Venezuela: sorpresas trae el nuevo CNE

Por OCIEL ALÍ LÓPEZ*

La designación del nuevo Consejo Nacional Electoral (CNE) por parte de la Asamblea Nacional ha traído un conjunto de hechos inesperados por las mayorías venezolanas.

La primera sorpresa fue la procedencia de algunos de los designados.

Los dos rectores principales escogidos (de un total de cinco) pertenecientes a la oposición, vienen de corrientes con peso electoral importante que hasta ahora se habían mantenido en la línea abstencionista dictada por la derecha radical.  Uno es Enrique Márquez, quien quedó de vicepresidente del órgano,  milita en uno de los partidos principales de oposición (UNT), miembro del G4 (coalición de los principales cuatro partidos opositores). El partido se ha desmarcado de su elección pero no la ha condenado.

A él se suma una designación asombrosa para la Venezuela actual: el ingeniero Roberto Picón, quien, además de ser un experto en materia electoral de la oposición, viene de estar preso durante seis meses en 2017, acusado de rebelión, traición a la patria y sustracción de objetos militares. Resulta inobjetable su procedencia política no solo opositora, sino radical. El sector abstencionista no puede acusarle de entreguista o de ser parte de una oposición moldeable o comprable como suele hacer con quienes participan en estas instancias.

Días antes del nombramiento, el país esperada la designación de funcionarios de línea dura. Circulaban algunas listas y rumores que hablaban de una terna de sectores radicales del oficialismo. Debido a la mayoría calificada con que cuenta el partido de gobierno en la Asamblea Nacional, este no tenía necesidad alguna de negociar ningún cargo del CNE con alguna otra fracción. Sus votos le sobran.  Mucho menos con sectores abstencionistas que no cuentan con representación legislativa. Parecía lógico un nombramiento estrictamente de sectores internos al partido de gobierno.

Pero la foto no fue esa.

Los dos magistrados principales escogidos pertenecen a la oposición y vienen de corrientes con peso electoral importante.

Se ha abierto una compuerta de diálogo político con sectores opositores cuya participación puede avivar el juego democrático una vez reconocen que la vía insurreccional ensayada en torno a la figura de Guaidó ha fracasado de manera definitiva y podrían convocar a sus bases para intentar acceder al poder político ganando unas elecciones presidenciales.

Incluso la terna chavista y fundamentalmente el nuevo presidente del organismo, Pedro Calzadilla, se caracteriza por venir del mundo académico y ha mantenido posturas equilibradas. Es un hombre de argumento, a diferencia de los  nombres que se rumoraban antes de su designación. 

Pero la sorpresa no queda en la filiación política de los rectores designados sino sobre todo en la reacción que han tenido los principales resortes de apoyo a la oposición radical: los gobiernos de EE.UU y de la Unión Europea.

Julie Chung,  portavoz del departamento de Estado de EE.UU. mantuvo una posición muy moderada sobre la designación y dejó en “manos de los venezolanos” la legitimidad del nuevo CNE, siendo explícita en el apoyo a una “solución negociada”.

Peter Stano, portavoz principal del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) de la Unión Europea declaró que el nombramiento del nuevo CNE es un “primer paso y parte de un proceso”.

Ambas posturas son muy razonables en cualquier relación diplomática normal.

Pero como sabemos, las relaciones de estos países con el gobierno venezolano han sido traumáticas.

Así que, el haber excluido de su lenguaje demandas como la renuncia del presidente Maduro, la instauración de un gobierno paralelo, el reconocimiento de otro presidente o la amenaza de intervención ya puede ser calificado de un cambio considerable en la postura.  Que acepten el acuerdo entre gobierno de Maduro y oposición, ubica estas declaraciones en un nuevo enfoque para tratar el tema Venezuela que va pasando la época del trumpismo y las amenazas del halconato republicano.

No quiere decir que el conflicto cese, sino que se va a ubicar en torno al aumento de probabilidad que las presidenciales se den en 2024 con candidatos fuertes tanto en el chavismo como en la oposición.

También existe la posibilidad constitucional de un referendo revocatorio a partir de 2022. Sólo que el oficialismo está institucionalmente muy fuerte y la oposición en su momento de mayor debilidad, lo que resta probabilidad a esta opción de complicado procedimiento legal.

Con respecto a las presidenciales, la ecuación debería ser sencilla: si en el acuerdo hay líderes y corrientes de oposición de peso, ambos sectores respetan los acuerdos y existe el beneplácito de los países que más lo han impedido,  entonces el resultado debería ser el de una salida democrática a la crisis venezolana.

Pero el procedimiento no parece tan inminente.

La oposición radical necesita sabotear esta negociación porque un acuerdo y una salida democrática es la prueba fehaciente que la vía militar e intervencionista no hizo otra cosa que hacer perder varios años a la propia oposición en su afán de huir de la carrera electoral y así poder hacer tabla rasa con el chavismo.

Se evidenciaría su corresponsabilidad en la crisis política.

Entonces, desde ya, actores de oposición radical, la mayoría en el exilio, otros extranjeros como el secretario general de la OEA Luis Almagro o el presidente de Colombia Iván  Duque, van a desconocer este proceso, trataran de entorpecerlo  y pueden terminar siendo activos convocantes nuevamente de la abstención, lo que perjudica única y exclusivamente a la propia oposición y un aseguramiento del chavismo para un nuevo sexenio.

Este mismo año, y es posible que sea antes de los esperado, deberán llevarse a cabo las llamadas mega elecciones donde se elegirán todos los alcaldes y gobernadores del país. Los líderes regionales de la oposición quieren seguir el ejemplo de los gobernadores que le han ganado al partido de Gobierno en 2018 cuando todas las maquinarias opositoras se abstuvieron públicamente, aunque por debajo algunas seguían apostando electoralmente.

La carrera no solo es larga sino indeterminable porque antes de las presidenciales de 2024 pueden venir cambios de política en Europa y en el propio Estados Unidos que tiene elecciones ese mismo año, lo que puede volver a radicalizar las posiciones.

En fin, las sorpresas del nombramiento del nuevo CNE pueden resumirse así: Primero, las corrientes moderadas de oposición, mayoritarias en cantidad de votos, se han desamarrado las riendas que impuso la derecha radical, minoritaria pero con el apoyo de EE.UU, y han decidido volver a la arena política. Segundo, el oficialismo ha demostrado tener mano zurda y ha decidido negociar con este sector, lo que puede llevar a una transición de cara a las (lejanas pero muy probables) presidenciales de 2024. Tercero, los gobiernos de EE.UU y Europa van cambiando el enfoque sobre Venezuela y comienzan a acompañar este proceso.

Aún faltan muchos meses para ver el desenlace pero cada día se juega un nuevo episodio para ver si puede concretarse una salida electoral a la crisis o si asistimos a un nuevo estancamiento político.

* Sociólogo y analista político. Profesor de la Universidad Central de Venezuela. Doctorando en Ciencias Sociales. Ganador del premio Clacso/Asdi por el concurso de investigación sobre Movimientos Sociales en América Latina y del premio municipal de literatura por su libro Dale más gasolina.


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