación, copiando un poco de la idea básica de “Network” (1975). Pero, en últimas, es un mensaje mal entregado y mal articulado.
En resumen, una película con claros y oscuros que saca una buena nota por su producción impecable, pero que no deja nada memorable más allá de la iluminación, ni siquiera un deseo de repetirla. Y, francamente, creo que el chiste no es el Joker y su carcajada enfermiza. El chiste somos nosotros (the joke is on us), que dejamos que el cine caminara en esta dirección y que dejamos que una alegoría de la violencia terminara con el aplauso de muchachos jóvenes en los cines en donde se exhibe.
Salí de la película haciéndome una pregunta: ¿qué carajos hizo mal mi generación para que los muchachos de hoy crean que esta película es una obra maestra?
En alguna parte la embarramos, y feo…