Lo que hoy ocurre con Semana (¿se le puede llamar todavía revista?) es reflejo de la aguda polarización política actual. Allí conviven en proporciones diríase iguales el uribismo fanático de una tropa integrada por Vicky Dávila, Salud Hernández-Mora, Andrea Nieto y Luis Carlos Vélez, frente a una contraparte representada por figuras como María Jimena Duzán, Ariel Ávila, Antonio Caballero y desde días recientes Lucho Garzón y Matador, quien se ha venido creciendo, acaparando la atención con argumentos contundentes, como en su momento lo hizo Jaime Garzón.
Este miti-miti ideológico es a su vez reflejo de su nueva composición societaria, pues resulta de la compra del 50 por ciento de la propiedad por parte de los hermanos Gilinski (uno de los cuales, Gabriel, quiere hacer el Fox News colombiano), sin que hasta el día presente se sepa quién se quedó con el 1 por ciento que inclina las acciones a favor de uno u otro, 51 contra 49.
En todo caso, la realidad nos muestra a un medio de comunicación donde parecería que una mitad de su redacción se dedica a hacer periodismo… y la otra mitad a hacer propaganda uribista. Parece un pugilato entre dos opuestos, cada parte debidamente financiada y entrenada.
La mitad “periodismo” corresponde al ala Felipe López Caballero, su primer propietario, quien hace honor a su segundo apellido, pues siempre ha sido un caballero a carta cabal, pese a las diferencias que nos distancian y al modo abrupto en que fui echado de allí por instigación de su amiga María Isabel Rueda. En esta tendencia -periodística, reitero- se ubican su director Alejandro Santos y el muy laureado director de Investigaciones, Ricardo Calderón*. Es el sector que desde tiempo atrás ha hecho y sigue haciendo las más rigurosas investigaciones sobre temas álgidos como la descomposición actual del Ejército Nacional, así como en los dos periodos de gobierno de Uribe (estamos en el tercero) puso los ojos sobre las chuzadas del DAS, los ‘falsos positivos’ o el Agro Ingreso Seguro, para no alargar la pita.
La mitad “uribismo” es la encarnada por el muy uribista -valga la redundancia- Gabriel Gilinski, el ‘man’ del billete que le salvó el negocio a López Caballero y como parte de la negociación puso de gerente a Sandra Suárez, exministra de Ambiente, Vivienda y Desarrollo en el primer gobierno de Uribe. Ella trajo a su combo, la camada más rastrera, los mejores propagandistas del caudillo personificados en los sujetos (y sujetas) sinuosos que mencioné en el primer párrafo.
Dicha mitad encarna más un proyecto político que periodístico, como se aprecia por ejemplo en la conformación de la “nómina” de El Debate, donde tienen asiento cuatro uribistas (Vicky Dávila, Andrea Nieto, Juan Carlos Pinzón y Federico Gutiérrez), quienes actúan en gavilla contra los dos inermes invitados de la otra orilla, Lucho Garzón y Matador. No se requiere ser sesudo analista para constatar que el propósito de dicho espacio es foguear a Pinzón y a Gutiérrez como posibles candidatos a reemplazar a Duque, dándoles presencia diaria para que el público se encariñe con ellos y conozca su “doctrina”, vertida diariamente por los canales de dicho “Fox News Channel”.
En este contexto es pertinente señalar el trino que lanzó Sandra Suárez contra Daniel Coronell, en respuesta a uno donde este decía que era una vergüenza que entre los firmantes de una carta para presionar a la Corte Suprema de Justicia estuvieran “dos funcionarios activos (del Gobierno) y una gerente de un medio de comunicación que probadamente toma decisiones sobre el contenido”.
Según Suárez, “Vergüenza ante el mundo es un columnista dedicado por años a presionar la justicia con publicaciones tendenciosas y capaz de intrigar en @RevistaSemana para evitar la publicación de réplicas de Álvaro Uribe”. (Ver trino). Acto seguido Coronell se dirigió al director de Semana, Alejandro Santos, para pedirle que “por favor confirme o desmienta los señalamientos de su gerente @sandrasuarezm. Si son ciertos, ¿por qué usted no los denunció? Si no son ciertos, ¿por qué permite que una funcionaria administrativa mienta y participe en temas editoriales?”. (Ver trino).
No hemos sabido que Santos haya respondido, aunque es comprensible su silencio, pues cualquier cosa que diga podría ser usada en su contra. Sea como fuere, la que sí intervino en la discusión sin que nadie la hubiera llamado fue Vicky Dávila, afirmando que “Sandra Suárez jamás se ha metido en el contenido de lo que yo trabajo en Semana. Jamás es jamás. Yo doy fe de eso”.
A lo cual, Coronell le respondió: “Quizás no lo considera necesario”. (Ver trino).
¿A dónde voy con esta trinadera? A mostrar cómo se expresa la intromisión del uribismo en la vida “editorial” de Semana, y cómo Vicky Dávila es la ficha clave de este entramado, según se hizo patética y groseramente evidente en la entrevista (si así se le puede llamar) que esta y María Isabel Rueda sostuvieron durante 2 horas y 38 minutos con Álvaro Uribe el pasado domingo 16 de agosto.
La parte positiva de todo esto es que la esperanza no se ha perdido, así haya descorazonados como el que dijo -tal vez Daniel Samper Pizano- que la esperanza es lo último que se perdió.
Hay una Semana que busca la luz desde el periodismo (Alejandro Santos y compañía), mientras otra se sumerge en la tenebrosa oscuridad del uribismo. Pero bueno, así es la dialéctica de los contrarios que mueve la vida: día y noche, frío y calor, amor y odio, verdad y mentira, Uribe y legalidad.
DE REMATE: Puedo estar equivocado -y espero estarlo- pero lo que está ocurriendo en Colombia parece cobijarse bajo un solo nombre: Terrorismo de Estado. Nos quieren amedrentar por la vía del terror colectivo para encontrarle una salida a la encerrona legal en la que hoy se encuentra el sujeto sub judice que tiene la sartén por el mango. Es imposible que ocurran tantas masacres y tantos asesinatos selectivos contra líderes sociales en diferentes puntos de la geografía nacional y que la Inteligencia Militar del Estado no logre detener semejante ola de sangre ni dar con un solo autor, ni material ni intelectual, y que muchos de esos crímenes se presenten en regiones atestadas de bases militares. Esto solo indica que se trata de un plan macabro, coordinado desde bien arriba para sembrar miedo, pánico, angustia colectiva. Siembran terror para cosechar… impunidad.
En Twitter: @Jorgomezpinilla