En los tratamientos dados por varios medios masivos al fallecimiento de la senadora Piedad Córdoba Ruiz confluyen dos tipos de periodistas: de un lado, aquellos que reconocen en la congresista su lucha por los derechos de las mujeres, los negros y los de la comunidad LGBTI y su papel clave en la liberación de civiles secuestrados por las entonces Farc-Ep; y del otro, los que dejan aflorar sin vergüenza alguna el racismo y la misoginia, lo que les da licencia para afirmar que Piedad Córdoba se habría “blanqueado” y operado la nariz. La insinuación o el señalamiento tiene la clara intención de visibilizar en la aguerrida dirigente liberal una crisis identitaria, atada a la búsqueda de una aceptación social fruto en parte del discurso publicitario hegemónico que tiene como único referente de belleza aceptable a la mujer blanca, de sonrisa perfecta, cuerpo esculpido por médicos hombres, pelo liso y nariz respingada.
Néstor Morales y varios de los miembros de la mesa de trabajo de Blu Radio reconocieron a Piedad Córdoba como una política luchadora, contestaria y liberal. La mezquindad, el racismo y la misoginia aparecieron cuando la periodista (mujer) de la mesa (prefiero no mentar su nombre) hizo referencia a un hecho estético que está atado de manera inexorable al racismo estructural en el que sigue instalada más de la mitad de los colombianos, incluida la periodista que emitió su “juicio estético”.
Jamás escuché que se fustigara en los medios a mestizos o “blancos” (hombres o mujeres públicas) se operaran la nariz. En cambio, cuando una mujer afro, como Piedad Córdoba, se hizo la rinoplastia, entonces emerge la lectura que señala que esa decisión sobre su cuerpo está asociada necesariamente a una “crisis identitaria” que dejó ver la intención de la congresista de borrar estéticamente ese rasgo afro, al igual que el blanqueamiento al que habría sometido su piel negra.
Cuando no es el pelo, la nariz o la boca es el tono de voz lo que les molesta a quienes desde la “hegemonía blanca” insisten en ver a los miembros de los pueblos afrodescendientes destacarse en el fútbol, atletismo y boxeo (lo llaman el deporte de las narices chatas) y por supuesto, bailando salsa en ciudades como Cali, reconocida como la “capital mundial de la salsa” y como una urbe segregadora con la población afro. Y es así porque les resulta inadmisible verlos como abogados, congresistas contestatarios y liberales, médicos o generales de la Policía, del Ejército, la Fuerza Aérea o la Armada nacional. Y mucho menos, como en el caso de Francia Márquez, exempleada doméstica, como vicepresidenta de la República. Prefieren verlos pidiendo en los semáforos o en las notas judiciales, que suelen comentar “negros tenían que ser”, al referirse a los ladrones aprendidos por policías rasos que también son afros.
Es muy duro ser negro en este país. Si se mantienen fieles a sus prácticas culturales y las expresiones identitarias asociadas a los territorios, entonces los asumimos como una curiosidad folclórica; pero si osan vestirse de manera distinta y más aún, alisarse el cabello, “blanquearse” y operarse la nariz, entonces ya toca descalificarlos por no conservarse tal y como los cánones estéticos hegemónicos “blancos” lo señalan.
Ya, dejen descansar en paz a la negra Piedad. Cuando le toque el turno de morir a la periodista que desde Blu Radio lanzó el “juicio estético” contra Piedad, muy seguramente una parte del país la despedirá advirtiendo las luces y las sombras de su vida, tal y como lo hicieron con la congresista liberal.
Adenda 1: el congresista Polo Polo, también afrodescendiente, se operó la nariz y al parecer viene sometiéndose a un proceso de “blanqueamiento” en su piel oscura. Por estar al servicio de la derecha y ser la “mascota” de María Fernanda Cabal, la periodista en cuestión guarda silencio ante la crisis identitaria del ciudadano de Tolú, quien en el pasado también se definió como indígena.
Adenda 2: el partido Alianza Verde está en la obligación ético-política de expulsar al patán, vulgar, anacrónico, ignaro, misógino y racista conocido como Jota Pe o Jota P. No se sabe si la siga JP alude a Jumento Político o si oculta que el congresista no soporta que lo llamen por su nombre de pila: Jota P Hernández o Jota Pe Pulido. Llamar bandida a la congresista fallecida en un discurso de odio conel que celebró su muerte, es propio de aquellos que jamás conocieron la urbanidad de Carreño. Por el contrario, fueron formados bajo los principios (también bajos) de la urbanidad de Carroña.
@germanayalaosor
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