Por HUMBERTO TOBÓN*
La temporada de lluvias nunca se fue. Nos dijeron que julio sería seco, pero en realidad, estuvo pasado por lluvias, al igual que agosto. Y en el periodo septiembre – diciembre, las autoridades meteorológicas han señalado que las precipitaciones serán por lo menos un 30% más fuertes e intensas que en lo corrido del año. Muy malas noticias.
Y son malas noticias porque los niveles de lluvia han desencadenado una destrucción muy grande de la malla carreteable del país, afectando vías troncales e intermunicipales, pero especialmente terciarias, aquellas que conducen de las zonas rurales a los cascos urbanos.
Los campesinos han manifestado en todos los tonos, que requieren inversiones urgentes en la recuperación de estos caminos, para poder movilizarse ellos y sus mercancías y surtir de alimentos los mercados, para evitar que se sigan perdiendo las cosechas.
Es evidente que la modernización del campo comienza por dotar a las familias rurales de condiciones dignas de vida, entre ellas unas vías transitables y seguras, que los acerquen a los centros de distribución y les ayuden a obtener mejores ingresos económicos y, muy seguramente, a combatir la alta inflación alimenticia, que está llegando a nivel no vistos desde hace dos décadas.
Un año corrido de lluvias ha hecho que la producción agropecuaria disminuya. Uno de los sectores más perjudicados es el cafetero, que de acuerdo con la Federación Nacional, esta situación se debe esencialmente a condiciones climáticas adversas. La producción entre agosto de 2021 y julio de 2022, fue un 10% menor, al pasar de 13,4 millones de sacos cosechados a 12 millones. Y la tendencia parece no mejorar para el último trimestre del año.
Los departamentos de Sucre, Cesar, Córdoba y Antioquia, son los que más impactos negativos han tenido por las intensidad de las lluvias. Grandes extensiones de tierra se han inundado y miles de familias están afectadas, las mismas que claman ayudas, porque lo perdieron todo.
Los deslizamientos de tierra en la región andina, también destacan en el mapa de desastres que deja la ola invernal.
El gobierno nacional tiene la responsabilidad de liderar el plan de prevención de riesgos y colaborar con las autoridades locales en la atención de los desastres, que muy seguramente se multiplicarán en la parte final del año, si se cumplen las predicciones del IDEAM.
El fenómeno de La Niña, que nos está acompañando en casi todo 2022, es un nuevo llamado que hace la naturaleza sobre los calamitosos efectos del cambio climático, y la necesidad de repensar el modelo de producción predatorio que estamos aplicando, y analizar, con responsabilidad política y técnica, si en efecto debemos morigerar el crecimiento, tal como se empezó a proponer hace 50 años en el Club de Roma, tema que por fortuna puso sobre el tapete la ministra de minas de Colombia.
@humbertotobon
*Estos conceptos no comprometen a la RAP Eje Cafetero, de la que soy Subgerente de Planeación Regional