Segunda parte del relato sobre su secuestro a manos de Carlos Castaño, que Piedad Córdoba concedió al director de El Unicornio. La primera parte puede leerse haciendo clic en este enlace. En este episodio habla de lo que alcanzó a percibir sobre Jaime Garzón mientras estuvo secuestrada.
Unos meses después de su secuestro, el 13 de septiembre de 1999, matan a Jaime Garzón. Y el asesinato lo ordena el mismo que la tuvo secuestrada a usted. ¿Qué pasó ahí?
Después de que me liberó Carlos Castaño me fui para el restaurante El Patio, adonde iba mucha gente y se la pasaba metido Jaime Garzón. Yo sabía que allá podía localizar a Jaime y, en efecto, ahí estaba. Me senté en una mesa más bien lejitos, y él que era tan mamador de gallo se me acercó, muy serio, incluso distante, “hola, cómo está”. Le respondí “yo muy bien, qué alegría de verte; pero estoy preocupada por ti”. Él puso unos ojos así de grandes y preguntó “¿por qué?”. Y yo le dije: “Tengo la sensación de que hubo un canje: a mí me liberaron, pero a ti te quieren matar. De verdad, Jaime, vete de aquí. A ti te van a matar”. Él se puso pálido, lívido, muy nervioso. Desde ese momento en que le advertí y el momento en que lo mataron, pasó un mes largo.
¿Cree usted que detrás de su secuestro pudo haber una autoría intelectual diferente a la complicidad de militares? Se lo pregunto porque en el libro Mi confesión, Castaño habla de un grupo de notables que le trazaba directrices: “al grupo de los seis ubíquelo durante un espacio muy largo de la historia nacional, como hombres al nivel de la más alta sociedad colombiana”.
Yo pienso que sí. Uno de los hechos que más me clarificó lo del secuestro fue una audiencia en el Tribunal de Cundinamarca Especializado, hace unos cuatro años, cuando fueron convocados los paramilitares que tuvieron que ver con mi secuestro. Se narró todo, cómo fue, por qué me habían secuestrado, quiénes tuvieron que ver con la orden de asesinar a Jaime Garzón, que llegó de bien arriba. Algunos de ellos dijeron que las dos personas que más habían tenido que ver con mi secuestro eran Hernán Echavarría Olózaga y José Miguel Narváez. Que después de mi liberación, Echavarría les había mandado un correo electrónico muy iracundo, que cómo era posible que me hubieran soltado y no me hubieran matado, que “el país jamás les va a perdonar eso”. Y en otra audiencia, ya en Medellín, desde la Fiscalía contactaron a don Berna vía Skype, y él ratificó que eso era cierto. Que Echavarría había pedido que me secuestraran, y después les había dicho a los captores que me liberaron, que el país no les iba a perdonar que no me hubieran matado. Eso consta en los expedientes de la Fiscalía de Medellín y del Tribunal de Cundinamarca en Bogotá, y ninguno de los ahí presentes dijo eso no es cierto.
¿Alguien más, fuera de Hernán Echavarría o José Miguel Narváez?
Yo puedo reconocer a dos personas. Reconocer no, aseverar su participación: Hernán Echavarría y Luis Guillermo Vélez. Y creo que también estuvo ahí Pedro Juan Moreno. Pero me acuerdo que estando asilada en Canadá, llamaron a advertirme que si regresaba a Colombia, entre las personas que instigaban para que me mataran estaba Luis Guillermo Vélez Trujillo, entonces senador de la República, un tipo con mucho poder en el Partido Liberal. Él vivía fastidiado conmigo.
Esa es una acusación muy seria. ¿En qué se basa para decir eso?
Me baso en que una persona muy cercana me llama a Canadá y me dice “ni se te ocurra venir, hubo una reunión en Turbo, Vélez Trujillo estuvo con ‘El Alemán’ y la decisión es matarte”. Y esto tiene un antecedente: yo fui miembro de la Comisión de Excelencia de la Justicia, cuando Rafael Pardo presentó un proyecto para la incorporación de los paramilitares a la vida civil. Yo estaba en una oficina que era de Luis Guillermo Vélez, y además de Pardo estaban Claudia Blum y Wilson Borja, que recuerde. Yo me opuse radicalmente a ese proyecto, les dije “eso no lo apoyo ni porque me maten”. Esto sin descuidar que esa tal Comisión de Excelencia de la Justicia fue fundada por el señor ‘Gagá’, Hernán Echavarría, él estaba al frente de eso. Por eso no volvieron a invitarme a las reuniones, hasta que sacaron adelante el proyecto. A los paramilitares ni siquiera les pedían la verdad a cambio de reincorporarlos, que era asumir la responsabilidad sobre los daños tan grandes que le habían ocasionado al país y a las víctimas. La gente tiene muy mala memoria; uno de los que más apoyó ese proyecto fue Rafael Pardo, el mismo que presentó al Congreso el articulito de reforma a la Constitución para que Uribe se hiciera reelegir. Tienen una memoria de gato, todo se les olvida.
Pero no queda muy clara su acusación contra Luis Guillermo Vélez, de su mismo Partido Liberal. Es una acusación muy delicada.
Antes de que Horacio Serpa fuera gobernador de Santander, Vélez se reunió con Álvaro Uribe y el testigo de esa conversación es mi hijo Juan Luis. Luis Guillermo decía que él se iba con Uribe, pero a Serpa lo manejaba por otro lado. Eso que me dijo mi hijo se lo transmití a Serpa, se lo dije a Ernesto Samper, pero ellos pensaban que era pura animadversión contra Vélez Trujillo.
Yo creo que se empiezan a saber muchas de las cosas que este país no sabía; por ejemplo, del poder omnímodo de los militares. Fuera de eso, hay mucha gente que se duerme y se mece en brazos de Uribe porque lo necesitan para impulsar nuevamente el paramilitarismo, como está pasando ahora. Es una cosa aberrante.