No nos pondremos con largas explicaciones, estábamos demorados en entregar esta entrevista exclusiva que amablemente nos concedió el expresidente Juan Manuel Santos en Neomundo, para el lanzamiento de El Unicornio. La entrevista se realizó el sábado 31 de agosto en un camerino de la feria del libro que todos los años realiza la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), llamada Ulibro.
JMS: La primera pregunta, obligada: ¿qué piensa del regreso a las armas de tres excomandantes de las Farc, qué implicaciones puede tener a mediano plazo?
JGP: No es una buena noticia para el proceso de paz, pero se veía venir. Estos personajes estuvieron dudando desde el principio, y luego comenzaron las versiones respecto a que podían estar sub judice en Estados Unidos. Este hecho en cierta forma esclarece la situación y elimina una incertidumbre que le estaba haciendo mucho daño al proceso y a la JEP. En todo caso su capacidad militar es muy baja, y la inmensa mayoría de los miembros de las Farc que se desmovilizaron, se mantienen en el proceso; más del 90 por ciento. Lo importante es que el Gobierno se comprometa a cumplir los acuerdos porque es la forma de evitar que el resto de los desmovilizados que no están con Márquez y sus desertores se vayan para allá. Es fundamental que se cumpla la palabra y que el Gobierno haga un gran esfuerzo en implementar los acuerdos.
Ahí surge el primer temor, porque este Gobierno no ha mostrado mayor interés en hacer que se cumplan los acuerdos. Usted decía en su libro Batalla por la paz que tenía la esperanza de que el presidente Duque se saliera de la línea trazada por su mentor y apoyara el acuerdo de paz. ¿En qué se basa para creer que Duque va a dar cumplimiento a los acuerdos como corresponde?
Es que hemos visto una tendencia en esa dirección: el discurso del propio presidente, lo que le dice a Naciones Unidas, lo que le dice a la comunidad internacional está cada vez más inclinado hacia el cumplimiento de los acuerdos. Yo espero que se desmonte de la idea de cambiar los acuerdos. Ya le fue muy mal cuando lo quiso hacer con las objeciones, porque no obtuvo nada y perdió muchísimo. Ojalá le sirva de lección. Lo importante es que sea consciente de que para el país, para su Gobierno, para su legado y por supuesto para la paz, lo mejor que puede hacer es un pacto de mínimo cumplimiento con las corrientes políticas, incluidas las de la oposición, y se dedique a gobernar y a resolver los otros problemas del país.
«A mí me advirtieron que mi popularidad iba a bajar»
Algo que siempre me ha sorprendido de usted, doctor Santos, es que siendo el ministro encargado de la guerra desde el ministerio de Defensa, y luego de haber dado golpes tan contundentes al enemigo como la Operación Jaque o la baja de su máximo comandante, Alfonso Cano, hubiera preferido el camino del diálogo y la reconciliación nacional, contrariando así y despertando la ira de su mentor, Álvaro Uribe. ¿Qué le hizo preferir la paz a la guerra? ¿Por qué escogió la paz en vez de acabar de aniquilar a las Farc?
Porque acabar de aniquilarlos tomaría 20, 30 años más. Y este país no resistía 20 o 30 años más de guerra. Muchas veces hay que hacer la guerra para alcanzar la paz. Una de las condiciones necesarias para lograr un proceso exitoso -lo digo en el libro- era cambiar la correlación de fuerzas en favor del Estado y convencer a los comandantes de la guerrilla de que para ellos personalmente era mejor negocio sentarse a negociar la paz que continuar con la guerra. A mí me advirtieron muchísimo lo que usted me está preguntando. “A usted lo eligieron por ser muy efectivo haciendo la guerra, y la gente se va a sentir traicionada o desconcertada si se sienta con los enemigos a hacer la paz”. Pero la única forma de lograr la paz que conozco es conversando con el enemigo. A mí me advirtieron que eso me iba a costar mucho, que mi popularidad iba a bajar drásticamente, pero dije eso no importa; lo único que importa es lograr la paz.
En su libro usted menciona cómo el mensaje básico del uribismo frente al acuerdo de paz fue despertar la indignación popular, y cita al gerente de la campaña por el No, Juan Carlos Vélez, cuando dijo que “estábamos buscando que la gente saliera a votar berraca”. Ahora bien, siempre me he preguntado por qué no ha sido posible provocar esa misma indignación contra Álvaro Uribe, siendo que se trata de alguien que –él sí- tanto daño le ha hecho al país…
No me ponga a polemizar con Álvaro Uribe. Él lleva nueve años calumniando el proceso y calumniándome a mí. Lo que yo he dicho es que los hechos, las cifras, son lo que a largo plazo se van a imponer. La paz es irreversible. Nosotros no vamos a volver a la guerra. Fíjese no más la reacción que tuvo el pueblo colombiano con el anuncio de Iván Márquez, de su regreso a las armas: con excepción de la extrema derecha, el pueblo se volcó a que hay que respetar y cumplir los acuerdos. Hay que cumplirles a los miembros de las Farc que entregaron sus armas y que están dentro del proceso. Debemos continuar con eso. A punta de perseverar es como uno vence a esos seudo caudillos que se dedicar a indignar a la gente para conseguir popularidad coyuntural.
Usted dedica su libro La batalla por la paz “A Celeste, mi primera nieta, que solo conocerá esta guerra en los libros de historia”. Y uno piensa, tan ingenuo: ¿cómo no va a regresar el conflicto a Colombia si es lo que tanto necesita el señor Uribe para sembrar el caos y así labrarse su propia impunidad?
Yo no creo que el conflicto armado que sufrimos durante 50 años vaya a regresar a Colombia. No creo que las circunstancias externas ni internas lo permitan. Podrá haber brotes de violencia en algunas zonas del país, pero esa guerrilla que era la más poderosa que había en América Latina, la más vieja, la más estructurada, que volvamos a verla combatiendo, no creo.
Su hermano Enrique Santos Calderón menciona en El país que me tocó (pág. 264) un artículo de The Economist titulado Maldito es el pacificador, donde vaticina que “la historia juzgará al mandatario saliente con más benevolencia que sus compatriotas”. Y ante los embrollos de Álvaro Uribe con la Corte Suprema dice que “Mr. Santos posiblemente reirá de último”. ¿Es eso lo que lo tiene a usted optimista, la posibilidad de que la justicia voltee las cosas a su favor?
La justicia no tiene nada que ver en esto, al menos no en mi caso. Yo no tengo problemas judiciales. La historia sí se va a voltear a mi favor, pero porque todo lo que hicimos aparte de la paz en materia social y económica, en materia de empleo y de infraestructura, de educación y salud y aparte de eso la paz, eso poco a poco saldrá a relucir. Esa neblina que se genera por la coyuntura política, por las mentiras propagadas por ese populismo que quiere sembrar miedo, todo eso se va decantando.
Lo que le estoy preguntando es si no tiene la esperanza de que el que sí tiene problemas con la justicia, termine respondiendo por eso.…
Pues mire: si usted me está preguntando si yo me alegraría porque a Álvaro Uribe lo metieran a la cárcel, la respuesta es no. A pesar de ser mi contradictor y de lo que él ha hecho conmigo, yo no le deseo ese mal a nadie.
Mucho se ha especulado sobre los motivos de la derrota del SÍ en el plebiscito, y usted en su libro se refiere a las condiciones climáticas de la Costa (pág. 536) como una circunstancia del azar que obró en contra, pero no se ha contemplado una circunstancia adicional, también del azar. Como usted sabe, las encuestas días antes pronosticaban un triunfo arrollador del SÍ. Esto habría llevado a muchas personas a quedarse cómodas en sus casitas, confiados en el triunfo, pensando que “un voto menos ni quita ni pone”. ¿No cree, mejor dicho, que al triunfo del NO también contribuyó la pereza de los colombianos?
Sí, sin duda alguna. Hubo un poquito de todo. La pereza se expresa en el porcentaje de la gente que salió a votar, tan solo el 18 por ciento del censo electoral. Lo del huracán tuvo un efecto demoledor en la Costa Atlántica, porque allá era donde más popularidad tenía el proceso y la mayor cantidad de gente dejó de votar allá. Hubo también lo que usted y el país conoce de las mentiras que se tejieron alrededor del plebiscito, las campañas de los pastores y de la iglesia en contra, un poquito de todo.
Pero, ¿no cree que el más grande error de su Gobierno fue precisamente haber convocado ese plebiscito?
Si uno mira las cosas hacia atrás, le tendría que decir que sí, que fue un error. Pero lo convoqué porque quise cumplir la promesa que le hice al pueblo colombiano cuando inicié el proceso. Les dije “esto lo voy a someter a un referendo”. Y a pesar de que mucha gente me dijo no lo haga, yo quería cumplir esa promesa. Ya ante el resultado, pues uno dice “ciertamente, no lo he debido hacer”. Sin embargo, fíjese cómo las cosas van evolucionando positivamente. Yo pienso que lo que sucedió fue que al final tuvimos un acuerdo mejor, pues al haber perdido el plebiscito se renegoció el acuerdo, se aceptaron 56 de los 59 puntos que propusieron los del No. Entonces, al final el proceso salió fortalecido. Esa negociación, aunque algunos la quieren desconocer, fue un factor muy decisivo.
¿Se negoció ahí la ideología de género que tanto preocupaba a los pastores cristianos? ¿O sea, lo referente a que el acuerdo de paz iba a volver homosexuales a “nuestros niños”?
Le cuento que yo mismo me senté con las iglesias, la católica y todas las evangélicas, una semana después del plebiscito. Les dije aquí está mi esfero: cambien lo que quieran frente al tema que tanto les preocupa, para que todos queden satisfechos. ¿Y sabe lo que me respondieron? “No tiene que cambiar nada, porque nosotros nos equivocamos”. Ocurrió que le habían creído al Procurador de entonces, quien hacía una interpretación que les daba pie para pensar que el capítulo de género tenía escondida la ideología de género, y que los niños se iban a volver homosexuales. Y se dieron cuenta de que eso era mentira.
Hablando de errores, permítame preguntarle a qué obedeció el monumental descuido de su gobierno en Comunicaciones. Hubo gente que quiso advertirle antes del plebiscito sobre la urgencia de dar un timonazo para enfrentar la campaña de propaganda negra que se desató desde las toldas uribistas, pero esas voces no fueron escuchadas. ¿Llegó usted a enterarse de esto?
Yo me enteré faltando una semana. Me dijeron oiga, están los curas y los pastores por todos lados diciendo que hay que votar por el No, y no había tiempo para contrarrestar eso. Yo pensé que la gente no iba a creer semejante mentira, pero en una encuesta que hicimos después, el 35 por ciento de la gente que votó no, votó por ese motivo.
Un asunto muy preocupante tiene que ver con las limitaciones cada vez mayores que se vienen presentando a la libertad de prensa. Está lo que ocurrió en Caracol Radio con uno columnistas independientes que había incorporado Gustavo Gómez y que fueron eliminados de un solo tajo. Y ahora, se rumora que Noticias Uno saldrá del aire. ¿No le parece esa una señal bien peligrosa?
Usted sabe que yo he sido un gran defensor de la libertad de expresión y lo seguiré siendo hasta el último día de mi vida. La tecnología hoy está cambiando las reglas de juego del periodismo. El papel de los editores y de los directores está siendo vulnerado o está desapareciendo por la presencia de las redes sociales. Ahora los editores y directores ponen como titular lo que se ajuste al trending topic. Ahí hay un cambio que no han sabido asimilar, sumado a que infortunadamente muchos medios han sido comprados por grandes intereses económicos.
Usted que proviene de las canteras más ilustres del otrora “glorioso” Partido Liberal, el de Alfonso López Pumarejo, Jorge Eliecer Gaitán, Eduardo Santos, Alberto Lleras Camargo o López Michelsen ¿qué piensa de un César Gaviria entregando el aval de ese partido para la gobernación de Santander a una fanática religiosa y promotora del No como Ángela Hernández, o poniendo cabeza de lista al concejo de Bogotá a la predicadora cristiana Sara Castellanos? ¿Significa esto que se les debe dar partida de defunción a las ideas liberales?
Ahora me quiere poner a pelear con el expresidente César Gaviria… La democracia liberal está en peligro en todas partes, y los que creemos en ella tenemos que ser conscientes de que debemos volverla vigente en el discurso político, hacerla atractiva. Estamos viendo una marcada tendencia hacia los extremos: populismo, nacionalismo, exclusión religiosa o contra los inmigrantes. Se están perdiendo los principios básicos que sostienen el pilar de una democracia liberal, y debemos recuperarlos. Afortunadamente, en el mundo ya hay conciencia de eso. En las grandes universidades, en los centros del pensamiento se habla de lo mismo: debemos recuperar el centro.
«Por Antonia Santos me dicen que soy guerrillero»
¿Qué significa para usted que Antonia Santos y su hermano Fernando, ambos lejanos parientes suyos, hayan sido guerrilleros que comandaban a las guerrillas de Encino y Coromoro en Santander contra las fuerzas realistas? O sea: ¿cuál diferencia ve entre esas guerrillas y las más recientes de nuestra historia?
Yo me siento muy orgulloso de provenir de una familia que luchó por la independencia de este país. A mi hija le puse María Antonia Santos recordando a mi tía tatarabuela, quien fue fusilada hace 200 años en El Socorro. De pronto por eso es que algunos detractores me dicen que soy guerrillero. Yo combatí a las Farc como nadie las ha combatido, pero al mismo tiempo hice con ellas la paz y estoy defendiendo a los que la firmaron y se mantienen en el proceso. Un día dije en la Escuela Militar de Cadetes que yo provengo de una familia que se conocía como “la guerrilla de los Santos”, y mis hijos entraron en pánico: “¡Papá, como vas a decir eso en la Escuela Militar!”. Es que también hay que valorar las cosas en su momento: la guerrilla de esa época luchaba por la verdadera independencia del país, era muy diferente a la guerrilla de hoy.
«La prohibición de la droga es el origen de todos los males»
Reitera usted en su libro Batalla por la paz (pág. 586) “la urgente necesidad de replantear la guerra mundial contra las drogas, una guerra en la que Colombia ha sido el país que más muertos y sacrificios ha puesto.
Eso mismo dije en columna de agosto de 2013, titulada Santos, ¡legalízala!: “a Colombia le ha venido ocurriendo frente a las drogas que se queda con los dolorosos y desprecia los gozosos”.
En ese contexto, ¿no cree que prohibir el consumo de cualquier sustancia es como pretender prohibir el suicidio, o que la gente golpee su cabeza contra una pared?
Sin duda alguna. Yo creo que la prohibición es el origen de todos los males que ha generado el narcotráfico. Si en lugar de prohibirlo lo regulamos, no existiría esa violencia y esas mafias que viven de la prohibición, del narcotráfico. Le voy a contar una anécdota: en la última biografía de Churchill, maravillosa biografía, cuenta como Churchill llegó a Estados Unidos en la época en que el licor era prohibido. Pidió un trago y le dijeron “no señor, aquí está prohibido”. Y él les respondió: “Qué país más extraño este -refiriéndose a Estados Unidos-: esas fabulosas ganancias que se generan de la venta del licor, se la entregan a las mafias; en mi país, se la entregamos al fisco”. Eso resume lo que la prohibición genera: utilidades para las mafias y muchas muertes, muchos más problemas que la regulación.
«El derecho a la paz no nos lo va a arrebatar nadie»
Un último mensaje para los lectores de esta entrevista, doctor Santos.
Yo soy un optimista nato. Lo que sucedió con Iván Márquez y Santrich es un escollo más y lo vamos a superar. Nunca nadie dijo que el proceso de paz iba a ser fácil. Tenemos que continuar la batalla por la paz, porque el derecho a la paz que tenemos los colombianos no nos lo va a arrebatar nadie.